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Reportaje:MÚSICA

Cuando soñar no es de ingenuos

El pueblo es tan pequeño que todo su casco antiguo huele a leña quemada sólo por efecto de dos chimeneas que, hogareñas, calientan una mañana bajo el sol. Es Bescanó, cerca de Girona, donde una troupe de músicos ensayan en su pintiparado y renovado teatro municipal un espectáculo que se estrena hoy en el Festival Temporada Alta, cuyo director, Salvador Sunyer, fue uno de los impulsores de la colaboración entre dos orfebres de lo diminuto. Uno de ellos, Albert Pla, fuma despeinado a la entrada del teatro enfundado en desaliños que parecen tomados al albur de un ropero desatendido. El otro, Pascal Comelade, aparece al rato vestido como siempre de negro, transportando sus pianos de juguete, con ese inefable aire de científico ensimismado en sus quehaceres. Juntos preparan Somiatruites -soñador-, un espectáculo cautivador que capta en forma de canciones aquellos instantes previos a la llegada del sueño cuando adormecidos pero aún despiertos nos imaginamos libres.

Pla musita. Apenas se le escucha. Canta como si no quisiera despertarse 'El cuarto de los trastos'

"Me lo estoy pasando pipa", dice Albert exhalando el humo de lo que fuma. "Las canciones de Pascal son excelentes, sugieren infinidad de letras y además ya tienen los arreglos escritos", dice Pla tras una sonrisa que invita al interlocutor a acabar la frase añadiendo mentalmente "y así no los he tenido que escribir yo mismo". Porque, en efecto, Pla no ha escrito canciones nuevas, o no lo ha hecho tal y como se entiende en el mundo de los demás artistas: Pla ha tomado el repertorio de Pascal Comelade, instrumental, tocado con juguetes, cargado de política más allá de su aire naíf e ingenuo, y le ha puesto letras. "Las canciones de Comelade sugieren muchas imágenes, me he tenido que frenar", dice Pla como excusándose de haber sido víctima de una incontinencia creativa propia de manosear el material de este músico franco-catalán (madre cocinera experta en cocina medieval, padre psiquiatra) de larga trayectoria siempre en clave de miniaturista de las sonoridades. Las circunstancias los crían y ellos se juntan.

Dentro del teatro la oscuridad contrasta con la brutal tonalidad azul de un cielo de otoño. Una pareja de artistas le meten mano a dos figuras de guiñol de aspecto patibulario. Una de ellas es enorme, del tamaño propio de alguien aquejado de gigantismo. Tiene la expresión de un menguado. Un ojo está a punto de escaparle de la órbita mientras el otro aparece semioculto entre pliegues de piel baqueteada. La mandíbula recuerda a Tiburón, aquel antagonista de 007 que resolvía sus cuitas a dentelladas. Se llama DJ Crepúsculo y es uno de los personajes del espectáculo. En el rincón opuesto descansan dos gemelas siamesas de cabeza apepinada, rasurada y rematada por unos surtidores de cabello, peinado vertical que acentúa lo extraño de sus testas. Son las hermanas Superglú. "Pla quería que fuesen personajes excéntricos, y al final hicimos construir éstos", dicen los hermanos Farrés, encargados de la manipulación de estas estrellas recién llegadas al mundo de la música. Sumerge un Farrés las manos en las interioridades de Crepúsculo y éste mueve su mano deslizándola sobre un disco para hacer un buen rascado.

Los músicos están en sus lugares. Comelade se sienta en un extremo con sus pianos acústicos, dos de ellos minúsculos, casi de Lilliput. A su izquierda están DJ Crepúsculo, Jordi Busquets -guitarrista habitual de Quimi Portet-, Albert Pla, Iván Telefúnkez -guitarras y quincalla, músico regular de Comelade- y David Sáenz de Buruaga, casi tan alto como su instrumento, cierra con su contrabajo eléctrico el escenario por el otro extremo. Las letras de los temas están a los pies de Pla, escritas en catalán fonético. "Cuando nos vayamos por España las traduciremos para que se entiendan bien", comenta Pedro Páramo, el huesudo y rulfiano representante de Pla. Ya ha cerrado siete fechas en Cataluña y también le han dado cita en Logroño, Castellón, Fuenlabrada, Gijón, Sevilla, Málaga y Granada. De momento, claro, porque esto aún no ha comenzado. Pero el ensayo sí. Se impone el silencio.

Una tenue luz ilumina la negra figura de Pascal recogido sobre su piano como un signo de interrogación, mientras un foco diminuto barre la escena con su tímido haz. Pla musita. Apenas se le escucha. Canta como si no quisiera despertarse El cuarto de los trastos, la canción que hoy por hoy abre el espectáculo. Una ventana se dibuja contra el fondo negro del escenario y una golondrina de cartón surca el aire por detrás de los músicos. La escena tiene una extraña belleza que discurre paralela a la ternura de la melodía. Un pañuelo se pregunta en la letra si conocerá mundo, lamentando haber pasado por la vida sin pena ni gloria. Una novia guiñol tiembla sobre el piano no se sabe si de alegría, arrobo, tristeza o inquietud. Suena después un tema de Pascal sin letra, su popular L'argot du bruit, que da paso a una presentación cantada. Haciendo bueno el estado de duermevela, Pla va introduciendo a los músicos mientras sus instrumentos entran a medida que son evocados por la voz. Pura delicadeza.

En esta tónica pasan de puntillas por escena casi veinte piezas, de las cuales unas pocas no han recibido letra de Pla y apenas cuatro -Somiatruites, Ciego, 5221 y La nana de L'Antonio- pertenecían ya a su repertorio. Destacan Vals de la casa buida, que forma parte del cancionero que Comelade interpreta con el poeta Enric Casasses y que así ya tiene dos letras; Antònia Font, un humorístico homenaje al grupo mallorquín; Demá, el canto a todas aquellas cosas que posponemos porque las haremos mañana; Loco, con un solo de regadera a cargo de Telefúnkez; Love to soon, la pieza que cantó PJ Harvey y que ahora Pla interpreta en inglés respetando la letra original, y Adiós terrícolas, que se abre con un mensaje muy críptico: "Adiós terrícolas, que os den pol culo".

"Lo que me gusta de este proyecto es la situación", dice Comelade a la hora de la comida, "el concepto de espectáculo, el momento. Aquí soy sólo un pianista, no es mi orquesta acompañando a Pla. No me han llamado como otras veces para versionarme, han cogido mis temas, treinta años de política instrumental, y les han puesto letras. Nunca me había pasado algo tan radical". Mientras tanto, Pla come al otro extremo de la mesa leyendo despreocupadamente el diario. No es hombre de palabras sino de música y acción. "No tenía ni idea de que lo estaba haciendo", continúa Comelade, "vino un día, comimos y me pasó un disco con un montón de temas míos con letra suya. Me quedé atónito". Allí empezó todo. Y no fue un sueño.

Somiatruites. Albert Pla y Pascal Comelade. Temporada Alta. Teatro Municipal de Girona. Hoy, a las 21.00, y mañana, a las 19.00. www.temporada-alta.net. Teatre Lliure. Barcelona. Del 9 al 12 de diciembre. www.teatrelliure.com.

Pascal Comelade (a la izquierda, sentado) y Albert Pla (a su lado), en una escena de <i>Somiatruites.</i>
Pascal Comelade (a la izquierda, sentado) y Albert Pla (a su lado), en una escena de Somiatruites.David Ruano

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