Desafueros hispánicos
Javier Marías, además de fecundo y famoso novelista y docto académico de la lengua, es rey de Redonda, un islote caribeño que descubrió Colón en su segundo viaje. Refugio de aves y de contrabandistas durante siglos, en 1865 Matthew Shiell lo compró y pidió el título de rey de Redonda a la reina Victoria de Inglaterra, que se lo concedió a condición de que no perjudicara la política colonial británica, que era tanto como decir que no se lo tomara en serio. Tras complejas negociaciones y disputas, el reino recayó en Javier Marías, que le ha puesto por lema ride si sapis, que yo traduciría por "ríete si tienes sentido del humor", y le ha dado un simpático carácter cultural y especialmente literario. Siguiendo el juego, ha otorgado títulos nobiliarios a gente como Pedro Almodóvar, Antony Beevor, Francis F. Coppola, Umberto Eco, Eduardo Mendoza, Fernando Savater, Vargas Llosa o al infrascrito, rebautizándolos con nombres irónicos. La principal actividad del Reino de Redonda es reeditar, en buenas traducciones, con introducciones competentes y elegante impresión, viejas obras recomendables que ya no se encuentran. Acaba de aparecer el vigésimo volumen del Reino de Redonda: La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre, de Robert Southey, publicado en 1821. Es apasionante: empecé a leerlo y no lo pude dejar hasta terminarlo. Lope de Aguirre es un personaje cruel, sádico, megalómano, que ha dado lugar a relatos terroríficos y al conocido filme de Herzog. Pere Gimferrer, en un breve pero enjundioso prólogo, dice que Southey se basó en tres fuentes: las crónicas contemporáneas, los historiadores latinos (por la intención moralizante) y el positivismo historiográfico británico, aunque "la mirada de británico que dirige Southey a las demasías y desafueros hispánicos no difiere sustancialmente de la que, en el siglo siguiente, hallaremos, en torno a hechos más recientes (pero acaso, en su significación moral última, no muy distintos), en un Raymond Carr". Aguirre somete a su banda, todos traidores al rey y asesinos sin escrúpulos, a purgas estalinianas. Aquellos criminales, cuando Aguirre los hace matar, piden a gritos: confesión. Aguirre, cuando le llega el último momento, no pide confesión, pero se ha hartado de blasfemar y de desafiar a Dios. ¡Qué tiempos aquellos, en que hasta los ateos creían en Dios!
La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre
Robert Southey. Prólogo de Pere Gimferrer
Traducción de Soledad Martínez de Pinillos
Revisión de la traducción de Antonio IriarteReino de Redonda. Madrid, 2010
200 páginas. 21 euros
Hilari Raguer es Bernardo Boil, embajador de su majestad Javier I en la abadía de Montserrat
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.