Personajes al límite
Claudia Piñeiro (Burzaco, provincia de Buenos Aires, 1960) no tiene una gran opinión de las personas adultas. Por lo menos eso podría creerse leyendo sus novelas, atravesadas todas ellas por un fuerte pesimismo sobre la condición humana. Ella, sin embargo, no se reconoce en ese feroz juicio: "Es verdad que en mis novelas los adultos están condenados y que la única esperanza se encuentra en los personajes adolescentes. Pero no es cierto que yo piense que todos los adultos son así. Lo son los personajes que me interesa contar", puntualiza.
Piñeiro, separada, con tres hijos, es una de las escritoras de mayor éxito en Argentina y ha logrado algo extremadamente difícil en el mundo literario: que el éxito aplastante de ventas de su primera novela, Las viudas de los jueves, no se convirtiera en una pesada sombra sobre toda su carrera profesional. Bien al contrario, Piñeiro ha ido incrementado, libro a libro, su prestigio como escritora. Sentada en un café de Buenos Aires, en el que a veces escribe sus artículos para la prensa porteña, Claudia Piñeiro conversa con amabilidad, pero sin perder un ápice de la mirada escudriñadora y cauta que pone sobre sus personajes ficticios.
"El proceso de la negación no me funciona. Quizás mi pesimismo tiene relación con ver algo que los demás no ven"
PREGUNTA. Tuya, la novela que ahora se publica en España, está construida casi exclusivamente a través del diálogo.
RESPUESTA. Sí. Es lo que me resulta más natural y quizás por eso yo empecé a escribir ficción como dramaturga. Cuando quise buscar algo cercano a la literatura, me dirigí al teatro, a los guiones de televisión. Después, cuando empecé a estudiar realmente dramaturgia (fui a la Escuela Municipal de Arte Dramático durante dos años, cuando ya había publicado varias novelas), me di cuenta de que no es solo diálogo, por supuesto. Pero es cierto que me encuentro cómoda con ese tipo de narración.
P. La mujer que protagoniza Tuya vive a gusto en un mundo de hipocresía que parece banal, pero que se va convirtiendo en una pesadilla.
R. Me gusta trabajar ese tipo de personajes, esos mundos en los cuales la hipocresía, el encierro, las apariencias están muy presentes y, en determinados momentos de la época adulta, difíciles de cambiar. Pasa en Las viudas de los jueves, que se publicó antes, y en una novela posterior, Las grietas de Jara, aunque en esa última, el personaje intenta un cambio. En general, son personajes que se encuentran, además, en situaciones de crisis, lo que permite que el relato se desarrolle con una curva dramática y que tenga sentido contar esa historia.
P. ¿Sus personajes representan una parte de la sociedad argentina que ha crecido mucho en los últimos años, una especie de clase alta profesional que vive en núcleos cerrados, tipo urbanizaciones?
R. En Las viudas de los jueves esto está claro. En Tuya, es una familia parecida, aunque no vive en una urbanización de ese tipo. El tema de las apariencias y del "qué dirán" es independiente del lugar donde se vive, aunque es obvio que los lugares cerrados y endogámicos hacen que se potencie. Yo diría que es algo que se ve en todo Latinoamérica y que, incluso, hay países en los que está todavía más exacerbado, como Chile.
P. ¿La sociedad argentina no es tan conservadora como la chilena?
R. Argentina es conservadora si nos comparamos con Europa o con Estados Unidos, pero no si lo hacemos con el resto de Latinoamérica. Aquí ha habido discusiones que no se podrían llevar a cabo en otros países, como el debate sobre el matrimonio gay. En toda esa discusión se han escuchado, sin duda, barbaridades, que representan también a la sociedad argentina, pero lo importante es que la ley se ha terminado aprobando gracias al trabajo de la militancia y al voto de la mayoría de senadores y diputados.
P. Es usted una de las novelistas más leídas en Argentina. ¿Cree que sus lectores proceden de ese mismo sector social que usted examina o que están fuera, curioseando a través de la cerca, porque les gusta saber que esos countries están llenos de hipocresía e infelicidad?
R. Probablemente, ambas cosas. Mucha gente lee estos libros y tiene la posibilidad de decir: "Qué barbaridad, lo que sucede acá". Pero me gusta mucho la definición de Pirandello según la cual el humorismo no es el chiste en el que uno se ríe y se olvida, sino que es eso de lo cual uno se ríe y enseguida piensa, horrorizado, cómo es posible que me haya reído de esa barbaridad.
P. El tema del ocultamiento, tan presente en su literatura, ¿está relacionado con su visión de la historia reciente de Argentina?
