"Los hay más guays que Dívar"
Pregunta. Su libro se llama Para qué servimos los jueces. ¿Sabe que no es una mala pregunta?
Respuesta. Efectivamente. Y deberían formularse para qué sirven los economistas, los médicos, los políticos, los notarios.
P. Los jueces ¿para qué sirven?
R. Pues para algo fundamental, que es tratar de solucionar conflictos. Y, sobre todo, para hacer cumplir las leyes.
P. En el libro critica a Conde-Pumpido, quien, por cierto, no sale muy airoso de los papeles de Wikileaks y los trapicheos con la Embajada americana.
R. Yo ahí marcaría dos niveles: el institucional, que en todos los países existe, con los embajadores, y que es más difícil con el Poder Judicial y más fácil con el ministerio fiscal, porque no es un órgano independiente; y la segunda parte es el contenido. A mí el contacto institucional me parece normal. Los contenidos ya...
P. ¿Le gusta que el embajador de EE UU juegue a ser el sheriff?
R. El embajador de Estados Unidos siempre juega a ser el sheriff en todos los países. Por Naciones Unidas circula un dicho en el que un embajador le pregunta a otro: "¿Tú sabes por qué nunca habrá un golpe de Estado en Estados Unidos?". "¿Por qué?". "Porque en Estados Unidos no hay embajador de Estados Unidos".
P. ¿Nos hemos cargado la jurisdicción universal?
R. Pues corren malos tiempos.
P. Y el presidente del Supremo, Dívar, diciendo que España no va a ser el gendarme del mundo.
R. Me parece que esas manifestaciones no son muy atinadas. Primero, por quien las hace, y segundo porque, además, no es cierto: hay muchos más procesos de jurisdicción universal fuera que dentro de España. De ochenta y tantos, España debe de llevar 10 o 12.
P. ¿Dívar es guay?
R. Hombre, yo creo que los hay más guays que Dívar.
P. ¿Por qué el Código Penal es tan benevolente con los corruptos?
R. Lo ha sido. Ahora parece que, el 23 de diciembre, al que le haya tocado la lotería a lo mejor se retira de corrupto, y entra en vigor el nuevo Código, que los castiga más.
P. A veces les toca la lotería reiteradamente y no se retiran. Fíjese en Fabra.
R. Sí. Y he visto que unos avispados han hecho unas participaciones de lotería con la foto de Fabra, y alegan que toca seguro. Es buenísimo.
P. Confiese que a usted siempre le ha gustado enredar.
R. Si enredar se llama a ser presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos, colaborar con Amnistía Internacional o ser miembro de la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra, pues sí, enredo mucho.
P. Dicen que es un vanidoso de manual.
R. Por supuesto. Tengo unas dosis de ego bastante subidas.
P. ¿Tan alto y guapo se ve?
R. En mi adolescencia, jugaba a baloncesto. Y dicen que no era mal parecido. Ahora...
P. Nota que ha bajado en sex appeal.
R. Sí, creo que sí. Y hay que suplirlo con otros temas.
P. Como Amnistía Internacional o los Juristas de Ginebra.
R. Con los de Amnistía Internacional se liga poco. Lo de los Juristas de Ginebra mola más. Pero no por la ginebra, ¿eh?
P. No se creerá la reina madre de Inglaterra.
R. Pues sigo sus enseñanzas. Soy un empedernido aficionado al gin tonic en sus muy diversas variantes.
P. Que tiemble la justicia: a ver si con 105 años vamos a verle aquí sentado.
R. No me dejarán aquí sentado, pero yo pienso seguir enredando todo lo que pueda.
P. ¿Dónde hay más pasteleo: en el Consejo del Poder Judicial o en el Supremo?
R. Hombre, incuestionablemente en el Consejo. El cambio de cromos está institucionalizado.
P. Usted, que no pudo ser Defensor del Pueblo, ¿qué es lo que quiere ahora?
R. Yo de mayor quiero ser como José Luis Sampedro, que tiene 93 años y está espléndido.
P. ¿Por qué se empeña en creerse un as del baloncesto?
R. Pues hace poco me abordó un señor en Málaga que me conocía de cuando yo jugaba al baloncesto en Valladolid.
P. ¿Se caracteriza por encestar a menudo?
R. En personales, sí. En tiros a media distancia, no tanto.
P. ¿Y se dopa?
R. Pues sí. Salíamos al campo algunas veces después de habernos tomado una fabada.
P. Es bastante culo inquieto. ¿No le va a dar algo con tanto viaje, tanto curso, tanta charla?
R. Yo tengo el lema, aparte del gin tonic, que ya le he contado, de una película de un cómico argentino, Luis Sandrini, que se titulaba Mientras el cuerpo aguante. Yo mientras el cuerpo aguante no pienso darle tregua.
Perfil
Con 74 años y dos hijos, que de pequeños le llamaban Marco Polo, porque cogía el coche y podía acabar, como lo hizo, en el Cabo Norte, se retira de la jurisdicción en unos meses, y le gustaría ir al Comité de Derechos Humanos de Ginebra (palabra que para él parece, más que una bebida, un mantra). Hace ocho kilómetros diarios de bicicleta estática y le encanta pasear a la orilla del mar.
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