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Columna
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Profesionales irresponsables

"Los aeropuertos recuperan la normalidad tras el paro de los controladores". Así titulaba, el pasado lunes, la noticia uno de los artículos con los que abría este diario su primera página de Andalucía. Si leías la noticia hasta el final también se destacaba la situación que en la madrugada del domingo sufrió un grupo de saharauis que terminaron el día durmiendo en la terminal sevillana. Dos de ellos, eran menores enfermos. Todos se quedaron sin calefacción a partir de las cuatro de la mañana, protegiéndose del frío con mantas que les facilitó la Cruz Roja. Esta historia, que se dio en el aeropuerto de Sevilla, se suma a otras muchas que tuvieron lugar en el resto de España. Personas que se quedaron sin boda, sin comer y hasta quien volaba con el cuerpo de su madre y terminaron cada una por un lado. Un sinfín de historias personales con crisis de ansiedad como denominador común y a las que se han sumado otras, como han sido las pérdidas millonarias que han ocasionado los controladores con su huelga salvaje y el daño que han hecho a la marca España a nivel turístico, lo que en Andalucía, por ser su primera fuente de ingresos, ha tenido mayor trascendencia.

Pues bien, cuando observas este panorama en el que pequeños y grandes dramas humanos se mezclan con daños al Estado en su imagen y en su recuperación económica; cuando observas también que los responsables de estas situaciones no solo no se disculpan con "aquello de que se les ha ido la mano" sino que arremeten contra periodistas y les insultan, el problema no es puntual. El problema es de fondo y tiene difícil solución. No caben engaños en su análisis. Y no caben engaños porque si de algo saben los controladores es de vuelos y de aeropuertos. De ahí que, a poco que se piense, el abandono masivo de sus puestos de trabajo puede fácilmente entenderse como una decisión, derivada de un proceso de reflexión en orden a su planteamiento y su ejecución con pleno conocimiento del daño personal y económico que iba a ocasionarse, y que se ha ocasionado. Y les ha dado igual emplear la fuerza frente a la sociedad, sin importarles las consecuencias, rechazando los instrumentos que la ley les concede para lograr sus objetivos. Tal vez, y por razones que en este momento no alcanzo a comprender, deben tener interiorizado un complejo de superioridad de tal magnitud que piensan que tienen derecho a todo y frente a todos. Si es así, y por su forma de actuar lo ha sido, es un comportamiento peligrosísimo. Y es peligrosísimo por cuanto los actores de este chantaje a los ciudadanos, privándoles de sus ilusiones; ignorando los daños que iban a ocasionar a familias enteras y despreciando los intereses del Estado, siguen sin dar una disculpa más allá de la que se escuchó en aquel hotel. No se han dado cuenta de su salvajada y si se dieron, como es de presumir por sus conocimientos, nada hace pensar que no puedan repetirla con este o con otro Gobierno.

Los aeropuertos ya han alcanzado la normalidad. Los ciudadanos, y pocas veces se ha alcanzado tal grado de unanimidad, estamos de acuerdo en que la decisión de militarizar ha sido totalmente acertada y ha determinado que en poco tiempo se acabe con este caos. Ahora corresponde exigir responsabilidades. La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía anda en estos menesteres. Las asociaciones de consumidores, también. Sanciones penales, laborales que lleguen hasta el despido se están esperando al igual que las reparaciones económicas a quienes han sufrido daños. Sin embargo, estas respuestas son insuficientes si no se da solución definitiva por todos los grupos políticos y se regula de forma eficaz a un colectivo de profesionales a los que que no les importa usar el chantaje contra los ciudadanos e ignorar las obligaciones de su hacer profesional si con ello mantienen sus privilegios.

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