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Reportaje:

Benítez pierde la batalla

Moratti despide al técnico del Inter porque dice que ya no tenía ni ganas ni paciencia de seguir con él - El español, que está de vacaciones en Liverpool, recibe un finiquito de tres millones

Eleonora Giovio

A Rafael Benítez ni le dio tiempo a recoger sus cosas de Appiano Gentile, la ciudad deportiva del Inter. La noticia del despido, "rescisión consensuada del contrato", según el comunicado del club, le pilló de vacaciones en Liverpool. Allí se marchó tras conquistar el Mundialito en Abu Dabi el sábado pasado y arremeter contra el presidente Moratti y los jugadores. La ruptura, según el propio Moratti, era "inevitable". Benítez, que tenía contrato hasta junio de 2012, se marcha tras haber cumplido apenas seis meses en el cargo (y con un finiquito de tres millones). Con él se van también su segundo, el preparador físico y el de porteros. Le sustituirá Leonardo.

En Milán, más de un empleado del club respiraba ayer aliviado. Desde los utileros hasta los médicos, lamentaban la falta de feeling y de diálogo -"no hablaba con nosotros"- con el técnico español, incapaz, según ellos, de forjar un ambiente de trabajo como el que creó José Mourinho.

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La última vez que Moratti echó a un entrenador a mitad de temporada fue en 2003. Le tocó a Héctor Cúper. "He aprendido de aquella experiencia", dijo el dueño del Inter hace un mes, cuando el equipo estaba estancado y no conseguía salir del bucle de lesiones y malos resultados. Daba a entender que no volvería a echar a un técnico a media campaña. "Hace una década lo habría hecho sin pensarlo, ahora me lo pienso una y otra vez", fueron sus palabras.

Se lo ha pensado cuatro días. Los que han pasado entre la vuelta desde Abu Dabi y el anuncio oficial. Esta vez era inevitable. "Lo siento por Benítez, pero vamos a empezar de cero", dijo. Y prosiguió: "Más allá de las declaraciones que hizo en el Mundialito, yo ya no estaba satisfecho. Después de oír los que dijo ya no tenía ni ganas ni paciencia de seguir con él. La ruptura era inevitable". Lo que dijo Benítez, primero a pie de campo con toda la plantilla celebrando el título y luego en la sala de prensa, era que no estaba dispuesto a seguir así.

Bueno, en realidad lanzó un ultimátum al presidente. Primero se quejó de que el club no invirtiera en fichajes -"me prometieron tres para ganarlo todo. No vino nadie. El año pasado se gastaron 80 millones; el anterior, 50. Conmigo se han gastado cero"- y luego puso sus condiciones. "No me gustó nada que se dudara de mi trabajo. Soy entrenador desde hace 25 años y he ganado mucho. Quiero el respaldo del club y el control de los jugadores dentro y fuera del campo. Hay tres caminos: uno es que me den apoyo y me fichen a cuatro o cinco jugadores antes del 29 de diciembre. Otro es seguir así, sin un proyecto y con un único culpable, que soy yo. Y el último es que hablen con mi agente", espetó. Él, que en seis años en el Liverpool hizo que el club se gastara 226 millones en fichar a 70 futbolistas, no perdonó a Moratti (que en los últimos quince años se ha gastado alrededor de 800 millones) que no le diera carta blanca.

Dos días después concedió una entrevista a Onda Cero declarando su sorpresa por lo que había leído en la prensa (sobre su inminente despido), que él se sentía entrenador del Inter y que estaba encantado de serlo. "Moratti se marchó enseguida con su avión privado, así que aquella era la única ocasión que tenía para decir públicamente algo que era obvio para el beneficio del club y del equipo", dijo justificando sus declaraciones.

Nadie en el club se lo perdonó. Primero, por las formas: se saltó los códigos del fútbol de lavar los paños sucios en casa. Y segundo, por el momento escogido. "Ha sido inadecuado", comentó Moratti. El técnico, en realidad, ya se sentía fuera del Inter y sus declaraciones sonaron a auto-eliminación. Si no hubiese dicho lo que dijo, ¿se habría quedado?, le preguntaron ayer a Moratti. "No sé", contestó. Era un no. Entre ellos nunca ha habido química. El dueño del Inter se encomendó a Benítez porque no había alternativa en el mercado, porque creía que su experiencia habría servido para que el equipo no perdiera la motivación tras el triplete. Nunca le concedió los plenos poderes que le exigía el técnico.

Ha levantado dos títulos, sí (Supercopa italiana y Mundialito), pero el Inter ha sufrido en seis meses 48 lesiones y una crisis de juego y de goles que no registraba desde hace una década. El campeón de Europa va séptimo en el calcio, aunque con dos partidos menos. De ahí que Moratti busque ahora no solo a un técnico sino a alguien que sepa también gestionar el grupo. Leonardo es un viejo amor del presidente. Le quiso como jugador, luego como dirigente y ahora ha conseguido convencerle para que se siente en el banquillo a partir del 29 de diciembre. "Se ha empeñado. Le quiere a toda costa, porque le gusta y además por aquello de que le va a doler al Milan", dicen fuentes del club. Leonardo llegó a la casa rossonera en 1992 y se marchó el año pasado por "incompatibilidad" con Silvio Berlusconi.

Benítez, en la banda durante la semifinal del Mundialito.
Benítez, en la banda durante la semifinal del Mundialito.GETTY

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.
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