_
_
_
_
_
Reportaje:

Un hito científico en Sevilla

El Instituto de Biomedicina aspira a ser un referente internacional

Diez años ha tardado el científico José López Barneo en hacer realidad el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBIS); un sueño que ha perseguido tenazmente y que, cuando eche a andar "en un mes o dos", explica, "tendrá entre sus objetivos estar a la altura de los centros más prestigiosos de Europa en investigación biomédica, como el instituto Karolingia de Suecia".

Para lograrlo, el IBIS fue concebido, y nace hoy, con un planteamiento "genuino y pionero en España", en palabras de este destacado investigador de las enfermedades neurodegenerativas, que es también su director. Su originalidad radica en que por primera vez irán de la mano la práctica clínica (el contacto directo con los enfermos), la investigación y la docencia. Todo ello en un ámbito único, como es el complejo hospitalario Virgen del Rocío de Sevilla, donde la práctica médica diaria es difícil, dura y compleja. "No va a ser un centro de investigación aislado en un bosque, sino que desarrollará toda su actividad con y para los pacientes del hospital", recalca el que es también coordinador de toda la investigación que se hace en este complejo sanitario público.

En el IBIS se unirán la práctica clínica, la investigación y la docencia
300 científicos colaboran con el proyecto, que ha costado 18 millones

Desde el punto de vista jurídico y organizativo, López Barneo considera, asimismo, que "la fórmula elegida es acertada pues blinda el proyecto". Sin identidad jurídica propia, el IBIS está representado por Fisevi (Fundación Pública Andaluza para la Gestión de la Investigación en Salud), aunque quien lo sustenta es el consorcio creado por las consejerías de Salud y de Innovación, la Universidad de Sevilla y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuatro socios que son por ahora "la mejor garantía para que el proyecto perviva". Aún así, ciencia y política no siempre coinciden en prioridades y urgencias. "La investigación en España está demasiado politizada, creo yo", apostilla el prestigioso investigador.

El IBIS ocupa 8.200 metros cuadrados en un edificio de cuatro plantas y va a dar trabajo a 300 científicos que son profesores también en la facultad de Medicina y médicos en el hospital. Los 18 millones de euros que ha costado el proyecto proceden de fondos europeos. La Administración no ha puesto ni un euro. Sí lo pondrá (1,2 millones) para cubrir parte de los ocho anuales que, calcula López Barneo, costará mantenerlo a pleno rendimiento.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En el terreno estrictamente científico, el IBIS está despertando gran expectación en España y Europa; es una especie de "joya de la corona". Fue el primero, hace dos años, en lograr (junto al Idibaps, su equivalente en el hospital Clínico de Barcelona) la certificación de instituto biomédico que realiza una investigación de excelencia en un gran hospital.

Ahora echa a andar y lo hace con un planteamiento multidisciplinar. Estudiará aquellas patologías más prevalentes o comunes, divididas en cuatro grandes grupos: enfermedades infecciosas y del sistema inmunitario, las neurodegenerativas, como el alzhéimer o el parkinson, las patologías vasculares y respiratorias y las enfermedades relacionadas con el cáncer. Para abordar todas ellas se han creado 32 grupos de investigación (entre ocho y diez investigadores por grupo), de los que 27 ya están constituidos. "Un dato significativo", dice López Barneo, "es que 17 de estos grupos están dirigidos por clínicos, es decir, por personas que tratan todos los días con enfermos en el hospital".

¿Pero cómo afrontarán el futuro los científicos del IBIS? Porque, para empezar, deberán conseguir cada año entre cinco y ocho millones de euros con sus proyectos, si no quieren ver cómo el instituto sucumbe. A esto no parece temerle López Barneo. Le preocupa más que "los investigadores se adocenen" y no mantengan el nivel de exigencia que se requiere para competir en el campo internacional. Si esta premisa se cumple, no faltarán los recursos, asegura, porque "lo que tenemos claro es que la financiación política no va a resolver el problema pues sólo va a llegarnos en momentos concretos". A los políticos, pues, a las instituciones en general, López Barneo les pide que mantengan el tutelaje, sí, pero que sólo "les ayuden en la distancia". Es decir, que les dejen trabajar.

Y es que el IBIS no es un fin en sí mismo, sino una herramienta de política científica en un hospital público que propicia recursos -"en los 10 años que yo llevo aquí hemos conseguido para este hospital más de 25 millones de euros", recuerda el neurocientífico-, genera patentes y, a la larga, va a ser una fuente segura de empleo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_