Robles de silencio
QUINTA DEL CASTRO, un hotel rural en Villanueva de la Vera
En febrero, cuando los cerezos del Jerte se vean en flor, todos los hoteles de este valle y aun los de su vecina comarca colgarán el cartel de completo. Conviene anticiparse, pues, a este fenómeno de la naturaleza y reservar ahora mismo en alguno de los alojamientos que últimamente han proliferado en estas feraces laderas al sur de la sierra de Gredos.
Uno de ellos, embutido entre la masa boscosa que rodea Villanueva de la Vera, puede ser la alternativa discreta a la procesión de turistas que se organiza en la zona todas las primaveras. Es una casa rusticana -si bien de nueva planta-, invisible desde cualquier punto de observación próximo a la carretera vertebral del valle. La abrigan dos hectáreas de finca propia, y muchísimas hectáreas más de bosque comunal, cuajadas de robles, olivos e higueras, que abren paso a una garganta llena de pozas, regatos y saltos de agua también secreta para los viajeros no avisados. No importa, la familia a cargo del lugar ya se ocupa de aleccionar al huésped curioso por descubrir lo que se esconde detrás de su habitación.
Quinta del Castro
PUNTUACIÓN: 6
Categoría oficial: hotel rural. Dirección: Paraje Mañero, carretera Ex-203, PK 76 (camino rural). Villanueva de la Vera (Cáceres). Teléfono: 927 11 55 09, 625 49 67 74 y 616 27 31 09. Instalaciones: jardín, piscina, salón de estar, biblioteca, comedor. Habitaciones: 8 dobles con baño, calefacción, aire acondicionado, televisión en color. Servicios: no tiene habitaciones adaptadas para discapacitados, animales domésticos prohibidos. Precios: desde 80 euros + 8% IVA la habitación doble, desayuno incluido.
El coche no llega hasta la entrada, lo que es indicativo del espíritu privado y natural que se pretende en el hotel. La puerta, casi siempre cerrada, anticipa una atmósfera tranquila y particular. Todo el interior respira ese aroma que muchos identifican como inherente al mundo rural: madera, barro, tejidos lacios, flores silvestres, ladrillo visto... Es el signo indeleble de otros tiempos, aunque la construcción apenas cuenta con seis años de antigüedad.
Las habitaciones cumplen con ese doble objetivo de acuartelar el sueño y recrear el ambiente de una casa corriente, pese a los doseles, en el campo extremeño. Chirrían los armatostes de la televisión predigital y las mesas de azulejos en su interior. Puesto a ser exigentes en confort, las camas merecerían un tamaño más generoso.
Abajo se encuentran el salón de estar, con una pequeña biblioteca, y el comedor, con una chimenea que se agradece en estos meses de rigor invernal. Pero lo mejor de la casa se encuentra en la fachada trasera, resguardada por un porche con vistas al secadero de higos -este sí, antiguo de verdad-, una piscina familiar, la selva vegetal de alrededor y las cresterías nevadas de Gredos.
En otoño, estas frondas sirven de escenario para salidas organizadas desde el hotel en unas simpáticas e instructivas jornadas micológicas. Y, a petición de grupos, se organizan también de cuando en cuando diversas actividades relacionadas con la expresión corporal.
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