_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Chivo bíblico

Que los trazos de la política económica del gobierno de Madrid, presidido desde el 2004 por Rodriguez Zapatero, tuvieron y tienen aciertos y desaciertos, es casi de sentido común. Desde una óptica socialdemócrata era de difícil digestión la reducción de los 400 euros en nuestros impuestos, medida anunciada en periodo electoral; o la gratificación monetaria por nacimiento de un hijo, que vendría al mundo en crisis no con un pan bajo el brazo sino con la panadería entera, si nacía en tierras valencianas. Aquí a la gratificación del gobierno central se le hubiese tenido que sumar otra suma de euros mayor, prometida, también con vista fija en unas urnas cercanas, por el Gobierno de derechas autonómico, más ferviente partidario éste de la familia numerosa que el descristianizado Gobierno de Madrid. Todo ello y algo más cuando la crisis ya había mostrado sus patitas allende nuestras fronteras. Una crisis que, poco después de las últimas elecciones legislativas se nos presentó aquí con mayor crudeza, porque a la irracionalidad de las finanzas internacionales vino a sumarse la sinrazón económica de la burbuja inmobiliaria con una base especulativa que se distinguía a leguas. Se desinfló en días el globo del ladrillo, y llegaron las galopantes cifras del paro, y no se debía gastar más que se ingresaba, y el déficit y el euro que se podía ir a pique, y el endeudamiento, y lo que ustedes quieran y hayan visto a diario, u oído donde el barbero, que no deja de ser un ágora interesante. Rodríguez Zapatero giró el volante, se dirigió hacia la carretera estrecha y dijo aquello de apretarse la correa, porque era mucho más necesario ceñirse los pantalones que ganar las elecciones venideras: unas medidas acertadas o desacertadas quizás, aunque responsables ante el escenario económico que escondían las cortinas falaces del desarrollismo de los dos últimos lustros; unos lustros durante los cuales tanto los conservadores del PP como los socialdemócratas del PSOE que tuvieron capacidad de decisión en materia económica, fueron, en gran parte, responsables, que no angelitos inocentes, de la situación que se generaba.

Y por donde el peluquero unisex se habla de las medidas restrictivas del Gobierno de central, pero se desconocen los trazos y medidas económicas del PP para salir, cuando sea, de la crisis. A la parroquia de la barbería valenciana le llega incesante el martilleo que señala a Rodríguez Zapatero como responsable de los recortes, de los millones de parados, del aumento de la contribución catastral en Castellón y de la defenestración de Praga. Es el martilleo de una derecha conservadora sin alternativas ante la crisis con un chivo expiatorio y bíblico sobre el que han de caer los pecados propios y ajenos, y que merece el destierro en el desierto, el insulto y el escupitajo. Zapatero es su Azazel, el demonio hebreo, purificador de culpas colectivas. Pero lo del chivo expiatorio fue siempre un engaño, una vileza, demasiado frecuente en la historia de los pueblos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_