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PROPUESTAS

De escéptica a fan

Carmen Pérez-Lanzac

Quien haya visitado Moscú lo sabe: lograr alojamiento a un precio razonable es una misión casi imposible. Pues chincha. Mi compañero de viaje y yo tuvimos alojamiento más guía personal por cero rublos. Y todo gracias a John. Le conocimos un mes antes a través de couchsurfing.com. En realidad intercambiamos correos con varias personas que se ofrecieron a acogernos. Yo no daba crédito. ¿De verdad toda esa gente estaba dispuesta a meter en su casa por la patilla a dos perfectos desconocidos para ayudarles a ahorrarse un pastizal? Mmm... Sospechoso.

Después de intercambiar correos con varios espontáneos quedamos con John (sí, encima pudimos elegir anfitrión). De él sabíamos más bien poco. Que escribía en perfecto inglés y parecía simpático. Nos citó en la boca de metro más cercana a su casa y allí que llegó, puntual como un reloj. Y todos mis recelos desaparecieron en un 'click'. John resultó ser un periodista estadounidense de 30 años que nos llevó a su casa, nos prestó dos guías de la ciudad, nos dio las llaves de su casa y se marchó a trabajar. Y yo me sentí mala persona. Existe el altruismo. Y está ahí fuera.

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Una semana más tarde, tras cruzar parte de Siberia en el transiberiano, tuvimos nuestra segunda experiencia como 'couchsurfers' o 'gorrones unidos jamás serán vencidos', comunidad de la que a esas alturas ya era la fan 'number one'. Especialmente tras pasar una larga noche de juerga con John y parte de la comunidad 'couchsurfer' moscovita, que además de acoger a gente cuando les cuadra, quedan regularmente para pasarlo bien.

En Irkusk nos estaba esperando nuestra segunda anfitriona, Galia, una chica de 18 años de la etnia buryat, que resultó ser un poquito menos altruista que su predecesor. Acogía a turistas por interés propio. ¿Qué ganaba ella? Vocabulario inglés. Y de pronto nos vimos convertidos en una especie de Home English con patas, lo cual nos pareció muy bien. Galia nos prestó su cuarto esa noche. Y espero que gracias a nuestra compañía ella mejorara un poquito la lengua de Shakespeare. Aunque fuera con acento español.

Desde mi regreso he promocionado entre mis amigos el mundo 'couchsurfer'. Y a uno de ellos incluso le sirvió para salir de un pequeño apuro. Iba a pasar un fin de semana en Oporto con un amigo que en el último minuto tuvo que cancelar su viaje. Horror. ¿Qué demonios hago yo solo paseando mi palmito por Oporto?, pensó mi amigo. Ya tenía un hostal reservado, así que su problema no era el alojamiento, sino la compañía. Y de pronto recordó aquel asunto de la comunidad 'couchsurfer', pues en este portal hay mucha gente que no puede o no quiere ofrecer alojamiento pero sí su compañía. Así que mi amigo se puso en contacto con varios de los candidatos y al final triunfó. Se pasó el fin de semana entre desconocidos que le trataron como un rey.

¿Son todas las experiencias así de bucólicas? Seguro que no. Una chica que conocí me contó que ella había tenido al menos dos experiencias malas (básicamente gente maleducada), pero que le compensaba con creces por todas las demás. Yo tengo una deuda pendiente con esta comunidad: acoger a un turista que quiera ahorrarse unos durillos. Y cuando me cuadre, la cumpliré.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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