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Reportaje:

Un juego sexual de final trágico

Dos jóvenes prostitutos mataron al sacerdote que les alojó en su casa sevillana

Javier Martín-Arroyo

Un gran cuadro de la virgen preside el pequeño dormitorio del sacerdote Ernesto Muñoz. Al borde de la cama otra imagen de la Semana Santa acompaña al ordenador, dotado de webcam. Es una céntrica casa sevillana precintada por la Policía Científica desde que a principios de octubre dos jóvenes de 18 y 19 años dedicados a la prostitución asfixiaran presuntamente al religioso tras su amenaza de echarles del domicilio.

Los tres habían convivido en el humilde apartamento durante unos días. Muñoz, de 65 años, había conocido a uno de los jóvenes a través de Internet para mantener relaciones sexuales y se le insinuó al segundo de ellos. Pero éste rechazó la propuesta.

"Mientras uno apretó el cojín contra la cara, otro le sujetaba las piernas para inmovilizarlo porque se agitaba con violencia al perder aire", aseguran fuentes policiales sobre la declaración de los jóvenes, que actuaron bajo el efecto de drogas sintéticas, según su declaración policial. Tras el crimen, los chicos maquillaron la escena y pusieron orden para que la muerte no pareciera violenta. Y al principio su plan salió perfecto. El forense dictaminó que el fallecimiento se produjo debido a un infarto, probablemente influenciado por el hecho de que el cura padecía problemas cardiacos.

Los chicos alegaron que habían ingerido drogas sintéticas antes del crimen

El único y craso error fue contarle por teléfono el homicidio a un amigo de Guadalajara. Y éste acudió a la policía, que investigó el asunto hasta detener a los dos jóvenes, en prisión preventiva acusados de homicidio y robo. Afortunadamente para los investigadores, poco después de que a los chicos les intervinieran los efectos robados del sacerdote, entre ellos un ordenador y un móvil. Y ahí los jóvenes se derrumbaron y ofrecieron a dos policías un relato detallado de los hechos. Más tarde en los juzgados, aconsejados por sus abogados, se negaron a declarar y confirmar su relato. El juez de Instrucción 2 Carlos Mahón ha citado a declarar esta semana como testigos a las personas que descubrieron el cadáver del sacerdote Muñoz, tras extrañarles su ausencia en la iglesia.

El sacerdote había nacido en una familia sevillana acomodada y tras trabajar en el Cuerpo Superior de Inspectores de la Junta, descubrió su vocación de manera tardía, a los 40 años. Hasta hace dos meses vivió en una residencia para sacerdotes, en la que tuvo problemas de convivencia. De este modo, se mudó a la pequeña casa de la calle Jesús del Gran Poder donde falleció presuntamente a manos de los jóvenes.

En la capilla de la iglesia de San Antonio Abad donde ejercía de capellán, esta semana solo había caras de circunstancias y negativas a comentar el crimen. "No le conocía", afirmó el sacerdote de la iglesia. El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, pidió a los católicos sevillanos apoyo a sus sacerdotes "en estos momentos de confusión y dolor".

El caso inquieta a las partes: ¿Qué pudo llevar a dos jóvenes que procedían de familias humildes pero no desestructuradas, a matar a una persona por una simple amenaza de echarles de casa? Tras la primera negativa de los chicos a confirmar su relato inicial, el juez esperará para hacerles llamar y que maticen los detalles de un crimen por fortuna resuelto.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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