El ruido de la caverna
No es que no haya palabras para calificar los sonidos guturales que el alcalde de Valladolid ha dedicado a la ministra de Sanidad. Las hay, y todas ellas están en el diccionario. Pero siempre he pensado que en el debate político español hay un déficit de sustantivos y un exceso de adjetivos, así que no seré yo quien contribuya a esa inflación. León de la Riva ha salido en la foto exactamente como es.
Dejemos a un lado los oscuros resortes que pueden llevar a alguien a actuar así (hay profesionales de otras disciplinas que se ocupan de eso) y centremos la atención en el lado político del asunto. Lo cierto es que este es uno de esos casos en los que la anécdota adquiere valor de categoría. Los dirigentes (y las dirigentes, ¡qué papelón!) del PP, siempre indulgentes con los suyos, se han esforzado en tratar el tema como una simple anécdota (de hecho, así ha justificado Rajoy su vergonzante silencio sobre el asunto). Pero a mí lo que me interesa es precisamente lo que tiene de categoría.
El PP nunca culmina su viaje al centro. Mariano Rajoy pedirá el voto para el alcalde de Valladolid
¿Por qué a la derecha española le resultará tan difícil sacudirse, para siempre, ese aroma reaccionario, despectivo, y hasta ordinario? ¿Cuántas generaciones tienen que pasar para que al fin dispongamos de una derecha homologable con la europea? ¿Se imaginan a un dirigente conservador británico hablando en esos términos de una ministra laborista? ¿Se imaginan cuál sería la respuesta fulminante de su propio partido? Pero aquí no, aquí casi se escuchan más los aplausos silenciosos que las leves reconvenciones públicas a la escandalosa explosión de sinceridad del señor alcalde -más que nada por su inoportunidad política-.
No me cabe duda de que las declaraciones de este señor (¿) han sido totalmente espontáneas; ha dicho lo primero que se le ha pasado por la cabeza. Y eso las hace aún más graves y reveladoras.
Igual que quienes alguna vez han llevado cadenas tienen un fino oído para el ruido de cadenas, las sociedades que han sufrido durante mucho tiempo el poder de la caverna desarrollan un fino oído cuando esta vuelve a emitir sonidos... Cuidado con minusvalorar o despreciar la línea de comunicación clasista, xenófoba y machista que gran parte de la derecha y de sus terminales mediáticas están desplegando. Nada es por casualidad y tampoco es inocuo.
Que un dirigente del PP insulte personalmente a un miembro del Gobierno no es nada inusual; al contrario, es el pan de cada día. La propia Leire Pajín ha tenido el honor, como secretaria de Organización del PSOE, de recibir todo tipo de ataques, a medio camino entre lo casposo y lo simplemente procaz, nunca relacionados con su actuación política y siempre motivados por su triple condición de mujer, joven y socialista.
Pero quizá el señor (¿) León nos haya hecho un favor si su exabrupto sirve para que muchos y muchas consideren que ha llegado el momento de decir basta. Aunque solo sea por recuperar el umbral mínimo de higiene en la vida pública, que gentes como él ponen por los suelos, haciendo mucho daño a nuestra convivencia democrática.
El eterno "viaje al centro" de la derecha española -ese viaje interminable que nunca llega a su destino porque cada paso adelante va seguido de dos pasos atrás- sería mucho más creíble si sus dirigentes, en lugar de esforzarse tanto para que no se les transparenten las ideas (siempre hay un León de la Riva que tiene el día castizo y dice lo que piensa), se esforzaran sinceramente por cambiar de ideas y de actitudes en algunos asuntos, precisamente aquellos que permiten separar el pensamiento conservador del instinto reaccionario. Precisamente aquellas ideas y actitudes que tantas veces nos han hecho suspirar por lo que en tiempos se llamaba "una derecha civilizada". Por ejemplo, que el mecanismo mental de la libre asociación les sugiera la idea de que lo primero que hará una mujer joven en el Ministerio de Sanidad será "repartir condones a diestro y siniestro".
Los estrategas del PP, que han recetado a Rajoy una cura de silencio y pasividad durante cuatro años para llegar al poder sin que los ciudadanos lo noten hasta que la cosa ya no tenga remedio, están preocupados -con razón- por el rechazo que su partido suscita en amplios sectores de la sociedad española.
Pero el remedio no es el silencio ni la condescendencia ni el camuflaje. La asignatura pendiente de la derecha española sigue siendo cerrar con siete llaves y para siempre las puertas de la caverna.
Si lo hicieran, todos respiraríamos aliviados y el clima político en nuestro país se haría mucho más saludable. Pero, por desgracia, estoy casi segura de que no lo harán; no es tan fácil renunciar a ciertos atavismos. Allá por la primavera veremos al señor (¿) León de la Riva encabezando las listas del PP en las elecciones municipales y a Rajoy pidiendo el voto para él a los ciudadanos -¡y las ciudadanas!- de Valladolid, que no merecen este bochorno.
Elena Valenciano es diputada del PSOE y presidenta de la Fundación Mujeres.
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