Bailongos sin remisión

A veces la condición de moderno puede resultar engorrosa. Porque bautizar a tu modernísimo artilugio funk-punk bailable quizás parezca ingenioso y excitante a nivel gráfico, pero ni siquiera el nuevo catecismo de la Real Academia nos aclara cómo demonios verbalizar el nombre de los interfectos. La solución Chk Chk Chk, como un chasquido reiterado, suena a voz de cabrero: tan entrañable como, intuimos, alejada del ideario californiano. Solo después de un concierto tan arrollador como el de anoche en La Riviera podemos reconciliarnos con estos chicos y sus ocurrencias estrafalarias. Nacidos para bailar sin freno ni remisión, los Chk pulverizaron miles de kilocalorías en una sala ocupada en sus dos terceras partes y convertida en sudorina ininterrumpida y frenética.
La fórmula apenas ha experimentado variaciones en la última década, pero ofrece pocos motivos de objeción: bases poderosas, bajos pesados y martilleantes, guitarras tan revoltosas como las de la mejor música negra de los años setenta. Cuando encima sumamos la voz de la cantante de color Shannon Funchess, con aromas de soul incandescente, los resultados invitan a la intervención del cuerpo de bomberos.
El cantante, Nic Offer, carece de una voz abrumadora y no es ni sexy ni muy saleroso en sus movimientos sobre el escenario, pero se comporta como si lo fuera: con desinhibición absoluta. Al segundo tema ya le teníamos coqueteando a escasos centímetros de los espectadores, dejándose jalear y sobetear, emitiendo grititos con el micrófono metido en la boca. Y durante toda la noche no paró de castigar sus caderas hasta el borde de la dislocación.
A veces no recuerdan tanto a contemporáneos como Hot Chip o LCD Soundsystem como a los primeros y juguetones Talking Heads. En su flamante cuarto disco, AM/FM o The most certain sure, con las que abrieron juego, invitan a la euforia. Incluso en noviembre. Incluso sin un triste bis.
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