El inagotable vivero de A Madroa
El Celta B otea el ascenso a expensas de que los mayores también den el salto
La mayor parte de los jugadores que han estado a las órdenes de Milo Abelleira sienten un aprecio especial por el técnico pontevedrés, didáctico, respetuoso con la pelota, con un libreto que privilegia la posesión y el achique de espacios, un trabajador de los banquillos sin el pedigrí de una gran carrera como futbolista, pero que fue el último en llevar al filial del Celta, estandarte de una de las principales canteras de Galicia, a Segunda B. Hace casi diez años de aquel ascenso, tiempo en el que el equipo se ha consolidado y operado como trampolín a la elite para generaciones de futbolistas. En 2003, Milo emprendió otras aventuras hasta que hace dos veranos le volvieron a llamar desde la entidad celeste. En temporada y media ha conseguido reducir las distancias entre el primer equipo y su nodriza, tanto que podría darse el caso de que el Celta B tuviera que renunciar a un nuevo ascenso, en esta ocasión a Segunda A.
Abelleira dirige un equipo que privilegia la posesión y la presión al rival
El filial sigue líder de Segunda B pese a caer ayer 0-3 ante el Lugo
El supuesto semeja enrevesado, pero es más que factible. Y podría generar una tormenta que implicaría a terceros. Líder en su grupo de Segunda B desde el inicio de temporada a pesar de caer ayer en Barreiro ante el Lugo (0-3), el filial celtista adquiriría, de acabar primero la Liga, el derecho a disputar una eliminatoria con premio de ascenso directo contra uno de los campeones de los otros tres grupos. Se jugaría los días 22 y 29 de mayo mientras el Celta todavía compite en la antepenúltima y penúltima jornada de Segunda A. Sólo se vería abocado a renunciar a ella en el supuesto de que los mayores estuvieran entonces sin opciones de ascenso a Primera, extremo que parece improbable si se considera que esa posibilidad se ha abierto este año hasta el sexto clasificado. Pero el Celta B sólo podría cantar victoria si el Celta sube a Primera. Ambos equipos podrían jugar sendas promociones. Y ahí surge un carrusel de dudas con posibles ascensos en los despachos o sin bajar del autocar. Un galimatías que también puede afectar al Rayo Vallecano, en idéntica situación, con un filial bien clasificado en Segunda B.
En la Federación no ofrecen, a día de hoy, una solución. "No hay nada regulado, cuando se produzca cualquier situación no contemplada ya se regulará", responde un portavoz federativo, que empieza a olisquear a patata caliente. "Nosotros, a lo nuestro", zanja Abelleira, que habla de una doble misión: "Competir y formar". Es lo que tiene entrenar a un filial, que algunas pautas de trabajo cambian respecto a otros destinos. "Tienes que programar las tres o cuatro primeras sesiones de la semana enfocadas a aspectos formativos de los jugadores y las últimas a preparar el partido", matiza. No le molesta esa rutina a Milo, que pese a los buenos resultados no ha cerrado su continuidad en el Celta de cara al próximo ejercicio. Mientras se define su futuro trabaja para que se abra el de sus chicos. Por ejemplo el de Ikechi Anya, un futbolista de origen africano y pasaporte escocés y rumano, que el año pasado estuvo en el filial del Sevilla. "Puede jugar como delantero, mediapunta o por las dos bandas. Lo basa todo en su explosividad", resume el técnico, que no entiende como el club andaluz le dejó escapar.
Ikechi es el estilete de un combo que interpreta el fútbol a partir de la posesión, ataques masticados y asunción de riesgos defensivos con una línea muy adelantada. Un estilo que el ejercicio anterior también les llevó arriba hasta el inicio de la segunda vuelta. Luego les afectaron lesiones y necesidades del primer equipo. "Este año es diferente, no hay tanto infortunio y desde arriba sólo han tirado en un determinado momento de nuestros laterales", apunta. Quizás el próximo en subir sea Mateo Míguez. O no. Capitán del Celta B, está en un momento decisivo de su carrera tras cuatro años en el filial. Acaba contrato en junio, renovable por dos años si deciden darle cancha en el primer equipo. Para él supondría culminar un camino iniciado en benjamines. "Soy un producto de A Madroa", se define. Con Milo siente que completa su formación. "Se aprende, y mucho. Te da confianza para sacar la pelota jugada desde atrás sin miedo al fallo". Mateo piensa en la próxima temporada, pero por ahora sólo pide que no le nieguen la oportunidad de poder luchar por llevar al filial a Segunda.
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