Mono de domingos
Germán Burgos deja de ser entrenador del Carabanchel sin acabar la temporada
Hay gente a la que no le gustan las medias tintas. Blanco o negro, nunca gris. Así es Germán Burgos, El Mono, GARB, como guste. Hasta hace tres días era el entrenador del Carabanchel, equipo del grupo 2 de la Preferente madrileña, y se batía el cobre cada fin de semana por los campos de tierra, lejos de aquellos estadios abarrotados que frecuentaba cuando era el portero del Atlético de Madrid, del Mallorca, del River Plate o la selección argentina.
Ya no lo es. El pasado domingo, tras el partido contra el Santa Eugenia, decidió que dejaba el banquillo, el primero que asumía en solitario. "No se dieron los resultados y me fui", dice. Cuando comenzó el encuentro aún no lo había decidido. "Y menos aún cuando empezamos ganando 0-1". Pero perdieron (2-1), como en tres de los siete partidos que han jugado esta temporada. Tras ese encuentro, El Mono se dirigió a los jugadores y luego a la directiva para comunicarles que se iba. Y le pidieron que se quedara. No. A otra cosa.
"Tú eres grande como un mono', me dijeron y ya se me quedó"
"El fútbol es por el día y la música por la noche", dice el rockero y deportista
Un cáncer de riñón, con 33 años y en activo, le hizo "bajar a la tierra"
"Cristiano parece que tenga el culo apretado, pero si te fijas, lo entiendes"
El Mono también ha abandonado el ejercicio. "Se apagó. Lo he dejado todo. Se acabó el atleta", dice Germán Burgos extendidos él y sus "kilos de más" en el banquillo. Pasa del ejercicio físico y sigue fumándose los pitillos que ya caían cuando era portero en activo. El cuerpo del Mono Burgos ya no es el que era. Ahora es cuatro tallas más grande, las que ha ganado al cruzar la línea de banda del campo de fútbol. Es entrenador a petición de su mujer, que vio que aquello de encerrar al Mono en casa no era buena idea, y menos en domingo. "Hice el curso de técnico en Las Rozas con compañeros como Hierro, Karanka [ahora ayudante de José Mourinho en el Madrid], Pochettino
[entrenador del Espanyol], Pellegrino [asistente de Benítez en el Inter], Esnáider... Fuimos la mejor clase, eso está claro", dice. Y ríe.
Ríe constantemente tras cada respuesta, es su actitud ante la vida. La misma que le empujó a salir de una alcantarilla en 2002 cuando protagonizó la campaña publicitaria con la que el Atlético de Madrid celebró su vuelta a Primera División, tras dos años en Segunda. Dice que no le eligieron por guapo, como tampoco se ganó el apodo de Mono "por lindo". "Cuando tenía 16 años empecé a entrenar con el primer equipo del Ferro Carril Oeste de la Primera División argentina y el técnico, al verme tan alto, me dijo 'tú eres grande como un mono'. Yo creo que quería decirme gorila, pero mis compañeros lo oyeron y ya se me quedó".
Burgos creció en la Argentina de los años setenta y se curtió en las calles de Mar del Plata jugando todos los partidos para los que le daba el cuerpo. A los siete años los padres de este "hijo único e irrepetible" de abuelas zamorana e italiana le apuntaron a un club. "Un portero nace, no se hace", asegura firme, y él está convencido de que vino al mundo para ponerse unos guantes y, de paso, pasárselo lo mejor posible. Hasta los 15 coqueteó con la posición de central. "Durante ocho años jugué en dos Ligas, una como portero y otra como jugador, hasta que a los 15 fallé un penalti, me calenté y dije que no quería jugar más". Y así fue, se caló la gorra que le hizo famoso y llegó a estar en los Mundiales de Francia 1998 y Corea-Japón 2002. "El puesto de portero es el más lindo, porque es la cabeza del equipo. Está solo, tiene mucho tiempo para pensar, pero hay que ser muy valiente porque detrás de él solo está la red".
A él le sobra personalidad para ser el líder y, por si se le olvida, lleva tatuadas sus iniciales en los cuatro dedos de su mano derecha. GARB: Germán Adrián Ramón Burgos. El mismo nombre que tiene su banda de rock, con la que ha sacado cinco discos. Pero su profesión de entrenador le ha hecho aparcar el escenario. "El fútbol es por el día y la música por la noche. No es bueno mezclar. Se puede ser deportista y rockero a la vez, pero no puedes ejercer las dos profesiones". Tras su retirada del fútbol en 2004 se dedicó al grupo durante dos años, pero acabó tirándole más el fútbol.
Pese a llevar poco tiempo fuera del terreno de juego, advierte cambios en todo lo que rodea al deporte que ha sido su vida, más pendiente ahora de la cámara que nunca. "Yo llevé aros y tatuajes y siempre me he considerado muy normal. A Cristiano lo ves y parece que tiene el culo apretado, pero también se entiende. No tiene apenas libertad". Dice que cuando se está en lo más alto, es fácil que el futbolista se crea un superhéroe.
A él fue el cáncer de riñón que padeció en 2003, con 33 años y en activo, lo que le quitó la máscara y le hizo bajar a la tierra. "Vinieron un día, me sentaron en una mesa y me dijeron 'tienes cáncer' y yo pregunté '¿por qué?'. No lo entendía, les dije que me operaba el lunes, porque el domingo tenía partido". Superada la enfermedad, pasa su revisión y, hasta ahora, siempre le han dado "bola extra". Ahora tiene otra preocupación: volver a encontrar sus domingos. No los entiende sin fútbol. "Me los quitaron otra vez", dice acordándose de Carabanchel. Y ríe.
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