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La candidatura socialista a la Comunidad de Madrid

Una carrera salpicada de acusaciones mutuas

Jesús Sérvulo González

El pasado 9 de agosto, Trinidad Jiménez anunció su intención de disputar la candidatura socialista al secretario general del Partido Socialista de Madrid, Tomás Gómez. Fue el comienzo de una carrera salpicada de acusaciones cruzadas entre los equipos de ambos aspirantes.

El primer rifirrafe tuvo lugar poco después. El entorno de la ministra de Sanidad acusó a su oponente de contraprogramar sus actos. Desde el equipo de Gómez aseguraron que las víctimas eran ellos. Durante unos días fue posible ver como Jiménez y Gómez visitaban los mismos pueblos, separados solo por una diferencia de horas.

Poco a poco se fueron sucediendo las manifestaciones desde el Ejecutivo nacional en apoyo a la candidatura de Jiménez. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, aseguró en una entrevista que "el mayor activo de Gómez era haberle dicho no a Zapatero".

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Desde el entorno de la ministra fue calando gradualmente el mensaje de que Gómez era el candidato de la derecha. La tensión llegó a tal extremo que la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, tuvo que poner orden y rechazar tales acusaciones. La catarata de adhesiones a Jiménez dio pie al secretario general madrileño para asegurar que su candidatura representaba a las bases, frente a la de la ministra, que era la de los cargos públicos.

Poco después la tensión se desplazó a Móstoles y Leganés. Militantes de la agrupación de Móstoles, que llevaba dos años suspendida, reclamaron poder votar en las primarias. Ferraz anunció que estudiaría el caso. Esta agrupación había sido una de las más críticas con Gómez hasta que fue cerrada por una supuesta afiliación irregular. Además, era la segunda más numerosa de la región, con unos 700 afiliados. Si Ferraz les permitía el voto, la mayoría se decantaría por Jiménez. El entorno de Gómez tachó la medida de "pucherazo". En Leganés estalló otro foco de tensión. La secretaria general de la agrupación reclamó primarias para disputar la candidatura al alcalde socialista del municipio. Reunió los avales necesarios, casi el 50% de todos los militantes. Pero la dirección federal del PSOE lo impidió con el argumento de que no se pueden celebrar primarias en ciudades donde se gobierna. La decisión provocó reacciones airadas del equipo de Gómez.

Pero el momento de más tensión se vivió en el recuento de los avales. Durante semanas, desde el entorno de Gómez se dudó de que la ministra lograra las firmas necesarias para poder competir en las primarias (el 15% de la militancia). Pero la ministra presentó unos 6.400 avales, frente a los 6.800 de su rival, lo que dejaba las cosas muy apretadas. La Comisión de Garantías regional, encargada de contar los avales, invalidó cientos de firmas a Jiménez. Durante las 36 horas que duró el proceso se escucharon gritos e insultos en la sede del PSM en Callao. Finalmente, Ferraz tomó cartas en el asunto y zanjó la disputa.

El penúltimo encontronazo se produjo tras una conferencia de Gómez en el hotel Ritz. El secretario general de los socialistas madrileños estuvo acompañado por la vieja guardia socialista. Entre los asistentes, José Barrionuevo, Joaquín Leguina, Juan Barranco... y hasta seis ex ministros. Jiménez se lanzó al ataque y acusó al ex alcalde de Parla de "anclarse en el pasado". Gómez le reprochó que se sentía muy orgulloso del pasado del partido.

El pasado viernes los equipos de ambos candidatos se enzarzaron por unas encuestas. Durante toda la campaña Jiménez ha explotado la baza de que ella es la mejor opción para ganar a Esperanza Aguirre (PP) según los sondeos. Pero en el último minuto, a dos días de las primarias, Gómez aseguró contar con una encuesta secreta en la que sale mejor parado. Jiménez aireó otra en la que aventaja al dirigente madrileño en 30 puntos. Hoy se acaba la carrera que ha provocado heridas en el PSM. El día 4 se verá si estas son incurables.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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