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Tentaciones
Reportaje:CINE

Reynolds entierra su talento

Ese rubio actor de segunda en el que alguna vez se vislumbra el talento de un actor de primera". Hasta la fecha, Ryan Reynolds (Vancouver, 1976) encajaba con esta descripción del crítico de The New York Times Stephen Holden. Todas sus credenciales eran comedias bobaliconas de la altura de La proposición, junto a Sandra Bullock. Con razón Maruja Torres escribió: "Su mayor mérito es estar casado con Scarlett Johansson".

Hoy estrena en medio mundo la que tal vez sea su primera buena película: Buried (Enterrado), segundo largometraje del español Rodrigo Cortés (Concursante), rodado en Barcelona en 17 días, con 2,4 millones de euros de presupuesto y 4.000 copias (2.000 en EE UU). Su trama ha dado que hablar desde que triunfó en Sundance: un hombre que despierta enterrado vivo en un ataúd, con un mechero y un teléfono móvil. Como Uma Thurman en Kill Bill, pero durante 95 minutos. La cámara jamás abandona el subsuelo. No hay ni flashbacks.

Reynolds soporta todo el peso del metraje. Ver para creer. Más que su entrega física —terminó con la espalda sangrando, los dedos chamuscados—, impresiona su despliegue de emociones: frustración, ira, esperanza. "Rodábamos 30 planos diarios: pasaba de un extremo a otro enseguida… Demostró valentía y maleabilidad", explica el director.

"Es el papel de mi vida", reconoce el actor por teléfono desde Nueva York, donde vive. "Apenas ensayé. Muchas son primeras tomas, no sentía que pudiera repetirlas". Aunque nunca ha querido estudiar interpretación ("sabía que era bueno por cómo mentía a mis padres"), tiene recursos de método: para transmitir angustia, "recordaba la vez que, haciendo caída libre, el paracaídas no se abrió a la primera". Lo que más le enorgullece es que el personaje (un camionero secuestrado en Irak) resulte creíble: "Introduje elementos que lo hacen un poco indeseable, como su agresividad, o todos los tacos que dice. Es mi única película que al verla no pienso que soy yo; aunque a pesar de sus defectos el espectador quiere que él se salve".

Para ser justos, Reynolds ya había mostrado esa riqueza de matices en The Nines (2007). A Cortés le impresionó, y le escribió una carta para convencerlo: "¡Era casi tan larga como el guión! Me encantaba el libreto de Chris Sparling, pero me parecía imposible de filmar. No creía que nadie fuera a financiarla. Al final creí en Rodrigo por su pasión".

Rodada con dos cámaras y un equipo de 15 personas, Buried no se queda en un ejercicio de estilo: "Desde el principio insistí en que no es experimental, sino un thriller de máxima tensión; Indiana Jones dentro de una caja", señala Cortés. Salvando las distancias, lo han comparado con Hitchcock. "Haría que se revolviera en su tumba", elogió Variety. Y la revista digital Awards Circuit, que lanza sus quinielas para los Oscar, ya incluye a Reynolds. Él, que jamás ha ganado un premio, ni siquiera el de MTV al mejor beso en 2009.

Después del rodaje, "parecido a una pesadilla", se tomó el siguiente proyecto "como unas vacaciones": un año vestido de superhéroe para Green lantern, su primer papel protagonista en un presumible taquillazo.

Lleva en el mundillo casi veinte años. Ya desde que suspendió la asignatura de teatro en el instituto supo que le iba a costar arrancar. Después de protagonizar teleseries mediocres, se mudó a Los Ángeles, donde sobrevivió "en un motelucho" trabajando en un ultramarinos. Si no se dio por vencido fue gracias a la disciplina que le enseñó su padre, agente de la Policía Montada (como sus tres hermanos).

Paso a paso, este lector de Philip Roth, pacifista y patriota (rehúsa la ciudadanía estadounidense) ha participado en filmes que recaudaron más de lo previsto. Ha compartido cartel con Julia Roberts, Tim Robbins o Rachel Weisz. Y le esperan varios bombazos. Misión cumplida: la estrella consorte, aquel sosaina al que Manohla Dargis, de The New York Times, definió como más decorativo que otra cosa, ha subido de categoría. Pero a Reynolds no le tiembla el pulso: "Por suerte me ha ido bien poco a poco. Si el éxito llega, no va a consumirme".

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