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Consecuencias del caos en Barajas

Un billete para salir del laberinto

Los afectados por la huelga de controladores luchan en Barajas por superar la última prueba del caos aéreo: encontrar plaza en vuelos ya cubiertos

El viernes, sufrieron el primer impacto de la huelga: quedarse sin vuelo. El segundo, el sábado: permanecer en la estacada. El tercero, ayer: contemplar cómo, después de más de 50 horas tensas y frustrantes, empezaban a despegar aviones sin plaza para quienes perdieron sus viajes durante el caos causado por la huelga de controladores aéreos.

Muchas víctimas del paro comprobaron ayer cómo su situación aún podía empeorar. Se acabó el motín de los encargados de regular el tráfico de aviones, que volvieron a sus puestos amenazados por el decreto gubernamental del sábado (que prevé penas de cárcel para los controladores que se nieguen a ocupar su puesto), y los aviones volaron de nuevo. Pero los padecimientos de los afectados no acabaron con ello.

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Las aerolíneas vuelven a trabajar cumpliendo con los vuelos que tenían programados desde antes del caos, dejando en un limbo sin final preciso a quienes perdieron sus viajes el viernes y el sábado, que quedan en listas de espera. Ayer, a las siete de la tarde, en Barajas habían despegado 374 aviones y aterrizado 283, un tráfico menor que el que correspondería a un domingo de puente, según un portavoz del aeropuerto, debido a la dislocación general provocada por dos días de parón en el mayor aeropuerto de España.

El flujo se recupera poco a poco, pero el aeropuerto aparece habitado por un nuevo género de viajero: el pasajero del caos, un individuo atrapado en un submundo de pasillos, pantallas y oficinistas de aerolíneas que atienden hieráticos una madeja de quejas sin solución. Víctimas de un pulso entre el Gobierno y los controladores aéreos, los ciudadanos afectados intentan superar por su cuenta una prueba de estrés a la que cada cual responde como le permite su zarandeada cabeza.

A continuación se relatan cinco ejemplos de respuesta al caos entre los miles de pasajeros que empezaron ayer en Barajas a buscarse la vida para lograr un billete que les permita ver luz al final de este fatídico puente de la Constitución.

- Vencidos y frustrados. El problema de la falta de plazas en los aviones fue la puntilla a la deprimente historia de Enrique Alza y Sonia González, de 32 y 34 años, respectivamente, una pareja de novios de Pamplona que llegó el viernes al aeropuerto de Barajas para tomar un vuelo a Punta Cana (República Dominicana), donde iban a casarse este miércoles. Ayer, derrotados por la espera y la falta de esperanzas en conseguir una butaca que los llevara a tiempo a su destino, cogieron el coche y se volvieron a su ciudad.

Un año de preparativos, 20.000 euros de gastos para su enlace caribeño y, sobre todo, "la ilusión de una boda", como decía Enrique, quedaron sepultados al final de un laberinto de tres días de rumores, caminatas por pasillos y conflictos con cachazudos empleados.

Su frustración se disparó ayer a mediodía porque acudieron al aeropuerto con una bala en la recámara que resultó ser de fogueo. Según contaron Enrique y su padre, Jerónimo, una trabajadora de la compañía que los debía llevar a Punta Cana, Iberworld, les aseguró el sábado por la noche que los colaría ayer en el primer vuelo, ya que su caso era "especial". La ilusión les sirvió de alimento hasta que volvieron la mañana siguiente al puesto de facturación. La empleada que les dio aire, no estaba. Ni se la esperaba.

Nadie les ofreció una solución. El avión al Caribe estaba lleno y no había sitio para los 20 miembros de la expedición. La boda se esfumaba. Los nervios se afilaron y los afectados no pudieron evitar los insultos a los empleados de la compañía. El arrebato de rabia complicó la situación, pero amainó cuando llegó la policía y sirvió de mampara entre ellos, conscientes de que habían perdido la lucha, y los trabajadores sin soluciones.La huelga de controladores acabó con el sueño de la boda en Punta Cana de Enrique y Sonia. A la una de la tarde de ayer, derrotado, el novio recordaba todo lo que se había quedado por el camino. "El hotel, el cóctel de bienvenida, el barco para hacer una excursión, el papeleo de tres meses en el consulado dominicano en Bilbao, los sábados de trabajo para acumular días libres...". Enrique lo recordaba y lloraba. Todo al traste. Por la tarde, el grupo se deshizo y cada uno volvió a su destino.

- Reacción violenta. Ni Óscar Fernández ni sus tres amigos han podido viajar a Rumania a pasar el puente de la Constitución: "Nos daban un billete para el miércoles, pero es el mismo día que teníamos el de vuelta. Ya no tiene sentido. Nos volvemos a Bilbao", explica este joven, que fue detenido el sábado a las siete de la tarde por alterar el orden público. "También me acusan de atentado contra la autoridad, pero fueron ellos los que me golpearon", asegura Óscar, que muestra un parte de lesiones al tiempo que explica que fue golpeado durante su arresto. Según su relato, los agentes le detuvieron cuando estaba gritando a uno de los encargados de la compañía que había fletado su vuelo. "Me puse nervioso, lo reconozco, pero no creo que esa sea la forma de calmar a nadie", apunta este pasajero, que ya había protagonizado el mismo sábado otros dos incidentes. Óscar tenía intención de viajar junto a su novia rumana y otros dos amigos de la misma nacionalidad a la ciudad de Cluj-Napoca, en el noroeste de Rumania. "Mis padres habían matado un cerdo, pero al final no nos lo vamos a comer", se lamentaba Larisa. Al final, renuncian al viaje, aunque esperan recuperar el dinero de su billete. Pero no las tienen todas consigo: "No nos fiamos de la compañía a la que hemos comprado el billete, ya que nos dicen una cosa y al final hacen otra", mantiene el rumano Tiberiu, que da casi por perdidos unos 300 euros.

