Algo mínimamente salvaje
Misterio y sensualidad en las propuestas de John Galliano
Teniendo en cuenta lo que nos cuesta aceptar las pasiones compartidas, es curiosa la tranquilidad con la que se asume que los diseñadores repartan su atención entre varias marcas. Pero Sidney Toledano, presidente de Dior, no mostraba el menor atisbo de celos en el desfile de John Galliano el domingo en París. Son amores distintos los que el creador de Gibraltar profesa a su propia etiqueta y a la casa de alta costura.
Dos días después de su idilio con Bettie Page en Dior, Galliano le escribió una carta más personal a Maria Lani, una mujer fatal que en los años veinte convenció a medio centenar de importantes pintores para que le hicieran un retrato. Les prometió que las obras aparecerían en una película de terror que ella iba a protagonizar. Matisse, Cocteau, Chagall o Fernand Léger aceptaron pintarla. Pero todo era un embuste. Lani vendió los cuadros y desapareció. A partir de tan extraordinaria historia, Galliano creó una colección que Von Sternberg aprobaría. Desconectada de los debates del vestir contemporáneo, pero no por ello menos exquisita. Cada conjunto se inspiraba en un retrato de Lani, encarnada por modelos como Yasmine LeBon, Georgina Grenville o Angela Lindvall. Mientras recorrían una pasarela de espejo -en la barroca ópera cómica- consiguieron que la audiencia se olvidara de su vida de prisas y twitters. Los más frágiles tejidos se superponían para recrear el aura de misterio que envolvía al personaje y las transparencias descubrían la construcción de las piezas.
Un juego de capas transparentes bastante más contemporáneo articuló la colección de Riccardo Tisci para Givenchy. Como casi todo el mundo, el italiano enfrenta los códigos de lo masculino y lo femenino. Continuó con la idea de cubrir y revelar el cuerpo que tan buenos resultados le dio en su último trabajo de alta costura, pero lo llevó a un terreno mucho menos romántico. A pesar del erotismo inherente en la transparencia, la silueta era severa. Según Tisci, "de una sensualidad andrógina". Estaba rematada por préstamos de la estética sadomasoquista. El dominio del blanco y negro se explica, en parte, porque su inspiración nació en las fotografías de Mapplethorpe. En el catálogo de obsesiones de Tisci ocupa lugar destacado el leopardo. Investigó sus cualidades ópticas con piezas de formas orgánicas que destacaban sobre una espalda cubierta por gasa negra. Alas de leopardo, he ahí una imagen sugerente.
Los mensajes con una mínima intención son más notorios por el homogéneo campo donde transitan. El funcionalismo impuesto por Phoebe Philo ha encontrado una legión de seguidores, pero pocos tan íntimos como Stella McCartney y Hannah MacGibbon. Que fueron su jefa y su ayudante. La colección de MacGibbon para Chloé mostró excesivas coincidencias con el trabajo de Philo en Céline. Philo fue la antecesora de MacGibbon en el cargo, así que seguirle la corriente no ayuda a definir una nueva identidad para la firma. Stella McCartney, en cambio, elaboró una defensa de lo práctico más personal. A excepción de un cuestionable estampado de limones (que, junto al de Prada, convertirá los estantes de las grandes cadenas en fruterías), se mantuvo contenida en colores y formas. Cremas, azules y negro le sirvieron para demostrar su talento para cortar chaquetas. Algo que aprecia su clientela. Mujeres que han crecido con ella. Y como ella.
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