Yllana, inversión en carcajadas
Tras dos décadas de vida, la compañía llega a Broadway
A dos pasos del teatro Alfil de Madrid, también propiedad de la compañía de la que es socio Marcos Ottone, productor y director general de Yllana, se muestra tímido, algo común a la mayoría de los actores. Sin embargo, él, pese a ser socio del grupo casi desde los orígenes, nunca se ha subido al escenario. Eso es cosa de David, su hermano. La tarea de Marcos es otra: se encarga de todo lo que tiene que ver con Yllana empresa. "Nunca vamos a meternos financieramente en algo en lo que no creamos artísticamente. Pero siempre trataremos de crear algo que sea vendible, que tenga público, que pueda viajar. Siempre que podamos, trataremos de divertirnos ganando dinero", asegura.
Y es que Yllana viaja, y mucho. Desde que hace casi 20 años la compañía pusiera en pie su primer espectáculo de humor, no sólo ha viajado a más de una treintena de países con diferentes montajes. También mantiene franquiciado su espectáculo 666 en el mismo Broadway de Nueva York. "Solo hay un español miembro de Yllana allí. El resto de la gente que lleva el montaje es norteamericana. Nosotros aportamos el espectáculo y, como tenemos la intención de permanecer allí, hemos abaratado nuestro caché habitual".
Yllana ha llevado un montaje a EE UU y se ha traído enseñanzas sobre cómo funciona allí el mundo del espectáculo, algunas de las cuales le gustaría poder aplicar en España. "Poner en marcha un espectáculo de los nuestros sale por unos 120.000 euros. En Estados Unidos ese dinero llega de aportaciones privadas íntegramente. En España el modelo teatral está basado en subvenciones, contrataciones por parte de los Ayuntamientos... Es la forma establecida y, claro, en época de crisis, los pagos se retrasan y vuelven a retrasarse. Muchas compañías han tenido que desaparecer por ello. Nosotros siempre que podemos trabajamos sobre un porcentaje de taquilla. Así, por lo menos, garantizamos que los ingresos dependerán exclusivamente de que el espectáculo guste al público", explica Ottone.
"La mayoría de los Ayuntamientos y circuitos han sufrido recortes presupuestarios y ya no disponen de tanto dinero para contratar. Además, tardan muchísimo en pagar. Lo ideal sería que hubiera más inversión privada, pero las políticas de precios de los Ayuntamientos, acostumbrando al público a pagar para ver una obra entre 3 y 10 euros, hace casi imposible gestionar un teatro de forma privada", agrega.
Así es como sale a la palestra la eterna Ley de Mecenazgo (tantas veces prometida como no promulgada). Según Ottone, "sería la solución a muchos problemas del empresario teatral, igual que una Ley del Teatro que estructure y profesionalice el sector, donde hay mucho intrusismo". Con la legislación adecuada, el teatro sería más apetecible para el inversor, lo que permitiría montar espectáculos de más envergadura, mantiene; aun cuando Yllana puede considerarse una formación privilegiada, al poder permitirse unos montajes escénicos vetados por sus elevados costes a otras compañías. No en vano, el uso de nuevas -y costosas- tecnologías es una de las señas de identidad del grupo. "Siempre nos ha gustado investigar, innovar. Fuimos los primeros en España en utilizar CD en los espectáculos, en el año 1993, todo un avance para la época".
El camino recorrido por Yllana es largo y su comienzo queda lejos. Los padres de la compañía ya se prodigan poco sobre las tablas. Hoy Juan Francisco Ramos, David Ottone, Joseph O'Curneen y Fidel Fernández, fundadores junto a Marcos de la firma, se dedican más a producir, gestionar el teatro Alfil, dirigir, distribuir espectáculos, producir festivales, impartir cursos, desarrollar proyectos, promover nuevos talentos... "Hemos evolucionado, aunque la ilusión del principio sigue ahí. Sin ilusión no puedes estar en un negocio tan difícil como este, donde nada te garantiza que los proyectos que inicias acaben teniendo éxito..., incluso los que aparentemente reúnen todos los ingredientes pueden fracasar". Y como a Yllana no le falta ilusión, le gustaría ver montajes de 666, además de en Nueva York, en Tokio, Berlín, París...
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