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MÚSICA | Entrevista

Música y sonido, según Lachenmann

Jesús Ruiz Mantilla

Aunque nadie atine a discernir cuánto nos marcan ciertos traumas y algunas experiencias, la II Guerra Mundial no fue un tiempo feliz en la vida de Helmut Lachenmann (Stuttgart, 1935). Aquella percepción del caos marcó después su música, una de las más fascinantes de la era contemporánea. Él era un niño, pero suficientemente sensible como para saber que todo aquello chirriaba. "No sé si me marcó tanto, debería preguntárselo a mi psiquiatra", comenta Lachenmann. Algunos de aquellos ecos sonarán hoy en el Auditorio Nacional en un concierto dedicado al músico. Su obra Ausklang, junto a Flamenco espectral. Arde el alba, de Mauricio Sotelo, conmemoran 15 años de un ciclo arriesgado y milagroso: musicadhoy.

"Aquellos paraísos que quisimos conquistar, de repente, se convirtieron en prisiones"

El mundo sonoro del niño Lachenmann bailaba entre la Iglesia presbiteriana de la que era predicador su padre, los llantos de su madre al enterarse de que su hermano mayor había fallecido cuando era miembro de la Legión Cóndor y los discursos de supremacía nazis. "Entre aquel ambiente siempre he tratado de amar a mí país y todavía lo amo. Pero no sé hasta qué punto si todos aquellos años han marcado mi música o mi forma de cocinar", comenta.

Él cree más conscientes y más directas otras influencias vitales: "La guerra de Vietnam, la indiferencia de la Alemania de posguerra hacia la crueldad, los genocidios en África o, ahora, las consecuencias del 11 de septiembre...". Por no hablar del cabreo que le causa la suerte de aquellos que se salvaron de la quema. "Muchos nazis nunca fueron castigados como deberían haberlo sido. Algunos se reconvirtieron en políticos liberales, ministros, mandatarios, jueces y parlamentarios bien pagados. Aunque por otra parte pienso que esto se da en otros lugares".

En cuanto a la música como elemento de propaganda en aquellos tiempos negros, ¿quién puede culpar al arte de impulsar ciertas atrocidades? "No creo en la música ideologizada. Pero sí pienso que es un elemento que puede ser utilizado como un medio que nuble la capacidad de pensar y haga aflorar emociones desconocidas".

Una bomba en manos incendiarias. "Es algo de lo que los creadores debemos ser conscientes: que la música puede ser manipulada por los totalitarismos, fascistas y comunistas, pero también por orientación comercial en la sociedad capitalista". Más cuando él se ha definido en tiempos como un utópico. Como cuando acudió junto a otros espíritus revolucionarios a Darmstadt en los años cincuenta a ponerlo todo patas arriba, a dar un paso más hacia el abismo o la salvación, pero un paso más allá, al fin y al cabo, de lo que hicieron Schoenberg y compañía con la Escuela de Viena: "Pretendíamos liberarnos de un esquema trasnochado y antiguo. El del sinfonismo". De allí surgió el serialismo que defendía Pierre Boulez y las propuestas de Luigi Nono y Karlheinz Stockhausen. Pero también la anarquía de John Cage, Ligeti y Kagel tratando de seducir a nuevos públicos con propuestas menos violentas o precursores del minimalismo que triunfó después en los setenta. "Era una especie de Hyde Park abierto a todas las posibilidades que no solo terminó en el serialismo. Fue una provocación irrepetible que abrió caminos todavía por explorar".

De todo aquel abanico de vanguardias, Lachenmann emergió como uno de los líderes de lo que se ha llamado Musique concrete instrumental. Algo muy pegado a la cotidianidad, a los sonidos de cada día. Algo que fascinó a grupos de música pop y rock sinfónico, de The Beatles a Pink Floyd. "Partíamos de lo que hace 80 años quiso hacer el compositor francés Pierre Schaeffer. Fue él quien quiso incorporar los sonidos más sencillos de la vida a la música, desde la caída de una tapa a un martillo".

