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Columna
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Vista cansada

David Trueba

Si echan una mirada a la página siguiente verán que las programaciones de las diferentes cadenas de televisión se acumulan cada vez con letra más reducida. Dicen que el primer detector de que te estás haciendo viejo es que la presbicia te impide leer qué película ponen esta noche en TCM, un canal que funciona de estupendo analgésico cinematográfico. De una manera natural, la programación de La 2 ha dejado de desfilar al lado de las otras ofertas generalistas. Todo el mundo ha aceptado el estado de catatonia del segundo canal público como un mal natural, algo parecido a la vista cansada. El arte de perder el sitio. Parece admitirse que cualquier contenedor que presuma de productos culturales, delicadezas y otras variedades de repostería fina está condenado a la marginalidad. Con La 2 uno tiene la sensación de que esa marginación es voluntaria. El enorme debate que tendríamos que plantearnos sobre el futuro de los medios públicos debería comenzar por aclararnos si la inteligencia y la calidad son virtudes o una monserga vergonzante que empujar bajo el felpudo.

Como los jóvenes que ocultan su título universitario al presentarse a cualquier oferta de trabajo precario, así también la televisión esconde su perfil formativo y enriquecedor para seducir a la zoquetería. Es posible que el tono elitista y la voluntad depresiva ayuden a que la audiencia emigre para siempre a entornos más chillones. También los supermercados premian a la mercancía más llamativa frente a la de calidad. La noche del domingo el espacio El documental ofreció un recorrido por el caso de Andrés Rabadán, inmortalizado como el asesino de la ballesta. Es habitual que los medios de comunicación cumplan la función de reducir la complejidad de la vida a la simpleza de un titular rotundo. Su camino de vuelta tendría que ser analizar los titulares rotundos con perspectiva, pausa, visiones particulares, hasta transformarlos en una historia compleja y apasionante. Eso lo logra el documental El perdón, con las palabras de los implicados, los cercanos, los terapeutas. La 2 va camino de convertirse en un limbo televisivo, un rincón marginado que lava la conciencia del poder como quien da limosna a un mendigo, en lugar de pelear contra su arrinconamiento sacando los colores a la competencia.

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