Kilos de más
El líder de la oposición, y previsible próximo presidente del Gobierno de España, ha adelantado por fin el eje de su programa: adelgazar la Administración. Las Administraciones. A comenzar por las autonómicas. De acuerdo. Por ahí va bien Rajoy. En España hay que adelgazar todo. La realidad misma tiene unos cuantos kilos de más. Hasta el lenguaje está pesado, grasiento. Hay instituciones que ni siquiera deberían adelgazar. Lo natural sería suprimirlas. Las Diputaciones, por ejemplo. Pero con las Diputaciones pasa en España lo que con la dinastía coreana de los Kim Jong. Nos sobrevivirán a todos, precisamente porque nadie sabe muy bien para qué sirven. En el Plan de Adelgazamiento Nacional también podría echar una mano la Iglesia, financiada con generosidad por este Estado pecador. Es verdad que la Iglesia presta grandes servicios a la comunidad por medio de Cáritas y Manos Unidas. Pero esa labor social, esa Iglesia del pesebre, contrasta con el dispendio que rodea a las giras del jefe del Vaticano. Por unas horas de estancia en Santiago, la Administración pública va a gastar equis millones de euros. Se justifica, dicen, por la proyección internacional que el Papa dará a la ciudad del apóstol. Yo creo que es al revés. Que es Santiago el que le puede levantar la paletilla al pálido Ratzinger, dispensando. En su origen, el mito de Compostela no costó ni un euro. La inventio o descubrimiento fue obra del colega Paio, un eremita flaco, que se alimentaba con luz y niebla, y que no tenía ni un celular para contarlo por Twitter. Pero adelgazar, puestos a adelgazar, lo que hay que adelgazar en España es la corrupción. Los hechos y los nombres están ahí, con muchos kilos de más. Rajoy lo sabe. Si mantiene su inacción, solo podremos encomendarnos a la policía judicial y al señor apóstol. Y a los ciudadanos a quienes repugne vivir en un régimen de sombra y grasa.
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