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Columna
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Meapilas y educación sexual

Enseñar significa básicamente diseñar situaciones para que otros aprendan a ser personas más autónomas, libres y, a la vez, respetuosas de la autonomía y libertad de los demás. En la escuela enseñamos matemáticas, lengua, conocimiento del medio o educación física, entre otras muchas cosas, para proporcionar a los niños y jóvenes instrumentos, medios y habilidades para comprender el mundo que les rodea y poder moverse en él con cierta seguridad, es decir, con la competencia suficiente para poder optar por el mejor camino allí donde se tiene oportunidad de elegir, tomar las decisiones más oportunas, rectificar cuando es necesario, desarrollarse como personas y como ciudadanos... Parte de esa competencia para caminar por la vida tiene que ver con una educación sexual que proporcione una información fundamentada, fiable, entendible y de utilidad para quien la recibe. Y si quien la recibe es un adolescente resulta imprescindible tener un especial cuidado, sensibilidad y habilidad para trabajar el tema en el interior de un aula de la escuela o instituto. Hasta el momento, una parte importante de esa educación sexual en nuestras aulas descansaba en las intervenciones puntuales de especialistas de la Consejería de Sanidad en el marco del Programa de Intervención en Educación Sexual (PIES).

No me parece respetable paralizar el PIES como consecuencia de las críticas del Arzobispado

Que el Arzobispado de Valencia proteste por dicha formación, la critique e incluso llegue a tacharla de "visión muy reduccionista del ser humano" entra dentro de lo previsible a la vista de las posiciones de la Iglesia católica escasamente devotas frente a asuntos relativos al sexo y a la vida sexual -al menos en lo que al ámbito de la doctrina se refiere-. Y lo cierto es que aunque no comparto en absoluto la posición del Arzobispado, la respeto..., actitud que, por cierto, también se aprende en la escuela.

También puedo respetar, eso sí, con todas mis críticas, que en un colegio propiedad de la Iglesia católica y no concertado se trabaje a partir de un programa de orientación y educación sexual, elaborado -a instancias de la archidiócesis valenciana- por el Instituto Valenciano de Fertilidad, Sexualidad y Relaciones Familiares y que desde ese programa se informe a los alumnos y alumnas que la masturbación es "un vicio que lleva a una persona por el camino equivocado, planteando graves problemas en el matrimonio por restarle paciencia a la pareja, que ve satisfechas sus necesidades individualmente". Si el Arzobispado me permite la licencia, también a mí ésta me parece una visión muy reduccionista y he de confesar que me cuesta respetarla, pero lo cierto es que forma parte de un discurso moral que comparte un colectivo que, mientras no pretenda imponerse por la fuerza sobre la moral y creencias de otros colectivos... puede ser respetable.

Lo que no me parece en absoluto respetable es que quienes se responsabilizan de la política y la gestión de la educación escolar en nuestra Comunidad se hayan apresurado a paralizar el Programa de Intervención en Educación Sexual como una consecuencia de las críticas del Arzobispado. Ni es respetable para los profesionales de la salud que desde la Consejería Sanidad vienen trabajando desde hace años en esa formación, ni resulta respetable para los centros escolares, alumnos, docentes y familias que se beneficiaban de dicha formación, ni tiene el menor respeto hacia los usos de la vida sana democrática que, especialmente en el área de la educación, en nuestra Comunidad, deriva desde hace algún tiempo del estupor hacia la resignación frente al esperpento cotidiano.

Un meapilas se define desde el diccionario de la Real Academia como santurrón o, en otras palabras, gazmoño, hipócrita que aparenta ser devoto. Desde esta perspectiva, yo creo -y es una opinión- que si las críticas del Arzobispado realmente son la causa de que se haya paralizado el Programa de Intervención en Educación Sexual en los colegios e institutos públicos de nuestra Comunidad, nuestros responsables educativos además de incompetentes merecen ser calificados como unos completos meapilas.

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Dino Salinas Fernández es profesor titular de la Escuela de Magisterio. Universitat de València.

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