Las cartas entre dos condenados a muerte
El correo postal funciona entre la cárcel de Martutene y el corredor de la muerte de Florida. El hispanofilipino Paco Larrañaga, recluido en el penal donostiarra, y el joven de origen guipuzcoano Pablo Ibar, condenado a la pena capital en EE UU, han entablado una relación fluida por carta para darse ánimos y sobrellevar de la mejor forma posible la crítica situación que atraviesan ambos en sus respectivas cárceles pese a manifestarse inocentes de los delitos por los que fueron condenados.
Larrañaga, de 32 años, declarado culpable en Filipinas del secuestro, violación y asesinato en 1997 de dos hermanas, recibió ayer la visita de sus tíos Francisco y Gemma Larrañaga, y María Ángeles Azpiroz, a quienes abrazó por primera vez desde que ingresó en Martutene en diciembre pasado. "Ha sido muy emotivo, porque no esperaba la visita", aseguró la presidenta de las Juntas Generales de Guipúzcoa, Rafaela Romero, presente en el encuentro. "Tiene muy buen aspecto y está muy animado", añadió, en alusión a la posibilidad de que en breve se le concedan los beneficios penitenciarios que ha solicitado. Estuvo 12 años en el corredor de la muerte en Filipinas, y en la actualidad está "muy integrado" en la prisión donostiarra, donde trabaja en la enfermería y la biblioteca y estudia euskera.
La situación de Ibar, encarcelado desde 2000 por el asesinato de tres personas, es más delicada. Su primo Javier Luariz aseguró que está "esperanzado" de que "finalmente tenga un juicio justo en el que sea declarado inocente".
Romero y los familiares de ambos reclusos encendieron una vela para exigiendo la abolición de la pena capital. La presidenta de las Juntas solicitó que esta institución provincial "participe y colabore" con la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, creada ayer en Madrid bajo la presidencia del ex presidente de la Unesco Federico Mayor Zaragoza.
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