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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Detalles realistas en el mundo feérico

Ya el propio compositor nunca estuvo conforme con el resultado de Cenicienta, que, como todas sus obras escénicas (y especialmente los ballets), tienen en su avatar una serie de accidentes y pormenores que marcan los propios contenidos artísticos.

Cuando, años después, Prokófiev acometió la redacción de las tres suites sobre Cenicienta, no solo reorquestó, sino que literalmente reescribió muchos pasajes tenidos como canónicos del estilo del ballet (la lección de baile con su gavotte, la disputa entre las hermanastras, el viaje al país del sur, entre otros), intentando hacer olvidar la fragmentación excesiva a que lo sometió el libreto de Nikolai Volkov, el más importante de los escritores escénicos soviéticos de su tiempo, que eran los del crudo realismo socialista.

LA CENICIENTA

Ballet Clásico de Moscú. Coreografía: N. Kasatkina y V. Vasiliov; música: S. Prokofiev; escenografía: L. Solodovnokov; vestuario: E. Dvorkina. Compac Gran Vía. Hasta el 7 de noviembre.

La compañía moscovita ha hecho su propia y original versión de la obra

Aun así Cenicienta ha seducido desde siempre a todos los coreógrafos importantes (llegó a Occidente enseguida), uno de ellos el propio Nureyev en su etapa al frente de la Ópera de París, pues la partitura, moderna en sí misma, admite un tratamiento de cierta libertad expresiva y conceptual en la redacción coréutica sin olvidar que estamos ante un ballet clásico.

Zolushka (su nombre original en ruso) se estrenó en el Bolshói de Moscú en 1945, terminada la guerra y con un espíritu de reconstrucción y optimismo reinante, lo que se respira en la obra. Zajarov redactó una coreografía de lucimiento para Olga Lepechinskaia (famosa por sus puntas de acero y su virtuosismo veloz) en el aire estructural de los grandes ballets del XIX y para muchos es en realidad el último gran espectáculo de danza académica que enlaza con el pasado desde sus propios presupuestos formales.

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Cenicienta es el mejor de los tres espectáculos vistos hasta ahora en el Gran Vía por la compañía moscovita. Kasatkina y Vassiliov han hecho su versión propia y original, pero sin desmarcarse del argumento y la ambientación originales, poniendo al servicio del libreto algunos detalles logrados, como mantener a Cenicienta con los pies simbólicamente desnudos (sin zapatillas de punta) en el primer acto o la claramente proteccionista dedicación del padre en contraste a la crueldad demostrada por la Madrastra y sus histriónicas hermanastras; probablemente estos detalles humanizan el cuento y hacen más cercana la acción fantástica. Un vestuario de riqueza artesanal muy a la rusa donde se reconoce el estilo plástico de Dvorkina (pintora de cabecera de la compañía) y de un imaginativo dibujo colorista, refuerza la atmósfera feérica del cuento. A la escenografía hay poco que pedirle, pues las dimensiones del escenario disponible fuerzan a un apaño entre telones y atrezo que tratan de liberar el mayor espacio posible para que los bailarines evolucionen.

Uno de los detalles más logrados es el desfile de las horas del reloj encarnados por seres mágicos o enanos gigantes, y aquí los niños y su interpretación tienen la última palabra, que en el estreno había muchos y se mostraron no solo disciplinados, sino entusiastas de la calabaza convertida en carroza, los ratoncitos asumiendo ser pajes y jinetes, donde lo realista se funde con lo feérico en función de la magia musical y bailada.

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