Cañizares: "Vivimos la noche oscura del ateísmo colectivo"
"Que todos vuelvan a Dios, porque su abandono está siendo, sin duda, el acontecimiento más grave de estos tiempos de indigencia en Occidente, al que no se le puede comparar otro en radicalidad y en sus gravísimas consecuencias deshumanizadoras". La frase resume el discurso pronunciado ayer por el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, durante su investidura como doctor honoris causa por la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia, que tuvo lugar en una abarrotada sala del Palau de les Arts.
La sociedad da la espalda a Dios en una actitud que en ocasiones camufla bajo una "religiosidad vacía". El "hombre occidental" aparece "vacío y desorientado, fugitivo de sí mismo y con unas aspiraciones o ideales prevalentes como: bienestar, dinero, sexo, evasión, goce narcisista, el vivir bien y disfrutar, el consumo y el gozar del cuerpo y de la vida en libertad omnímoda y la permisividad...". Se concede "más crédito a lo que dicen ciertas corrientes o creadores de opinión que a lo que enseñan el Papa o los obispos". "La gravísima quiebra económica" actual ha sido causada por un "desplome moral" previo. La Comunidad Valenciana, España, Occidente viven, en fin, "la noche oscura del ateísmo colectivo".
El cardenal describe una sociedad en crisis y una Iglesia asediada
"Se da más crédito a creadores de opinión que al Papa", afirma Cañizares
Cañizares, cuya adscripción al ala conservadora de la Iglesia es conocida, describió una sociedad en crisis por su alejamiento de Dios, y una institución eclesiástica asediada por un laicismo que pretende restringir la experiencia religiosa a la esfera privada de los ciudadanos. Lo hizo sin dejar una fisura a la autocrítica (algo que explique, por ejemplo, por qué la Iglesia es la tercera institución que menos confianza despierta entre los españoles, según la encuesta del CIS publicada ayer), y calificándose a sí mismo como un "perro guardián" que no puede permanecer callado ante la deriva que ha emprendido la sociedad.
Cañizares, a quien el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, calificó ayer de "profeta en su tierra", nació en Utiel en 1945. Fue ordenado sacerdote en el pequeño municipio valenciano de Sinarcas en 1970 y comenzó una intensa trayectoria que le llevó a ser nombrado obispo de Ávila, de Granada, de Toledo y posteriormente cardenal. Su elección como prefecto de la Congregación para el Culto Divino por el Papa Benedicto XVI a finales de 2008 no fue interpretada, sin embargo, como un avance, sino como una salida a la situación creada después de que Cañizares cayera derrotado ante Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, en la carrera por la presidencia de la Conferencia Episcopal Española.
La laudatio del cardenal corrió a cargo de José Tomás Raga, profesor y vice gran canciller de la Universidad Católica, que lo describió como un "hombre de Iglesia", que ha denunciado al laicismo como "una ideología fundamentalista, incapaz de aceptar cualquier otra posición diferente". Carlos Osoro, arzobispo de Valencia y Gran Canciller de la Católica, cerró el acto destacando la "gracia especial" que suponía la entrada de Cañizares en el claustro de profesores de su universidad: "Cuando está en juego la vida del ser humano, qué belleza tiene que incorporemos hombres de la talla de nuestro cardenal, que defiendan la verdad del hombre, su dignidad, el valor por el hecho ser hombre".
Nadie se lo quiso perder
La investidura de Antonio Cañizares como doctor honoris causa por la Universidad Católica San Vicente Mártir, congregó ayer en el Palau de les Arts de Valencia a cientos de personas. La mayoría, profesores de la casa, pero en la larga lista de agradecimientos que leyó el rector José Alfredo Peris figuraban también el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y la presidenta de las Cortes Valencianas, Milagrosa Martínez, que compartieron mesa presidencial con el arzobispo Carlos Osoro y el cardenal Agustín García-Gasco. Los cuatro se fundieron, junto a Cañizares, en un emotivo saludo a las puertas del palacio de la ópera valenciano.
En un plano secundario pudo verse al líder de los socialistas valencianos, Jorge Alarte, acompañado por la portavoz adjunta del PSPV en las Cortes, Carmen Ninet, que ocuparon asiento en la cuarta fila del anfiteatro y solo saludaron de forma breve y cálida al cardenal Cañizares una vez terminado el acto.
Entre el público había otros miembros del Gobierno valenciano (el vicepresidente del Consell Juan Cotino y el consejero de Educación, Alejandro Font de Mora), concejales del Ayuntamiento de Valencia (la alcaldesa Rita Barberá no asistió pero fue recuperada para el almuerzo que siguió a la investidura) y autoridades militares.
Espacio no convencional
Lo más llamativo del acto fue seguramente el lugar. A pesar de contar con un número creciente de instalaciones, la Católica se inclinó por el Palau de les Arts. Si el CEU-Cardenal Herrera escogió en enero de 2009 el Palau de la Música para distinguir al ex presidente del Gobierno José María Aznar, la Católica optó también por un escenario tan teatral como poco usual.
A nadie pareció extrañarle que una universidad privada hiciera uso de un espacio público. Hace tiempo que la Católica, protegida por Camps desde su creación, recibe terrenos en municipios valencianos, utiliza hospitales y otro tipo de centros públicos, como el Oceanogràfic, con total normalidad, sin pagar un euro y sin que prácticamente nadie lo haga siquiera notar. No parece, por lo visto ayer, que las críticas vayan a provenir del principal partido de la oposición.
Tampoco parece ir a menos la debilidad de Camps por la universidad de la Iglesia. Ayer, de nuevo, reivindicó las raíces cristianas del territorio valenciano, como demuestran los Borja o San Juan de Ribera. "Ya durante la época romana y visigoda", remató, "florecieron iglesias locales en Dénia, Elche, Xàtiva y Valencia, que permanecieron hasta la conquista de nuestros territorios por Jaume I y la creación de un Reino Cristiano".
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