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Columna
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Gitanos

La parte buena de las recientes medidas de Sarkozy contra los gitanos, es que por un momento el mundo ha centrado sus focos en esta etnia misteriosa y temperamental que va de paso por la vida. No sé si es este nomadismo ancestral o su carácter bohemio lo que les ha convertido en sospechosos habituales. En la Europa medieval los gitanos ya fueron perseguidos, igual que en el III Reich. En Auschwitz exterminaron a cientos de miles. Un episodio del que se habla poco, porque a diferencia de los judíos, los gitanos nunca han llevado cuenta de sus agravios. Gente de paso, como les decía.

Con esto no quiero sugerir que sean tiernos lirios del valle. Como todo el que camina por el filo de la navaja, algunos tienen cierta querencia por la propiedad ajena: monederos, relojes, gallinas... Cosas de poca monta comparado con lo de Madoff y otros ladrones muy respetables. También están acostumbrados a que les cuelguen sambenitos. Cuando yo era cría se contaba que robaban niños, como si no tuvieran bastante con su propia chiquillería. A veces se embroncan por amoríos o riñas de familia, pero la sangre casi nunca traspasa su círculo y el patriarca acaba poniendo orden entre los clanes. Tienen sus reglas y las respetan.

Son supersticiosos, temperamentales, soñadores, orgullosos, marginales, desastrados, excesivos, tiernos, embaucadores, bohemios.... Carmen Amaya, por ejemplo, gitana del Somorrostro, la más grande bailaora de flamenco de todos los tiempos, asaba sardinas en un hornillo sobre el parquet de su suite en el Waldorf Astoria de Nueva York. Ni en la cumbre del éxito se separó nunca de sus sartenes y cacerolas. Arrasó en el Carnegie Hall de Nueva York, en Broadway y el Hollywood Bowl Audtorium se vino literalmente abajo cuando ella bailó El amor brujo de Falla. El presidente Roosevelt le envió su avión privado para invitarla a bailar en la Casa Blanca. Era bajita, de caderas escurridas y casi analfabeta, pero subida a un escenario, no había Dios que la parara. Ya ven, una gitana sin cultura, que aprendió a bailar junto a las vías del tren, sin ayuda oficial, ni Estado que la amparase. La Capitana.

Han sido muchos los gitanos que nos han hecho famosos en el mundo por su carácter y talento. Cuando nos conviene los exhibimos por ahí como parte esencial de nuestra cultura, pero cuando pintan bastos, los dejamos en la estacada. No existe otro país en Europa con más razones que el nuestro para salir en su defensa.

Ignoro los motivos de Sarkozy para emprenderla con los gitanos, aunque los malpensados opinan que su objetivo es arrebatarle sus argumentos a la extrema derecha. Bastaría eso para simpatizar con ellos, pero además está una tradición hecha de genio y figura. Suficiente para plantarle cara al Eliseo. Por bulerías o soleares.

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