El río de la vida
El río de la vida (1976) de Maclean es un libro con halo mítico, un espléndido ejercicio de memoria afectiva, una notable contribución al topos de la vida como un río que va a dar al mar, que es el morir, una novela de aprendizaje a la vieja usanza y una lección en toda regla de cómo esgrimir la primera persona como si se tratase de un estilete emocional, entre la introspección y la observación del entorno. Y también es, claro, un relato iniciático, y para muchos es sobre todo un tratado de pesca con mosca en el río, y posiblemente uno de los mejores cantos a la naturaleza que se han escrito nunca en prosa, un retrato del espacio edénico con conflicto familiar de fondo. En efecto, de repente el último verano en el que el jovencito Norman Maclean pescó junto a su hermano Paul y su adusto padre, pastor presbiteriano, en un río de Montana que adquirió forma de escuela de la vida en la que se aplica la vieja gramática horaciana del delectare y el prodesse, enseñar divirtiendo, educar al hijo sin que el hijo se sienta aleccionado. La novela breve de Maclean, en la que se inspiró la película de Robert Redford, es una hermosa historia de sentimientos ambiguos acerca de los distintos modos de afrontar la vida, y puede entenderse como un taller de hermenéutica vital con implicaciones religiosas, morales y culturales de primer orden, no en vano hablamos de un texto personalísimo cuya primera frase reza "en nuestra familia no había una separación clara entre religión y pesca con mosca". En este relato clásico de fuerza, pasión y moral, que Hemingway hubiese aplaudido, Maclean ejerce la memoria, aunque en realidad no hace sino reconstruir el recuerdo desde la perspectiva de lo que pudo haber sido y no fue, y desde esa óptica confiesa, al final del trayecto, "me gusta contar historias que sean ciertas", aunque tal vez no ocurrieran como el relato realmente nos las cuenta.
El río de la vida
Norman Maclean
Traducción de Luis Murillo Fort
Libros del Asteroide. Barcelona, 2010
314 páginas. 18,95 euros
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