Las grietas de la evolución
El ser humano es un animal que ha conseguido desarrollar sofisticados mecanismos que lo hacen capaz, con igual donaire, de realizar empresas sublimes o sumirse en el lodazal de la crueldad inherente a su primera fase reptiliana. Nuestra versatilidad es tal, que podemos hacer coexistir ambos extremos sin que eso nos produzca un ápice de angustia.
Aunque mi criterio no tiene nada de científico, considero que nuestra evolución está siendo defectuosa. Algo no marcha bien en una especie que no es capaz de desprenderse de los atavismos primitivos que le impiden avanzar.
Y en este apartado podríamos englobar muchas cosas. Las religiones con sus santas guerras, el maltrato al planeta y al resto de los animales, el dominio de una jerarquía sobre el destino del resto, la violencia ejercida contra millones de personas en el planeta y especialmente contra los más débiles y desfavorecidos y un auténtico rimero de evidencias que demuestran que, nuestro pretencioso estado evolutivo, es una mera fachada. Un tenue maquillaje que no puede ocultar que, quien verdaderamente maneja las riendas, es lo más irracional de nuestro código genético.
Un consejo a la comunidad científica: dejen de buscar el eslabón perdido. Somos nosotros mismos. ¿De qué otra forma podría explicarse que una mujer vaya a morir en la horca por un acto de "piedad" en pleno siglo XXI? Sakineh no morirá lapidada. Irán ha cedido a las presiones internacionales y ha conmutado esta condena por otra igual de salvaje. En eso sí que somos maestros, conocemos infinitas formas de ejecutar a la gente.
Mientras cosas así puedan suceder, convendrán conmigo, seguiremos siendo lo que fuimos: monos feroces y malévolos. Estúpidas e imperfectas fieras antropófagas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.