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EL CORNER INGLÉS
Columna
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Entre la carcajada y la compasión

"Un ejército de ovejas al mando de un león vencería a un ejército de leones al mando de una oveja". Dicho árabe.

El que no sienta un atisbo de compasión por el Manchester City tiene el corazón de piedra. Será el club de fútbol más rico del mundo, con un dueño árabe que en dos años se ha gastado 350 millones de euros en fichajes, pero las cosas le van tan desastrosamente mal que uno se siente obligado a frenar el impulso natural de morirse de la risa.

Tras un comienzo de temporada más o menos prometedor, han perdido tres partidos consecutivos. Contra el Arsenal en casa concedieron tres goles sin marcar; después perdieron 2-1 contra el recién ascendido Wolves (valor total de su plantilla: 30 millones); y esta semana, en la Liga Europa, una derrota de 3 a 1 contra Lech Poznan, equipo que languidece en las antípodas de la Primera División polaca. El juego del equipo da ganas de llorar. Mejor sacarse una muela, o angustiarse en la cola de seguridad de un aeropuerto estadounidense, o intentar darse de baja (o, incluso, de alta) con Telefónica que dedicar una hora y media de vida a un partido del City.

Un juego de chapas entre dos niños de cinco años fluye más que el fútbol del City, el club más rico del mundo

Por más que les paguen el doble, o el triple, de lo que ganaban en España, ¡cómo debe de echar de menos Yaya Touré su etapa en el Barcelona y David Silva la suya en el Valencia! Un juego de Subbuteo (los mayores -los del mundo prePlaystation- lo recordarán) o de chapas entre dos niños de cinco años fluye más que el fútbol del City.

Los jugadores lo saben y el mal rollo en el vestuario es de sobra conocido. Ni en el campo disimulan su malestar. Yaya Touré (el jugador mejor pagado de la historia de la Premier) y el inglés James Milner casi acabaron a palos durante la derrota ante el Arsenal. Después de aquel partido el agente del marfileño dijo que en opinión de su cliente algunos de sus compañeros carecían de ambición, ya que "consideran que quedar cuartos en la Liga sería toda una hazaña".

A Touré, que es musulmán, tampoco le debe de hacer mucha gracia la costumbre de sus compañeros ingleses de emborracharse, a veces a lo bestia, en sus días libres. Ni al señor que les paga los sueldos, Su Alteza el jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahyan de Abu Dabi. Roberto Mancini, el entrenador desde diciembre del año pasado, ya había advertido públicamente a sus jugadores esta temporada que no había lugar en el fútbol profesional para la cultura inglesa de la bebida. No le hicieron mucho caso. El fin de semana pasado, en plena crisis futbolística, salió la noticia de que cuatro integrantes de la plantilla habían sido pillados en un vídeo bebiendo alcohol directamente de la botella en una desenfrenada fiesta de universitarios escoceses.

A Mancini uno le respeta por sus tres campeonatos al mando del Inter de Milán y le tiene simpatía por su trayectoria como jugador. Era uno de esos futbolistas finos que a veces emergen del pantano de la Serie A. Hoy el hombre emana el tufo de un condenado. Como dicen en Inglaterra, recordando el título de una película de Hollywood sobre un preso en el corredor de la muerte, tiene toda la pinta de un dead man walking: un hombre muerto caminando. El equipo que presume de gobernar es mucho menos que la suma de sus partes y los jugadores, según cuentan insistentemente en los medios, le han perdido el respeto. Cuando el italiano trata de ponerse duro se mofan de él.

Después de perder el jueves contra el Lech Poznan, Mancini ofreció la triste excusa de que su equipo había tenido mala suerte. "Tenemos 20 buenos jugadores y podemos cambiar", dijo. "Pero solo si nos mantenemos unidos". E aquí el problema. El primero en no permanecer unido al City parece que va a ser el propio Mancini. Hoy por hoy, hay bastante más probabilidad de que estas Navidades coma panettone que Christmas pudding.

Decían en la prensa deportiva española e inglesa esta semana que Dani Alves, el lateral izquierdo del Barcelona, se planteaba ir al Manchester City si el club catalán no le ofrecía un contrato que se acercara más a los 250.000 euros semanales que recibe su ex compañero Touré. Un pequeño consejo para el brasileño: que se lo piense 250.000 veces.

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