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Columna
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Un golpe bajo

Manuel Rivas

Antes de la crisis, en el 2007, el matrimonio Aznar-Botella fue agasajado con una cena por el entonces embajador de Estados Unidos, Eduardo Aguirre, y su esposa. Según el cable que el diplomático envió luego a Washington y a una docena de embajadas relevantes, el ex presidente del Gobierno pintó un panorama desolador de la situación española. España no se rompe, pero poco le falta. Se está "erosionando", pero no es debido al urbanismo dopado que él mismo alentó, sino a las concesiones a Cataluña y Euskadi. Gracias a Wikileaks, y al histórico cable 114042, sabemos cómo Aznar coronó la sobremesa: "Si veo que España está realmente desesperada, quizá tendría que volver a la política nacional". Debería añadir: "Y si España no se desespera, ya me encargaré yo de que se ponga". Durante estos tres años, este gran patriota no ha desmayado nunca en su esperanzadora cruzada de ver a una España desesperada. No ha dejado nunca, como dirían los boxeadores, de "hacer sombras". No solo por medio de declaraciones catastróficas o de artículos apocalípticos. Ya solo con su silencioso poder presencial nos animaba a desesperarnos. Es de esos tipos que no engaña. En cada gesto, en cada mueca, telegrafía sus intenciones. Hasta que vino en su ayuda la crisis internacional, causada por una banda formada por Zapatero, Sócrates, Papandreu y la señora de la limpieza de Lehman Brothers, con el apoyo exterior de Willy Toledo y Hugo Chávez. El pasado 13 de diciembre, poco después del golpe angustioso que supuso la huelga salvaje del grupo patriótico Controladores del Aire, nuestro bailador de sombras escribió un nuevo artículo en The Wall Street Journal. Va mucho más allá de cualquier crítica política o económica razonada. Solo hay salvación en unas elecciones anticipadas, y siempre que los españoles voten como Dios manda. "No podemos esperar", concluye. Por favor, háganle caso antes de que se enfurezca más.

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