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Columna
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Pelotas

Desgraciadamente, hay muchos oficios más viejos del mundo. Dudo que el de puta sea el número uno. Quizás el de cazador lo fuera por extrema necesidad. Quizás después lo fue el de mujer, porque me da por pensar que nosotros los hombres jamás entendimos a la mujer visto lo mandriles que siguen (o seguimos) siendo algunos. Quizás el de arquitecto, haciendo chozas para combatir el frío, quizás el de bestia (éste es también muy duradero) visto el mundo de bestias en el que se habitaba hace unos millones de años. No sé, puestos a escarbar me salen unos cuantos. Hasta el de Llongueras, perdón, el de peluquero, porque digo yo que alguna vez se cortarían el pelo aquellos imitadores del mono que nos enseñaron a nosotros a seguir imitando al mono.

Muchos, muchos oficios que resarcen a las putas tristes de su condición de pecado original, desde la serpiente hasta María Magdalena, de causa de todos los males, de primer craso error, porque ya se sabe que las putas son malas de por sí y los clientes braguetas agradecidas y necesitadas. Pero yo tengo una teoría particular. Creo que el primer oficio del mundo fue el de pelota. Yo creo que Eva nos enseñó que la manzana era buena para la salud y Adán, en el fondo, era un pelota de Dios, timorato como todos, políticamente correcto, congresista o así del cielo en la tierra.

El oficio se ha extendido. En muchos casos tiendo a pensar que las instituciones (y los partidos lo son) tienen un jefe y muchos pelotas. Lo de Cospedal, el miércoles, contrastando los abucheos a Zapatero en el Día de la Hispanidad frente a los aplausos a Rajoy en Puertollano le hubiera valido en el paraíso terrenal la medalla al mérito de los pelotas, si no fuera tan triste su actitud. Sólo refleja que la número dos es la número uno de los pelotas, de los que siempre suelen renegar los jefes antes de alimentarlos para que engorden y sigan cautivando sus virtudes y ocultando sus defectos.

Es curioso que en este país el Rey lamente lo que el PP celebra (¿será el PP republicano u otra cosa?). Que el abucheo de unos fachas de mierda, niñatos pijos y nostálgicos casposos merezcan el respeto de Esperanza Aguirre en pos de la libertad de expresión que no practica en Telemadrid, que pagan todos los ciudadanos madrileños. Que la Cospedal compare los aplausos de un acto publicitario del partido con los abucheos de los nostálgicos de falanges, cruzadas y checas contra el gobierno democrático de un país (sea el que sea, es decir, aunque no sean ellos) me hace temer más de lo que nunca hubiera sospechado de la condición humana. A no ser que Esperanza o la Loli en el fondo no sean más que dos más de los habituales pelotas del jefe (incluyan a Leire Pajín y su conjunción astral Obama-Zapatero) que con tal de decirle lo guapo que es son capaces de ponerse gafas de madera y seguir viendo la luz divina. Se lo agradecerá Rajoy, se le reprobará España. O sea que serán felices.

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