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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Bärbel Bohley, desaparece una heroína alemana

En su obra dramática La vida de Galileo, Bertolt Brecht describe el regreso del sabio después de capitular ante la Inquisición. Su ayudante se lo reprocha exclamando que Italia necesita héroes. "Desgraciado el país", le contesta Galileo, "que necesita héroes".

Alemania, no siempre eminente en valor cívico, acaba de perder a una heroína moral. Bärbel Bohley, nacida justo cuando terminaba la guerra en 1945, ha muerto. Una artista que vivió, junto a un grupo de amigos, en los intersticios de la reglamentada sociedad de la República Democrática Alemana. Se servían del apoyo de amigos, de la ayuda prestada por pastores y congregaciones simpatizantes de la Iglesia protestante, incluso de medios suministrados por el Estado, cuyas instituciones funcionaban como si fueran robots. Su desviación cultural y política atrajo la atención de la mayor y más capitalizada empresa de la RDA el Ministerio de la Seguridad del Estado (Stasi). Fueron observados, amonestados, ocasionalmente castigados, aunque no encarcelados ni exiliados de modo permanente. Contaban con simpatizantes en Berlín Oeste y en la República Federal de Alemania, también en Francia. El régimen tenía que tener en cuenta el prestigio que tenían en el exterior y no siempre podía proceder de manera implacable contra ellos.

Era más perspicaz que los eruditos de ambos lados del telón de acero

¿Estaba la oposición de la RDA tácitamente alentada por reformadores infiltrados en el partido estatal, aliados con camaradas de Moscú? Quizá, pero yo conocí al grupo y no me dio la impresión de ser manipulable. Los informes de la Stasi sobre el mismo evidencian una brutalidad estalinista, una pedantería prusiana y una torpeza propia del inspector Clouseau. Desde luego la policía creía que la señora Boh-ley y sus amigos eran una amenaza para el Estado. Tan convencida estaba de ello que, a pesar de haber sido invitado a menudo por instituciones estatales y del partido, en 1986 se me impidió la entrada en la RDA debido a las visitas que yo les había hecho (las posteriores protestas del embajador de la RDA en Washington, consternado por mi queja, no conmovieron a la Stasi).

Estuve por primera vez con Bärbel en 1983, después de que ella y su grupo hubieran sido encarcelados por organizar un parvulario pacifista. Las mujeres del movimiento pacifista de Berlín Oeste se manifestaron en el Check Point Charlie hasta que el régimen soltó a sus prisioneros. Recuerdo con agrado su desordenado apartamento de Prenzlauer Berg, repleto de libros, periódicos y cuadros, un punto de encuentro para quienes buscaban refugio lejos de la monotonía de la cultura estatal oficial. Me hizo recordar a la cultura disidente occidental de los años sesenta. Claramente, había escalado el muro de Berlín.

Bärbel se convirtió en la líder de un equipo de personas con mucho talento porque era enérgica, reflexiva al tiempo que espontánea, y de gran independencia de criterio. Sin ser una experta en geopolítica, en historia o en filosofía política, era más perspicaz que los eruditos escribientes de ambos lados del telón de acero. Para ella, la legitimidad no era un artículo de consumo, sino una colaboración entre ciudadanos y Gobierno que ha de ser renovada continuamente. Una demócrata radical, que creía que la práctica democrática hacía de los ciudadanos unos seres humanos más plenos. Había pasado de la inspiración de Marx a la de Schiller, quien sostenía que los humanos nunca son tan libres como cuando se expresan. En política su compromiso moral era inseparable del estético.

Ella y su grupo se mantuvieron firmes durante los años ochenta, cuando las superpotencias acordaron que nada debería cambiar. Los líderes alemanes de sus respectivos satélites estaban impacientes. El ministro de asuntos exteriores del lado occidental, Genscher, declaró: "Modernicemos nuestras ideas y no nuestras armas". El jefe del partido estalinista, Honecker, confesó su descontento con el emplazamiento de euromisiles en ambas Alemanias. El régimen exilió a Bärbel en 1988, pero Los Verdes y los socialdemócratas de la RFA convencieron a Honecker para que la permitiera regresar.

En 1989 el sistema de la RDA se superó a sí mismo en estupidez autodestructiva. Falsificó los resultados de las elecciones municipales, aprobó la masacre de la plaza de Tiananmen, criticó las reformas de Gorbachov e insultó a sus propios ciudadanos cuando estos trataron de irse. Fueron Bärbel y su grupo, surgiendo de las sombras a las que la policía creyó que habían sido confinados, quienes prendieron la mecha de la explosión que se llevó por delante al partido, al sistema y al mismo Estado. En septiembre, con la población furiosa y exasperada, fundaron Neues Forum, desde donde pidieron al régimen abrirse al diálogo. El Gobierno no tardó en declararlos ilegales. Pero esta autoridad se desintegró al crearse decenas de grupos en su apoyo a lo largo y ancho de la RDA, mientras decenas de miles de ciudadanos tomaban las calles. La oposición del partido destituyó a la vieja guardia y salió a la luz una improvisada democracia.

El resultado del proceso decepcionó profundamente a Bär-bel. Ella había pretendido una RDA democrática y socialista y no lo que pensó que solo era una ignominiosa adquisición del marco alemán. Sus conciudadanos pensaban de modo distinto, una confirmación de lo miserable que era la versión del socialismo que se les había impuesto. Bärbel siguió siendo un recurso moral en una nueva Alemania, cuyos cimientos ella declaró quebrados. Los epígonos de Max Weber han deplorado su utopismo. Sin embargo, Weber insistió en que la profecía ejemplar a veces pudo cambiar a culturas enteras. Bärbel lo hizo en su día. Desgraciado el país que necesita de héroes, pero más desgraciado aún el país que no los tiene.

Norman Birnbaum es profesor emérito del Centro de Leyes de la Universidad de Georgetown y escritor. Traducción de Juan Ramón Azaola.

Bärbel Bohley junto a la antigua franja fronteriza de Berlín.
Bärbel Bohley junto a la antigua franja fronteriza de Berlín.AFP

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