Tránsfugas de religión
En el panorama de la descristianización general de Europa cabe incluir el transfuguismo religioso, como es el caso de la cuñada del ex premier británico Tony Blair, que acaba de transitar felizmente de Roma al islam.
Lauren Booth, hermana de la esposa del líder de la tercera vía, ha anunciado que hace dos meses, en una visita al gran centro islámico de Qom, en Irán, tuvo su gran revelación. Y, así, cuando solo va, según propia confesión, por la página 60 del Corán, ya profesa la fe de Mahoma, es de suponer que en versión chií, como la del difunto ayatolá Jomeini.
En la familia Blair-Booth ya existía una cierta tradición de mudanza religiosa. El que fuera primer ministro había sido educado en la fe anglicana, rama del anglo-catolicismo que apenas se distingue del catolicismo romano en que, en vez de Papa, tiene como jefa de la Iglesia a la reina Isabel. Tanta es la proximidad y el efecto contagio que pudiera dispensarle su propia señora, Cheryl Booth, abogada de éxito y católica a machamartillo, que notables voces de la Iglesia católica de Inglaterra afirmaban a fin de los años noventa, cuando Blair era solo un aspirante, que ya se había convertido, pero que prefería mantener en secreto su deriva romana en un país que, por muy descristianizado que esté, no es por ello menos antipapista.
Abandonado el poder hace dos años, Blair anunciaba con toda la pompa una visita al Sumo Pontífice su conversión.
Más llamativo aún es el caso de la cuñada porque, si siempre se había dicho que Cheryl estaba a la izquierda de su esposo y condenaba la guerra de Irak en la que Blair hizo de monaguillo de Bush, Lauren no se privaba de montar escándalo público contra el gobernante y hoy, a la luz de las revelaciones de Wikileaks sobre torturas y asesinatos practicados o consentidos por norteamericanos y británicos en Irak, se alinea entre los peores críticos del Gobierno de su majestad.
Cambiar de religión a una edad, y Lauren tiene 43 años, ha de ser como reconocer que se ha estado equivocado toda una vida; y promueve una tormenta del alma que difícilmente cabe sobrellevar sin las más graves consecuencias.
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