El torneo de las urgencias
El Madrid no quiere líos y Mourinho acude con la primera plantilla a Murcia - Guardiola se lleva a seis jugadores del filial a Ceuta para dosificar a las figuras del Barça
El Barcelona y el Madrid abren hoy la fase definitiva de la Copa del Rey. En principio, no habría mejor cartel para un torneo tan visceral que no permite la corrección de errores y anima las pasiones más encendidas. Sin embargo, la Copa vive con la trampa que le tendieron los grandes equipos, demasiado alejados del éxito en este campeonato. El Madrid no lo gana desde 1993 (venció por 2-0 al Zaragoza) y el Barça se lo llevó hace dos (al Athletic por 4-1), algo que no ocurría desde 1998.
La federación tomó el modeló inglés del partido único durante varios años, hasta que los grandes dijeron basta. El torneo ganaba en emoción e incertidumbre, pero obligaba a los equipos europeos a elegir entre contar con sus máximas figuras en cada partido o enfrentarse al oprobio de la eliminación ante un rival menor. La seguridad prevaleció sobre la incertidumbre, aunque el Alcorcón o antes el Real Unión, ambos de Segunda B, fueron capaces de eliminar al Madrid, por ejemplo, a doble partido.
Pero el torneo perdió, aun así, parte de ese carácter épico y sorprendente que antecede a las grandes noches deportivas. Y los pequeños perdieron además buena parte del factor económico al que aspiran. Al Ceuta el enfrentamiento que le emparejó con el Barça le iluminó las pupilas, especialmente al tesorero del club. Sin embargo, Pep Guardiola acude a la ciudad autónoma con seis jugadores del filial, el Barça B, porque lo cargado del calendario y el partido de vuelta en el Camp Nou le permiten dosificar a sus mejores futbolistas y librar el asunto sin mayores sobresaltos.
Es la lógica deportiva, para desdén del Ceuta, que ha clamado contra la decisión de Guardiola por su impacto en la taquilla, que quizá habría sido otra de haberse disputado la eliminatoria a partido único.
El Madrid, escocido por fracasos sonados, a ida y vuelta, no quiere líos y José Mourinho acude con la primera plantilla a Murcia en busca de liquidar el lance y evitar la ansiedad que un contratiempo generaría en la buena marcha del equipo en la Liga y en Europa. Son distintas formas de resolver el mismo problema, que en este caso penalizarán económicamente al Ceuta y beneficiarán al Murcia, dos clubes que no aspiran a ganar más que dinero.
Aun así, la Copa mantiene el glamour de los torneos rápidos, de las noches inolvidables, de los homenajes a David frente a Goliat que animan la superación de las desigualdades. Hay demasiados David en la historia de la Copa (el Castilla, de Segunda, jugó una final contra el Madrid en 1980) para que cualquier equipo no sueñe con una hombrada. Incluso el Portugalete (Vizcaya), el único representante de Tercera División que resiste en el campeonato y se enfrenta mañana al Getafe, confía en dar la campanada. Incluso el Sevilla, el actual campeón, se tentará la ropa ante el Real Unión, aunque solo sea porque el club fronterizo ya eliminó al Madrid a doble partido. El Athletic, que por fin disputó hace dos años una final, algo que no hacía desde 1984, siendo El Rey de Copas, el más enamorado de este torneo, apela siempre a este campeonato como su asidero más realista del triunfo.
La ruleta de partidos dejará algunos éxitos y algunos fracasos. Rara vez la lógica es absoluta, más aún cuando además el triunfo deportivo añade el rédito económico de participar en la segunda competición europea, la Liga Europa, el camino más corto para llegar a donde muchos sueñan.
La Copa siempre será emotiva, aunque ciertamente con otro formato podría ser más emocionante. Pero mandan los clubes, es decir, los grandes clubes, que decidieron poner red a los trapecios del fútbol. Pero, aun así, a veces se descalabran llenando de chispazos lo que a priori era corriente continua.
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