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Cien desaparecidos sin rastro

En Galicia se presentan hasta 400 denuncias anuales por la ausencia de un familiar, más del 90% aparecen y el resto se pueden dar por muertos pasados 10 años

Algunos años llegan a 400 las familias gallegas que acuden a la policía o la Guardia Civil a denunciar que echan en falta a uno de sus miembros, aunque lo normal es que no pasen de las cien. En la mayoría de los casos son ancianos con alzhéimer, personas con algún tipo de discapacidad o, en épocas de notas, adolescentes que no vuelven a casa para evitar la bronca. Este mismo viernes, se repitió la historia con un hombre de 92 años, vecino de Punxín. El sábado apareció vivo.

En pocos días, como mucho en meses, afirma Inter-SOS, la única asociación de familiares de desaparecidos que existe en España, el 99% de las búsquedas se resuelven, aunque según un portavoz oficial de la Guardia Civil "son algunas menos". Hay muchas veces que los que se ausentan, personas adultas en plenas facultades, utilizan como emisarios a los propios agentes para transmitirles a los de su sangre que no sigan intentándolo, que voluntariamente han elegido empezar de nuevo y no quieren volver a verlos. Y "pasa que a algunas familias esto no les vale y no retiran la denuncia", comenta.

Las familias piden que se analice el ADN de 4.500 cuerpos sin identificar

Pero en otras ocasiones no queda ni rastro de los que faltan. De momento, las bases de datos de los juzgados, de la Policía y de la Guardia Civil van por libre, cada cuerpo investiga unos casos y hay algunas alertas que no llegan a traspasar los límites de cada provincia. Pero en esta situación, sin manera humana de seguirles la pista, puede haber actualmente un centenar de desaparecidos en la comunidad (en toda España, 14.000 desde 1995, según Inter-SOS) y, al año, al Instituto de Medicina Legal de Galicia no suelen llegar más de dos cadáveres sin nombre para identificar.

En el BOE se ven con frecuencia edictos de los más diversos juzgados gallegos que anuncian que, a instancias de las familias, han abierto expediente para la declaración de fallecimiento de algún pariente que no está. Este es un proceso que se puede iniciar pasados 10 años desde la fecha de la desaparición en el caso de quienes tenían 75 años o menos, y después de cinco para los que superaban esta edad. En el caso de catástrofes, como los naufragios, con tres meses de espera basta. Claro que también hay quien decide aguardar mucho más y, así, en el boletín aparecen edictos recientes referidos a personas que, de seguir vivas, pulverizarían todos los récords de longevidad, como un señor de Ortigueira, emigrado a Cuba "en la segunda década de 1.900", buscado allá y no hallado, que en el momento en que la familia gallega quiso certificar su defunción tendría que haber cumplido 122 años. Gallegos de ultramar en estas circunstancias hay bastantes.

Del centenar de desaparecidos sin rastro, en realidad la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía terminan haciéndose cargo sólo de un 20%, los considerados desde un primer momento de "alto riesgo" o "inquietantes". Los casos que asume el instituto armado a través de la Policía Judicial suelen, por lo general, trascender más, mientras que a la nacional le cuesta bastante facilitar datos. Si se cumplen esta vez las últimas previsiones, a finales de 2010 y con año y medio de retraso Interior unificará los archivos informáticos de desaparecidos que hasta ahora han guardado con celo estos dos cuerpos, además de las de los Mossos d'Esquadra, la Ertzaintza y la Policía Foral de Navarra. Entrará el vigor un protocolo común de búsqueda y, más adelante, tal y como reclama Inter-SOS, se agilizarán los análisis de ADN para dar salida a los cadáveres que esperan para ser identificados en España (la última cifra, de 2005, era de 4.500).

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A pesar de que los dos cuerpos de seguridad del Estado trabajan de forma independiente, en ocasiones, uno de ellos hereda un caso no resuelto por el otro. Por ejemplo, el de María José Arcos, la sindicalista compostelana cuyo rastro se perdió en el faro de Corrubedo en 1996. Era asunto de la policía y ahora lo es de la Guardia Civil, que sigue trabajando, básicamente, sobre la teoría del asesinato. Hubo un principal sospechoso que tenía coartada, pero "puede que haya sorpresas en breve", advierte un portavoz del cuerpo.

Este año, a la lista de inquietantes se han sumado Martin Verfondern, el alemán nacionalizado holandés que vivía con su esposa desde hace 12 años en una aldea de Petín y desapareció con su coche el 19 de enero, y Sonia Iglesias, la dependienta de una tienda de ropa de Pontevedra que no volvió a casa el 18 de agosto, después de salir a trabajar. De él, buscado también por la Interpol, no quedó ni rastro, aunque la Policía Judicial sospecha que no llegó muy lejos. De ella aparecieron algunas pistas, como el DNI, hallado días después en una entidad bancaria.

Ninguna de las dos familias ha tirado la toalla. Mientras espera entrevistarse con Feijóo, la de Sonia Iglesias sigue organizando acciones. Ayer se concentró en O Obradoiro y después asistió a la misa del peregrino, buscando el milagro que los medios terrenales no están logrando. La mujer de Verfondern, Margo Pool, da por hecho, pasados nueve meses desde su falta, que su marido ha sido asesinado y ofrece como recompensa un dinero recaudado con ayuda de sus amigos en Valdeorras a quien facilite un cabo fiable del que tirar. "Estoy casi al cien por cien segura de que lo mataron. Aquí tenía enemigos y sabía cosas", reconoce.

EFE

Asesinados y perdidos

Para poder rendirse, muchas familias piden pruebas materiales que no llegan. "Sin el cuerpo del delito, sin una tumba en la que poner flores, yo me resisto a dar por muerta a mi hija", dice Juan Bergua, padre de Cristina, una joven catalana desaparecida, hoy secretario de Inter-SOS.

Hay casos sin resolver y sin cadáver en Galicia que los investigadores no consideran homicidio, sino simples accidentes, desorientaciones con resultado de muerte o huídas voluntarias de personas que siguen vivas. Pero los cuerpos sin enterrar y quizás no lejos de casa, nunca los encuentra nadie. En estos supuestos entran Enrique López, de A Pobra do Brollón; Purificación Ramos, de Arteixo; José Luis Naya Fariña, de Boimorto; Fernando Cuadrado Conejo, de A Coruña; o Antonio Corral, visto por última vez entre Arteixo y Barrañán después de retirar del Pastor 600 euros.

Otros ausentes se sospecha que fueron asesinados, como la costurera Clemencia Ponte; el jardinero Rogelio Núñez; el empresario Guillermo Collarte; el joven Fernando Caldas y el matrimonio formado por Francisco Fernández Golpe y María Victoria Méndez Caride, presuntamente, estos tres últimos, por asuntos de narcotráfico.

Los "inquietantes"

- Clemencia Ponte Redondo. Desaparecida en Betanzos en agosto de 1991.

- María José Arcos Caamaño. Su coche apareció junto al faro de Corrubedo en agosto de 1996.

- Rogelio Núñez Suárez. Bergondo, enero de 1999.

- Guillermo Collarte López. Valença, octubre de 1999.

- Fernando Caldas Villar. Bertamiráns, julio de 2004.

- Francisco F. Golpe y Victoria Méndez. Coche calcinado en A Risca (Porriño), diciembre 2004.

- Martin Verfondern. Petín, enero de 2010.

- Sonia Iglesias Eirín. Pontevedra, agosto de 2010

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