El sexo de los vampiros y el Poder Judicial
Cada año se superan. En la Universidad de Harvard se acaban de conceder los premios IgNobel (innoble) 2010 —los llamados Nobel alternativos— a los trabajos de investigación más frikis y que tienen como objetivo hacer reír, pero después pensar. La palma se la ha llevado este año un trabajo titulado: "La felación en los vampiros de la fruta prolonga el tiempo de la cópula", de un equipo científico chino-británico que ha obtenido el galardón de Biología.
No piensen que todo es una tontería, puesto que los trofeos los han entregado cinco premios Nobel —de los de verdad— y Andre Geim, el holandés de origen ruso que ha ganado el Nobel de Física de este año por descubrir el grafeno, un nuevo material transparente de propiedades maravillosas que puede convertirse en el silicio del futuro. Geim obtuvo el IgNobel en 2000 por un trabajo en el que hacía levitar una rana en un campo magnético y asegura estar absolutamente orgulloso por ambos.
Les cuento todo esto porque el IgNobel de Gestión ha correspondido a un equipo de la Universidad de Catania (Italia), dirigido por Alessandro Pluchino, por demostrar matemáticamente que las organizaciones serían más eficaces si promocionaran a sus empleados al azar, y esta es una vía que el Consejo General del Poder Judicial no ha explorado todavía.
Porque, por si no lo saben, decidir los nombramientos de los cargos judiciales es una de las cuatro funciones atribuidas al Consejo que expresamente menciona la Constitución. Y lo cierto es que hay puestos que llevan más de un año sin ser cubiertos, y alguno hasta más de dos, como la vacante dejada el 14 de julio de 2008 por la jubilación de Enrique Bacigalupo en la Sala Segunda del Tribunal Supremo para juristas de reconocida competencia. ¿Se imaginan que un juez llevase dos años sin poner una sentencia, el paquete que estos muchachos del Consejo le meterían? Pero ellos se lo pueden permitir porque no hay sanciones disciplinarias previstas por esas dilaciones. Otro de los cargos sin renovar desde junio de 2009 es el de presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, que lleva aparejada la presidencia de la Sala Civil y Penal y que será el órgano que deberá juzgar al molt honorable president Francisco Camps por su presunta implicación en el asunto de los trajes. Se ha convocado ya en tres ocasiones, con audiencia a los candidatos y toda la parafernalia que conlleva y ha habido cinco votaciones. En ninguna se han alcanzado los 13 votos necesarios, aunque a varios aspirantes les habían prometido el puesto. Otras veces, el nombramiento se ha caído del orden del día para que, por falta de consenso, no corriese la convocatoria a la espera de mejores tiempos.
El caso es que mientras tanto, ya lleva más de un año en funciones Juan Luis de la Rúa, el "más que amigo" de Camps, que, sin abstenerse, tuvo a bien cercenar la investigación sobre los trajes y archivar el proceso contra él alegando que no existía delito de cohecho impropio. El Supremo, en un revolcón imperial, le obligó a reabrir la causa.
Pero ahora, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid se ha inhibido en favor de su homólogo de Valencia por nuevos aspectos de la trama de corrupción de la Operación Gürtel que afectan a Camps, y si sigue sin cubrirse la vacante de la presidencia, el propio De la Rúa decidirá de nuevo si admite o no la inhibición, lo que constituiría otro efecto perverso de los retrasos del Consejo.
Todo parece apuntar, según fuentes de la institución, a que se está a la espera de otro cambio de cromos, en el que una vocal de la izquierda aspira a colocar a su candidato para presidir el TSJ de Cataluña y a cambio proporcionaría los votos necesarios a la derecha para que salieran los otros nombramientos. Mercadeo, clamarán los críticos; consenso duramente alcanzado, alegarán los vocales. Lo ideal sería que las designaciones se hicieran atendiendo a los méritos y la capacidad de los candidatos, pero, de no ser así, quizá no fuera mala idea probar lo del azar. Si los vocales del Consejo no quisieran intentar la vía del azar puro, igual se lo podían jugar a los chinos. Puede, como demostró Pluchino y su equipo, que la justicia fuera más eficaz. Pero si no lo fuera siempre se podría aplicar la investigación premiada con el IgNobel de la Paz, de unos británicos liderados por Richard Stephens y que ha confirmado la creencia generalizada de que maldecir alivia el dolor. Pues eso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.