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La Vila saca los colores a su centro

El Ayuntamiento diseña un plan para rehabilitar el degradado casco histórico

El centro histórico de La Vila Joiosa se distingue con facilidad. Son las conocidas 777 casas de colores que conforman un barrio declarado Bien de Interés Cultural (BIC) el 28 de noviembre de 2003. La ciudad ha vivido de espaldas a sus orígenes las últimas décadas, pero desde hace unos años todos los partidos políticos apuestan por la recuperación de uno de los barrios más bonitos de Alicante. Sin embargo, no han llegado a un consenso sobre cómo tratar urbanísticamente una zona que necesita del apoyo de todas las administraciones, dado su tamaño y el nivel de degradación al que llegó en los años ochenta del siglo pasado.

El centro histórico se ubica en un ángulo formado por la desembocadura del río Amadorio y el mar. La fachada marítima de este barrio y el resto de su conjunto mantienen la antigua tradición de los pescadores de pintar con colores llamativos las fachadas para distinguir su casa desde el mar y recibir mensajes familiares colgados de los balcones.

El Consistorio confía en atraer nuevos negocios a la zona
Los habitantes del barrio piden ayudas para restaurar sus casas
"Me tuve que ir porque era un foco de drogas", afirma un vecino

La Vila se fundó como ciudad nueva cristiana entre finales del siglo XIII y principios del XIV. En 1300 Bernat de Sarrià le concedió la Carta Pobla a un núcleo de población amurallado construido sobre el mismo montículo que 2.000 años antes habían ocupado los íberos. Lo que ahora es el centro histórico de la ciudad es, pues, aquella ciudad alegre (Vila Joiosa) que fue repoblada con gente de Cataluña y Aragón.

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Los sucesivos gobiernos del actual periodo democrático han desatendido uno de los barrios más históricos y bonitos de la Comunidad Valenciana, al que le llegó la protección pública hace solo siete años. La pavimentación de sus calles hace dos décadas o el establecimiento hace años de una línea de subvenciones a los vecinos para que pinten sin coste sus fachadas de colores forman parte de la operación de maquillaje del barrio, que, sin embargo, sufre daños estructurales. Se ha derrumbado alguna casa y otras están manifiestamente en peligro de caer.

El anterior gobierno aprobó la creación de una sociedad anónima para que el Ayuntamiento iniciara la explotación de sus inmuebles, pero el PP decidió no seguir adelante con esta iniciativa para buscar una solución definitiva. "Vamos a intentar consensuar un plan de futuro con todos los grupos políticos para que, gobierne quien sea, la recuperación del barrio deje de formar parte del debate político", afirma Marcos Zaragoza, el concejal del Centro Histórico. La última decisión ha sido una propuesta de soluciones técnicas de mejora de la movilidad y accesibilidad del núcleo histórico, que tiene como objetivo en un futuro la peatonalización.

Está en fase de redacción desde la anterior legislatura un Plan Especial de Protección y Conservación para el barrio, que se encargó a la Universidad Politécnica de Valencia, y que pretende ser "una herramienta urbanística para desarrollarlo económicamente". Pero su revitalización pasa, según Zaragoza, "por sensibilizar a la gente que ya vive, flexibilizar las medidas de apoyo a quien pretenda establecerse allí y crear una línea de bonificaciones en tasas e impuestos para que comiencen a crearse negocios". Uno de los objetivos es conseguir que el centro histórico de La Vila pueda llegar a tener la vida que, por ejemplo, atesora Altea La Vella, un núcleo más pequeño y con menos historia.

Para ello, el Ayuntamiento puede aportar 27 viviendas propias. Además, posee otros seis solares edificables por dejación de derechos de los posibles propietarios y su adquisición mediante prescripción en la década de los sesenta del siglo pasado.

Los propietarios privados también se mueven. Pepe Heredia, vicepresidente de la Asociación Gitana de La Vila, ha pagado casi 6.000 euros entre el proyecto y las tasas para rehabilitar una vivienda de 60 metros que compró por 78.000 euros para su hijo. Y el 80% de las licencias de obra que concede el Ayuntamiento son para el casco histórico. "Si tenemos que renunciar a una parte de los ingresos para ayudar a la rehabilitación de las viviendas, deberemos contar con ayudas supramunicipales", destaca el regidor.

Heredia reconoce que el barrio ha cambiado: "Me tuve que ir porque se había convertido en una atracción para el tráfico de drogas". Hoy, la mayoría de la población del barrio sigue siendo de raza gitana, pero la situación ha mejorado. De sus 964 vecinos, 665 son españoles y 299 extranjeros de 27 nacionalidades diferentes. La colonia más numerosa es la británica, con 73 residentes.

La presidenta de la Asociación de Vecinos, Francisca Vives, reclama ayudas para la rehabilitación de las viviendas: "Aquí casi todos somos de clase trabajadora y humilde". Pero también alaba el cambio experimentado en cuanto a la seguridad. Las reivindicaciones de los vecinos pasan ahora por "la mejora de la limpieza y la necesidad de contar con transporte público ante la falta de sitio para aparcar". Y, por supuesto, "darle vida con la aparición de negocios y tiendas".

A la recuperación del barrio contribuirá notablemente la regeneración del cauce del río recientemente inaugurada, la ya concluida reforma del paseo marítimo y el nacimiento de la Plaça del Castell donde antes había un colegio en desuso, todo financiado con fondos estatales.

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