Pero no era nuevo. ¿Qué si no es la instrumentación? "Cada vez, lo que conocemos como instrumentación es parte esencial de la composición". Es decir, las herramientas que hacen que el sonido represente algo, interprete algo, reproduzca algo. Una expresión. "Energías psíquicas", dice Lachenmann. Cosas sencillas. Hasta para nombrarlas. Por eso él titula muchas de sus obras Aire, Presión, Respiración.

Toda esa búsqueda de lo alejado de la épica llegó a irritar mucho a ciertos públicos. En los sesenta y los setenta, su obra representó para algunos un escándalo, lo que no ha sido nunca nuevo. "Es lo que ha ocurrido en la historia con todos los compositores que han pretendido romper barreras". Hoy, Lachenmann ve muy alejados sus años entregados a la música concreta. "Aquellos paraísos que quisimos conquistar, de repente, se convirtieron en prisiones".

Su carrera siempre ha querido mantener un equilibrio. Entre las etiquetas que solían colgar los críticos, hubo un momento en que algunos compositores eran calificados como constructores de sonidos y otros como poetas del sonido. A él, aunque le han colocado insistentemente la segunda, le parecen bien las dos. "No sé si Bach fue una cosa u otra. Para mí, componer es una aventura que te lleva a descubrir nuevos paisajes sonoros con sus propias leyes. Por eso, muchas veces me considero más un constructor que un poeta". Le gusta el control sobre lo que hace: "Por eso no me siento cómodo cuando me llaman poeta del sonido, porque un poeta nunca controlará del todo lo que hace".

El público deberá juzgar qué rasgo de los dos se impone en Ausklang, que interpretará la Orquesta Nacional de España. "Lo que traté de reflejar en esta obra fue el efecto de un medio mágico trasladable a cada situación. Me encanta el título que Morton Feldman dio a una de sus piezas: 'La viola en mi vida'. Para mí, Ausklang podría llamarse también 'El concierto de piano en mi vida". El instrumento rey es la base de esta obra. Pero para trascenderlo. "Este mueble que conocemos como piano, como yo no lo inventé, debo utilizarlo para que en la obra se convierta en otra cosa, igual que el piano en Schumann no tiene nada que ver con el piano de Chopin o Debussy". Ambición y trascendencia. "Yo no quería expresar algo, quería crear otro mundo".

¿No es eso y no otra cosa lo que ha movido a los grandes iconoclastas del sonido? Por eso Lachenmann ha tenido muy presente siempre los estragos y las maravillas de la Escuela de Viena. "Pretendían reinventar la idea de la música en cada pieza. No solo pretendían inventar nuevos sonidos. Eso no deja de ser un pasatiempo botánico, el reto está en redefinir todo el concepto musical cada vez que te enfrentas a una nueva creación y eso nos llevará a encontrar sonidos que nunca habíamos escuchado. Es lo que hicieron Schoenberg, Webern, más tarde Boulez y también Feldman, Luigi Nono, Stockhausen, Cage".

Pero ese ánimo, explica Lachenmann, también estuvo presente en los grandes desde Bach. "Cuando él creó una nueva armonía para los viejos coros luteranos y casi lo llevan a la hoguera...". Otros como Mozart tomaron bien el testigo. "Él con la sinfonía Júpiter o Beethoven con la Heroica, pero también Wagner, todos utilizaron armonías propias para cada contexto y de ahí saltaba lo nuevo, lo desconocido".

musicadhoy 15ª Aniversario. Concierto extraordinario con la Orquesta Nacional de España. Helmut Lachenmann: Ausklang. Mauricio Sotelo: Arde el alba. Director: Peter Rundel. Auditorio Nacional. Madrid. Hoy a las 19.30 horas. www.auditorionacional.mcu.es. www.musicadhoy.com.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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