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Columna
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La semana

No hay que perderse por nada del mundo esta semana. Se van a resolver algunas dudas que penden sobre nuestras cabezas. Sabremos si finalmente la huelga es general o particular, si el Ayuntamiento de Madrid alcanza a pagar las nóminas de los recogedores de basuras y quién se impone en la pugna por la candidatura socialista para la Comunidad de Madrid. No son asuntos menores. Todos traen detrás movimientos impredecibles, contradicciones internas y hasta peleas sucesorias. Más que nunca la política local se va a parecer a un episodio sobrecargado de Los Tudor o Roma, pero sin tanta cacha.

Ninguna batalla se dirime en la superficie, sino en su onda expansiva. La huelga del miércoles no será la primera huelga general que vivimos, pero siempre serán menos que las que lleva Sarkozy este año. Los sindicatos se juegan mucho, el Gobierno pulsará el grado de cabreo de la clase trabajadora y la oposición aguardará a que les vaya mal a ambos. En las huelgas generales las televisiones juegan un papel fundamental. Al fin y al cabo son la ventanilla por donde se asoma mucha gente al mundo. Parar las emisiones, lograr el negro absoluto siempre es una metáfora de los parones callejeros. Miraremos con lupa el tratamiento informativo. Tendremos siempre en mente la última huelga general, aquella que culminó en uno de los episodios más degradantes de la historia de la televisión pública, con aquella lectura apresurada de Urdaci de la condena judicial por manipulación informativa. Desde entonces hasta ahora, los servicios informativos de TVE han experimentado un incremento impensable de la confianza de los ciudadanos, mérito de Fran Llorente y su equipo, que el próximo miércoles tendrán que coronar otro Tourmalet de presiones, impresiones y declaraciones, tratando de imponer la transparencia donde solo habrá ruido.

Para ese día es probable que nadie recupere la vieja película de Eisenstein La huelga. Los tiempos han cambiado y ahora las utopías, por suerte para nuestros pellejos, se rebajan con la tila de la terca realidad. Sería fantástico que algún canal recuperara dos películas emotivas, complejas, entretenidas. Los compañeros de Mario Monicelli o la brasileña Ellos no llevan corbata de LeonHirzsman. Ambas contienen la euforia, la urgencia y la tristeza de toda huelga.

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