_
_
_
_

Sangre con interés estratégico

Wikileaks reveló que para EE UU solo hay tres activos clave en España: uno de ellos es la farmacéutica Grifols - Una visita a sus entrañas explica por qué

Cristina Delgado

Si Estados Unidos creara una gran arca de Noé en la que guardar los lugares estratégicos del mundo, de España elegiría solo tres cosas: el estrecho de Gibraltar, el gasoducto que une la Península con Argelia y el Instituto Grifols, un fabricante de hemoderivados situado en Parets del Vallès. Cuando la pasada semana EL PAÍS publicó el contenido de la lista de activos estratégicos del Departamento de Estado de EE UU, filtrada por Wikileaks, la pregunta obligada fue: ¿por qué Grifols? La empresa abre las puertas de su fábrica para explicarlo. Deben de ser los únicos que están contentos por salir en los papeles secretos.

La farmacéutica catalana, especializada en medicamentos elaborados a partir de sangre humana, no es precisamente nueva. Fundada por el doctor José Antonio Grifols en 1940 y hoy presidida por su nieto, es un gigante de un sector con muy pocos jugadores a nivel mundial. Pertenece al Ibex 35, factura 918 millones y aun así es toda una desconocida para el gran público.

Los hemoderivados de la firma se fabrican con sangre de estadounidenses

A EE UU le interesa en especial uno de sus derivados de la sangre: la gammaglobulina. Porque la farmacéutica, a pesar de tener varias fábricas en Norteamérica, solo la fabrica en Parets del Vallès. "Somos estratégicos porque nuestros productos se usan para cuestiones de vida o muerte", resume el director del Instituto Grifols, Javier Jorba. Lo paradójico es que la sangre con la que se elaboran sus preciados medicamentos proviene de ciudadanos estadounidenses.Al entrar en las fábricas de Grifols, impacta el olor: a alcohol, a éter, a hospital. El complejo que el conglomerado tiene en Parets del Vallès está formado por varios edificios, cada uno dedicado a una filial. Lo que Estados Unidos ha señalado como "estratégico" es el Instituto Grifols, incluido en la división Grifols Bioscience, que fabrica los hemoderivados y supone el 70% de la facturación del grupo. Las otras divisiones hacen productos para el diagnóstico y maquinaria relacionada con la sangre.

El director del Instituto Grifols sujeta una botella de Flebogamma, la gammaglobulina que tanto interesa a EE UU. Es un envase de cristal anodino, con un líquido transparente. El doctor Jorba explica que ellos saben que es importante, aunque también lo son otros productos que elaboran, como la albúmina. Pero la albúmina la elaboran también en sus plantas de Estados Unidos, y la gammaglobulina, de momento, no (proyectan hacerlo dentro de poco). Cuando el sistema inmunológico de una persona no funciona y no puede luchar contra una enfermedad, este producto, elaborado a partir de proteínas de sangre humana, es su sustituto. El 8% de la gammaglobulina que se consume en Estados Unidos proviene de la fábrica catalana de Grifols.

En Cataluña la fabrican desde 1993, año en que empezaron a venderla en Alemania. Su proceso de fabricación en Grifols comienza cuando los ciudadanos de Estados Unidos donan sangre en uno de sus centros de recogida. En realidad no la donan, sino que la venden. De media, 30 dólares por extracción. Grifols tiene que importar el plasma de EE UU porque en Europa están prohibidos los bancos de sangre privados. Antes sí existían, y ese es precisamente el origen de Grifols: un banco de sangre en Barcelona. Pero en los años ochenta, con la extensión del sida, se prohibió su existencia. Y la catalana, que ya importaba parte de la sangre, se vio obligada a traerla toda de Estados Unidos.

El plasma extraído a estadounidenses viaja a España en barco. Va congelado, en un contenedor frigorífico con altísimas medidas de seguridad, de Houston a Rotterdam. De allí, al Vallès en camiones. Tras la descarga, 100 personas se ocupan del plasma. Cada donación es analizada individualmente, a pesar de que ya vienen cribadas (en Estados Unidos, quienes venden sangre son sometidos a exámenes médicos muy rigurosos). Pasa más de seis exámenes nuevos. Tras comprobar su seguridad y la fiabilidad de su etiquetado, el plasma se almacena tres meses para dar tiempo a que, si hay enfermedades incubándose en la muestra, estas den la cara.

Una vez validada la muestra, pasa al Instituto Grifols. Allí no permiten hacer fotos ni grabar. Trabajan en el centro cerca de 650 personas. Muchos parecen astronautas: trajes blancos impolutos, protectores en las manos, el pelo, los ojos, la boca, los pies... Las entradas cierran herméticamente, con tarjetas de seguridad. Las salas tienen diferente presión para que el aire salga por sus puertas con fuerza, en lugar de entrar y llevar consigo partículas. Todo de acero.

El plasma pasa diversos tratamientos. Es centrifugado y filtrado y sometido a varios cambios de temperatura para ir extrayendo lo más valioso: las proteínas, con las que se elaboran diversos productos para tratamientos posoperatorios, para enfermos de sida, para hemofílicos... Y al final del proceso, la sala de embotellado. La gammaglobulina es inyectada por una máquina estéril en botellas. Partirán hacia los hospitales de medio mundo. También a los de Estados Unidos. El plasma vuelve a casa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Cristina Delgado
Es subdirectora y se encarga de la edición digital de EL PAÍS. Antes fue redactora jefa de Economía, sección en la que se incorporó al periódico, en 2008. Licenciada en Periodismo y en Comunicación Audiovisual, ha realizado el máster UAM-ELPAIS y posgrados de información económica y gestión.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_