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El Banco de España veta de nuevo a Méndez en la caja única

El Banco de España vuelve a intervenir para frustrar el intento del ex director de Caixa Galicia de lograr un puesto en el consejo de la entidad fusionada

El Banco de España no pudo ser más claro con José Luis Méndez. Ocurrió en una de las reuniones, la pasada primavera, que sirvieron para darle el impulso definitivo a la fusión de las cajas gallegas. Delante de los representantes de Caixanova y de la Consellería de Facenda, los responsables del supervisor bancario no se anduvieron con rodeos: a Méndez no se le consideraba el "gestor adecuado" para ocupar un puesto de relevancia en la caja única. Tras 29 años al frente de la dirección general de Caixa Galicia, la suerte parecía echada para quien fue uno de los hombres con más poder e influencia en la comunidad durante las dos últimas décadas. Pero en el momento final, Méndez se resitió a desaparecer de la escena. Su intento solo sirvió para añadir tensión e intriga en las horas previas a las asambleas que el lunes ratificaron la fusión y para forzar una nueva advertencia del Banco de España que, según distintas fuentes financieras y políticas, ratificó su veto al ejecutivo coruñés.

El fin de semana maniobró para forzar su regreso al consejo de la caja
Cuando supo de su derrota, dejó vacía su silla en la última asamblea

Antes del verano, Méndez pareció encajar con deportividad la derrota frente a su eterno rival del sur, Julio Fernández Gayoso, que en pocas semanas pasó de ser el hombre a batir a garantizarse la presidencia de la caja única, en su primer turno de 18 meses, además de situar a su mano derecha, José Luis Pego, en la dirección general. Desde la caja y desde la Xunta llovieron los elogios a la elegancia y generosidad de Méndez, que había contribuido a la última fusión de las muchas que jalonaron su carrera aun a costa de sacrificarse él mismo.

A Méndez le quedaban pocas salidas. No tenía puesto en el consejo de administración y, antes incluso de que se consumase la integración con Caixanova, debería jubilarse de la dirección general de Caixa Galicia al cumplir 65 años el 11 de septiembre. Se parapetó en un estricto hermetismo y, sin soltar prenda, dedicó el verano a meditar sobre su futuro. "Tengo varias opciones y tal vez me vaya a Madrid", llegó a comentar en aquellos momentos.

Pero el verano quedó atrás y no sucedió nada hasta que, el 16 de septiembre, Caixa Galicia anunciaba oficialmente la jubilación de quien había catapultado a la entidad al sexto puesto entre las cajas españolas. Méndez se quedaba como presidente de la fundación, responsable de la obra social y cultural, una de las niñas mimadas durante los años dorados de su gestión. Era lo que las partes implicadas en el proceso -Banco de España, Xunta y Caixanova- entendían como una salida digna para Méndez, a quien se garantizó además la continuidad de dos de sus hijos en puestos directivos de la entidad fusionada.

Pero algo sucedió en los últimos días, según se acercaba la fecha de las asambleas que debían ratificar la fusión. Fuentes políticas y financieras, en Galicia y en Madrid, apuntan a que Méndez fue espoleado por amigos y aliados, entre ellos empresas y medios de comunicación muy vinculados económicamente a la caja coruñesa. Para sorpresa incluso de los que habían sido sus colaboradores más estrechos, Méndez planteó su deseo de aprovechar la asamblea convocada para el pasado lunes a fin de garantizarse un puesto en el consejo de la entidad fusionada. Desde allí, aún podría aspirar a suceder a Gayoso en la presidencia, dentro de año y medio.

La tensión creció durante el fin de semana y en la mañana del lunes. Caixanova no aceptaba el retorno de Méndez y se consultó de nuevo al Banco de España. La respuesta fue clara, según todas las fuentes consultadas: el veto seguía vigente. Por si acaso, Caixanova demoró unos minutos su asamblea en Vigo para cerciorarse de que, a la misma hora, en A Coruña, Caixa Galicia no incluía a Méndez en su propuesta de nuevos consejeros para la caja única. Pero el que fuera su todopoderoso jefe ya había tirado la toalla y dejó vacía su silla en la asamblea.

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