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Reportaje:

236.756 Rodríguez y un Diaño

Los apellidos más frecuentes tienden a multiplicarse mientras muchos autóctonos han desaparecido o están en vías de extinción en una población gallega que decrece

Dioses hay muchos, exactamente 4.240; deuses, bastantes menos, 986; pero Diaño solo es uno y vive en Vigo. Porcos, son dos, el de Nigrán y el de Salceda de Caselas; cochos, 16; mientras que leitóns aún van sobreviviendo 131 a la matanza que han emprendido mano a mano los Rodríguez (236.756) y los Fernández (223.932). En tiempos como estos, de vacas tan escuálidas, ya es raro que a lo largo y ancho de toda Galicia no se hayan caído del padrón 33 personas que se apellidan Diñeiro (y que coinciden en número con los que lucen Barriga detrás de su nombre de pila), pero ya no quedan más que dos Herdeiro, uno en Cambados y otro en Ponteareas.

Mientras tanto, la maldición de apellidarse Pirola parece que también toca a su fin. Nada más que quedan tres en toda Galicia, ocupando su sitio entre Ourense y Pereiro de Aguiar. Y ya metidos en cuestiones anatómicas, resulta que hay un Orella que pierde el hilo frente a 12 orejas, al tiempo que quedan dos Manco y tres Malfeito, aunque hace años que se extinguieron de la faz de la tierra los que heredaron el apellido Eivado de algún antepasado que ciertamente lo era e instauró el mote como nombre de familia.

Quedan tres Pirola, un Orella, dos Manco, dos Porco y tres Malfeito
Desde el siglo XVI se tradujeron sistemáticamente al castellano
No hay ya ningún Xelmírez o Gelmírez, ningún Eivado, Mogor o Formiga
Los Espantoso tienen su origen en un sobrenombre halagador

Por contra, abundan los Garrido, los Gallardo, los Louzán, los Novo y los Bello (pese a que, en realidad, venga de Vello), porque a lo largo de los siglos han prevalecido los sobrenombres halagadores (a veces fruto de la ironía) frente a los menos amables. ¿Y qué pasa con Espantoso?, podría preguntar alguno de los 390 gallegos, repartidos por 51 ayuntamientos, que llevan con más o menos orgullo este apellido. Espantoso (que según la Real Academia Galega, es abominable, horroroso, arrepiante) perduró porque en gallego antiguo, como en portugués actual, significaba maravilloso, sorprendente, abraiante.

Desde la Edad Media, cuando los gallegos tenían sobrenombres en gallego, fueron construyéndose los apellidos sobre todo a partir de topónimos o alcumes, o en forma de patronímicos, que son los que a la larga terminarán imponiéndose. Antón Santamarina predice que en un par de siglos todos los gallegos serán Rodríguez porque, por pura matemática, triunfa la uniformidad. Los que abundan cada vez abundan más y los raros tienden a desaparecer.

Según la profesora de filología Ana Isabel Boullón, autora de la Cartografía dos Apelidos Galegos, hay, en la comunidad, 10.000 con un solo portador, al borde de la extinción. En este grupo se incluyen, por ejemplo, algunos procedentes de topónimos y nombres comunes como Belvís, Becerreá, Pedrafita, Láncara, Foz, Coruña, Sixirei, Nobás, Paíño, Esmoriz, Meixón o Costoia.

Claro que estos dos últimos no se pueden considerar víctimas directas de los Rodríguez, los Fernández, los González, los López, los García, los Pérez, los Martínez, los Vázquez, los Álvarez, los Gómez, los Castro y los Iglesias (que, por este orden, son los 12 apellidos más repetidos). Lo que los hirió de muerte fue la costumbre de traducir al castellano que desde el siglo XVI impusieron primero los archivos parroquiales y luego los amanuenses del Registro Civil. Hay 123 Meijón y 1.755 Costoya. Y ningún Gaioso frente a 2.299 gayosos. Y ningún Caxaraville frente a 645 cajaravilles. Veintitrés Seixas y 10 Seixo frente a 5.203 Seijas y 4.637 Seijo. Tres Preto frente a 14.568 Prieto. Cuarenta y dos netos contra 7.394 nietos. Dos Caxade contra 127 Cajade, como se diría no hace mucho, dispensando. Quince noias abrumados por 4.733 noyas. Cincuenta y seis Rei vencidos por 35.754 Rey que se dice hunden sus raíces en la inclusa de Santiago, "a Arquiña do Rei". Y cinco feixoos dominados por 6.763 feijoos. Aunque en peor situación están los Raxoi, que son cero, mientras que Rajoy quedan 180. La lista es eterna.

De los 50.000 apellidos diferentes que todavía se registran (porque algunos como Mogor o Formiga, e incluso otros tan ilustres como Xelmírez -o Gelmírez- no quedan más que en las sepulturas y en las placas del callejero), 10.000 más aparte de los 10.000 con un solo portador también están sentenciados. Según las estadísticas del Instituto da Lingua Galega, los llevan dos, tres o pocas más personas.

Es el caso de los Formariz, los Herbogo, los Tecelán, los Esquerdeiro, los Noalla, los Alfaiate, los Olive, los Chamizo o los Lidor. Estos últimos, originarios de O Corgo, tomaron el apelativo de un topónimo de la parroquia de Castrillón. En toda España se cuentan cuatro, tres en este municipio y uno más en Lugo. Son dos mujeres, de 50 y de 90 años, y dos varones de 57 y 66 que portan el apellido de segundo, por detrás de Pérez (126.875 registros en Galicia). Domingo Pérez Lidor es consciente del patrimonio inmaterial que se pierde con cada apellido que se extingue, pero a él, soltero y sin compromiso, la única posibilidad que le resta es dar la vuelta a los suyos en el Registro Civil y apurarse a tener descendencia.

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