R. En la época de la dictadura yo tenía 13 años y mi padre nos hablaba en casa, permanentemente, de lo que estaba pasando. Mi padre era de izquierdas, aunque no militaba, una persona que estaba conectada con lo que sucedía y que sabía que había gente desaparecida. Él nos lo contaba todo. Y, sin embargo, yo no tenía ni una amiga que supiera nada de esto o a la que le importara. Yo sabía, pero salía de casa y tenía que callarme. Sí, realmente el tema del ocultamiento estuvo muy presente en mi casa durante mi adolescencia. Quizás el pesimismo del que usted habla tiene relación con eso, con ver algo que los demás no ven. Alguien me dijo una vez que no me funciona la negación, y que eso es un problema porque, a veces, un poco de negación es buena, no ver determinadas cosas para poder disfrutar de otras. A mí, realmente, ese proceso de la negación no me funciona. Yo veo todo y después, igual trato de ser feliz con eso, pero prefiero ver.
P. Todas sus novelas tienen un punto de vista ético, moral.
R. Más ético que moral. A mí me interesa mucho la cuestión de la gente que no se siente responsable de cosas sociales, porque, como no son actos individuales, no forman parte de su esfera de responsabilidad. Creo que las clases sociales que tienen educación, acceso a la cultura, y que saben que lo que ocurre perjudica seriamente a otros, deben sentirse responsables.
P. En Las grietas de Jara aparece el planteamiento de que "si las leyes están hechas por los más fuertes, los más débiles pueden romperlas". ¿Lo cree así?
R. No está justificado romper la ley, casi nunca. Pero las leyes están en revisión permanente. Es como lo que hablábamos sobre el matrimonio igualitario. Hay muchas cosas que aceptamos simplemente porque alguien quiere que parezcan inamovibles, pero leyes que parecen inapelables tal vez no lo sean. No quiere decir que haya que violar la ley. Simplemente, en mis novelas mis personajes se ponen en un límite.
P. En las dictaduras hay leyes que parecen hechas solo para que no puedas sobrevivir sin violarlas, lo que te hace automáticamente más vulnerable, ¿no?
R. Claro. Sucede en Argentina con el tema del aborto, que pone a las mujeres permanentemente en una situación ilegal. Para colmo tiene una connotación absolutamente de ricos y pobres. Si tomas 10 mujeres que cruzan la calle, estoy segura de que la mitad se ha hecho un aborto y que se lo hicieron en Argentina. Sin embargo es un tema del que no se habla. Hay niñas de 13 años violadas por sus padres, un hecho previsto por la ley como causa de aborto, que sufren terribles consecuencias porque cuando llegan al hospital siempre aparece alguien que pone una demanda "en defensa de la vida del bebé" y mientras el juez decide pasa el tiempo. Traté ese asunto en Elena sabe porque me parece que es uno de los puntos pendientes que hay que tratar cuanto antes en Argentina.
P. La sociedad argentina sobre la que escribe ¿es una sociedad golpeada?
R. Sí, es una sociedad golpeada, pero para mí lo más interesante de los últimos tiempos, desde la crisis del 2001 hasta ahora, es la vuelta a la participación política, social y cívica de los ciudadanos. En 2001 el lema era "que se vayan todos", el descreimiento en los políticos, y me parece que ahora la gente se vuelve a interesar por la política, hay más debate y se vuelve a tomar parte en luchas sociales. Hay gente joven comprometida, como se ha visto en el caso del matrimonio gay, a diferencia de 2001, cuando lo único que comprometía era lo que tocaba directamente el bolsillo. Eso es lo mejor que nos ha pasado en los últimos años.
P. ¿Es una gran lectora?
R. Sí. Soy una lectora bulímica y caótica, no hice una carrera de letras (soy contable de profesión), así que no tengo un orden académico. Si sale una novela de David Lodge, seguro que la leo. También me gusta mucho Coetzee. Y autores que tienen que ver con la reflexión sobre la literatura, sobre otras cosas que también me interesan, como Steiner o Barthes.
P. ¿Trabaja siendo consciente de la estructura de lo que va escribiendo?
R. Tiene que ver con mi formación profesional. El hecho de ser guionista te obliga a tener una estructura. También es un sostén para la novela, aunque uno debe tratar de que no se note. Pero sí, me interesa muchísimo pensar la estructura de la novela. Es algo natural en mí.
P. Otro tema que aparece en todas sus novelas es la intriga, siempre hay alguien muerto o asesinado.
R. Siempre me preguntan esto y no sé qué responder. Es verdad que incluso en mis obras infantiles existe el suspense, no hay muertos, pero sí intriga. Me interesa mucho, es una manera de tomar al lector de la mano y que te acompañe en la aventura que es la novela. Mis novelas no son policiales, pero tienen algunos elementos del policial, la intriga y la búsqueda de la verdad.
P. ¿Hay algún autor de novela policiaca que le interese particularmente?
R. Henning Mankell. Chandler, dentro de los autores anteriores. También me gusta Muriel Spark. Pero soy más lectora de otras cosas. Muchas veces leo policiales para ver cómo solucionan problemas a los que yo me enfrento. Patricia Highsmith es una especialista en el suspense. Tanto en sus novelas como en las mías se cambia la pregunta del clásico "¿quién lo mató?" por "¿por qué lo mató?, ¿cómo nadie se dio cuenta?".
Tuya. Claudia Piñeiro. Alfaguara. Madrid, 2010 (a la venta el 6 de octubre). 167 páginas. 16,50 euros.
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