Euforia en los mercados a la espera de que el BCE actúe como cortafuegos de la crisis
La Bolsa española se dispara un 4,4% y la prima de riesgo se reduce a 250 puntos - Los inversores confían en que Trichet anuncie compras de deuda pública
Todas las esperanzas están puestas hoy en un hombre: Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE). Los inversores esperan que el guardián del euro actúe como cortafuegos ante la crisis de la deuda soberana que se ha ido extendiendo por los países periféricos de la unión monetaria. Tras sus palabras del martes por la tarde en el Parlamento Europeo, según las cuales se estaba minusvalorando la determinación de los dirigentes de la zona euro para hacer frente a la crisis, los mercados reaccionaron ayer con euforia a la espera de la reunión de hoy del BCE.
El Ibex 35 español, con los bancos a la cabeza, se disparó un 4,4% en su mayor subida en un día desde mayo pasado, cuando la UE acordó crear el fondo de rescate con el que hacer frente a la crisis griega. La prima de riesgo o rentabilidad extra exigida al bono español a 10 años, que el día anterior había rozado los 300 puntos básicos (3 puntos porcentuales), cayó hasta los 250 puntos básicos. Los demás índices bursátiles europeos también subieron, aunque con menor fuerza. A la mejora española también contribuyeron algo las nuevas medidas anunciadas por el Gobierno español para reducir la deuda, como las privatizaciones de AENA y Loterías.
Bruselas subraya que el BCE tiene "un papel clave" para defender el euro
La mejora allana el camino a la subasta de bonos del Tesoro de hoy
Pero lo decisivo fue el mensaje de Trichet y la esperanza de que ese mensaje del martes se concrete hoy en hechos. La gran esperanza de los tenedores de deuda (y de los emisores, es decir, los Estados) es que el BCE anuncie compromisos contundentes de compra de bonos en los mercados. Fuentes del mercado señalan que el BCE ya estuvo ayer activo en estas compras dentro del programa que tiene en vigor, pero lo que se espera es un anuncio más potente, combinado con la clarificación de las medidas de liquidez para la banca, pues hoy por hoy hay incertidumbre sobre cuándo expirarán y qué forma tomarán.
Trichet ya advirtió que abrir el debate -como hizo la canciller alemana, Angela Merkel, con la ayuda del presidente francés, Nicolas Sarkozy- sobre la participación privada en los rescates de los países con problemas de solvencia era como abrir la caja de los truenos. Eso le valió un enfrentamiento directo con Sarkozy en la última cumbre europea. Pero el tiempo le ha dado la razón a toda velocidad. Los paños calientes que los ministros de Economía pusieron a la propuesta primero en Seúl, durante la cumbre del G-20, y luego en Bruselas, en el Ecofin del pasado domingo, ni impidieron que se precipitase el rescate de Irlanda, ni evitaron que la crisis de la deuda se contagie a otros países, entre ellos España. Y después de que la alarma de Trichet no sirviera para prevenir el incendio, ahora las autoridades europeas recurren a él como bombero.
El comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, defendió ayer las medidas tomadas el domingo por el Ecofin (el rescate de 85.000 millones a Irlanda y la propuesta de crear un fondo de rescate permanente en el que la participación privada lo sería solo en última instancia), pero a la vez subrayó que esas decisiones "pueden proporcionar unas bases sólidas para la continuación de las medidas de estabilización por parte del BCE, que ha desempeñado un papel clave en la estabilidad financiera de la zona euro, por ejemplo el pasado mayo". En mayo fue justo cuando el BCE anunció, a la vez que se creaba el fondo de rescate temporal, el inicio de un programa de compra de deuda que calmó a los mercados.
Miembros del BCE criticaron esa decisión y la intervención del banco central en los mercados ha sido tímida. Algunos analistas especulan con que sería necesario anunciar un programa para comprar hasta un billón de euros para estabilizar a los mercados.
La compra de bonos (o quizá el mero anuncio de la misma) puede aliviar la presión sobre países, como España, en los que se han cebado los inversores sin que sus fundamentales (sobre todo el nivel de deuda pública, la salud del sistema financiero y el cumplimiento de sus objetivos de reducción de déficit) lo justifiquen. Si no, el riesgo es que la presión de los inversores, es decir, su apuesta por que España necesitará el rescate, termine siendo una profecía que se autocumple, al dificultar y encarecer la financiación.
En los mercados últimamente son frecuentes los días en que todo sale mal. Pero ayer fue justo al revés. A las esperanzas puestas en Trichet se unieron datos favorables de producción industrial en China y de empleo en Estados Unidos. Además, durante el día circularon rumores, desmentidos luego desde Washington, de que EE UU apoyaba -a través del FMI- una ampliación del fondo de rescate europeo que se estaría negociando.
La mejora de ayer allana el camino para la subasta española de hoy de bonos a tres años. La rentabilidad de estos títulos en el mercado cayó ayer del 4,26% al 3,97%.
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