- Paciencia. Manuel Recio es natural de Huelva, ciudad en la que trabaja en el hospital Juan Ramón Jiménez. Junto a su mujer, Lenuta Bravie, tenía intención de pasar sus vacaciones viajando por varios países de Europa del Este. Tras llegar desde la ciudad andaluza a Madrid en un autobús, se enteraron de la huelga de controladores. No obstante, consiguieron que la compañía aérea les alojara en un hotel de Alcalá de Henares junto a otras personas. "Pero no nos dieron nada de cenar ni tampoco el desayuno. A primera hora del sábado nos dijeron que el autobús para Barajas se iba en media hora y que teníamos que esperar en el aeropuerto a que se resolviera todo". Y eso fue lo que hicieron él y su mujer, sin apenas alterarse. "Yo tengo un mes de vacaciones y mi mujer se dedica a recoger fresa, por lo que ahora mismo no tiene trabajo. Por eso no nos importa esperar, tenemos la paciencia a prueba de bombas". De hecho, durante las largas horas de espera en la T-1 de Barajas, Manuel hizo amistad con varios viajeros afectados. "Nos hemos intercambiado los teléfonos y cuando estemos en Rumania les haremos una visita, ya que no conocemos el lugar en el que viven", explica Lenuta a su marido.

Manuel destaca, con la sonrisa en la cara, que durante sus primeros días de vacaciones su mayor "tesoro" ha sido la manta que se trajo del hospital en el que trabaja. "Me sirve para todo. Para quitarme el frío e incluso como colchón". Al igual que el resto de afectados, permanece en el aeropuerto para salir cuanto antes. "En el momento en el que me llamen me subo al avión, que ya lo estoy deseando". Están seguro de que cuando vuelva a Huelva podrá contar "muchas anécdotas" de la huelga de controladores aéreos.

- Resignación. Ioan Radu Veres tenía que celebrar ayer su cumpleaños con su mujer y sus hijos en Budapest, pero al final tendrá que tomarse una copa en algún bar de Barajas. "Pero muy lejos de los míos. Me acaba de llamar mi mujer y casi me echo a llorar. Me ha dicho que ya no tiene sentido que vaya, porque iba para pocos días, y que la fiesta de cumpleaños que me habían preparado ya no tiene sentido porque no voy a estar". Quizá por eso este rumano que vive y trabaja en el municipio madrileño de Cenicientos, muy cerca de la provincia de Toledo, se ha pasado los dos últimos días frente al mostrador de la compañía Swissport, responsable de su vuelo. "Ahora me dicen que podré salir miércoles, pero que si en alguno de los vuelos anteriores hay plazas podré subir al avión. Esta noche podría salir para mi país", explica este hombre, que no se arriesga a llegar a su casa de Cenicientos a riesgo de que caiga una nevada que le impida de forma definitiva subirse al avión. Junto al resto de los pasajeros de su avión, Ion acudió a un supermercado de Madrid para no tener que pagar los precios "abusivos" del aeropuerto.

- Otro billete es posible. Jorge (nombre ficticio) no perdió la ilusión hasta el final. Por eso pidió que no se dijese su nombre, no fuese a ser que su compañía lo pusiese a la cola de la cola de los desahuciados. El viernes perdió un vuelo a Nueva York de una manera especialmente irritante. El avión avanzaba por la pista de despegue, les pidieron que se abrochasen los cinturones y a continuación les dijeron que se los podían quitar: "El espacio aéreo está cerrado".

Ayer, este pasajero contó su situación final en una sala de embarque del aeropuerto de Barajas. Unos 200 viajeros del vuelo perdido fueron a por una plaza. Y se encontraron "un overbooking del copón", como definió el hecho de que Iberia, su compañía, no tuviese sitio en sus naves para ellos.

Jorge contó que sobre las dos de la tarde la situación se volvió espinosa. La gente de su vuelo, unida en la desgracia, presionó para que les diesen salida de alguna manera. No lograban nada, así que unos pocos decidieron formar un muro delante de la puerta de embarque para que nadie viajase si ellos permanecían en tierra. "Los empleados de la compañía Iberia se fueron y volvieron al rato con la Guardia Civil", explicó Jorge. El muro desapareció, los pasajeros entraron y el avión voló.

La decisión de Jorge (al que le fueron prometiendo una y otra vez que acabaría teniendo plaza, según su versión) fue comprar un billete de otra compañía para hoy. Iberia le devolverá el dinero. El nuevo tique tiene un precio similar. "Lo comido por lo servido", resumió Jorge a última hora de ayer, cuando todavía quedaban por Barajas pasajeros penando con sus problemas individuales, estancados por un desajuste general de horarios que, aún hoy, según dijo ayer el Gobierno, no estará del todo resuelto.

Diversos viajeros transitan por el interior de la T-4, después de que el aeropuerto comenzará a funcionar a pleno rendimiento.
Diversos viajeros transitan por el interior de la T-4, después de que el aeropuerto comenzará a funcionar a pleno rendimiento.ULY MARTÍN

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