"Este es Lewis Hamilton"
Martin Whitmarsh, jefe de McLaren, defiende la agresividad y la valentía de su piloto, esa que el domingo le hizo abandonar en Monza
El sábado pasado, en Monza, tras la sesión de clasificación del Gran Premio de Italia, Lewis Hamilton reconoció que su equipo había metido la pata al desmontar el Conducto f de su McLaren MP4-25, que se convirtió en una bala en los tramos rectos a costa de perder estabilidad y agarre en las frenadas y las curvas. "Seré más rápido que los demás en las rectas, pero ellos lo serán en las curvas", concedió el británico. Ante esa declaración, a los cuatro mejor colocados de la parrilla -él arrancó el quinto- les entró el tembleque. El susto no se les fue del cuerpo hasta que Hamilton se echó encima de Felipe Massa nada más darse la salida, en la primera variante. El topetazo entre los dos bólidos se cargó la suspensión delantera izquierda del McLaren, que se fue recto a la tierra, donde quedó aparcado para que las grúas lo retiraran.
"Es un buen producto, busca ser perfecto y por eso lamenta lo que hizo"
"Toda la culpa es mía", reconoció después el campeón del mundo de hace dos años. Una vez que hubo atendido a los periodistas, el corredor de Tewin se recluyó un buen rato en la habitación que tiene en el pabellón del equipo, donde, más tarde, fue a verle Martin Whitmarsh, el jefe. "Este es Lewis Hamilton, un piloto agresivo que después, cuando vea la carrera cómodamente sentado en un sofá, pensará que ha hecho algo que mejor no hubiera hecho. Y nosotros también lo pensamos", le define Whitmarsh, máximo responsable de la escudería de Woking. "Él es así y yo no quiero cambiarle. Es un buen producto, una gran persona y un gran piloto. Es muy duro consigo mismo. Busca ser perfecto, el mejor piloto del mundo, y por eso lamenta haber hecho lo que hizo", prosigue en su reflexión, que zanja con una frase de esas que abundan en la F-1, por rimbombante y recurrente: "De cualquier forma, en la pista, a toda velocidad y con la adrenalina al límite, la frontera entre ser un héroe o irte a casa con un cero es de milímetros".
Por más empeño que ponga su director en tratar de relativizar el chasco del domingo, la acción que eliminó a Hamilton del Gran Premio de Italia y que, a la vez, le hizo perder el liderato del Mundial en favor de Mark Webber, es una más de esa lista de maniobras que ya comienza a ser extensa y que a menudo le han condenado.
En ocasiones, como en el pasado Gran Premio de China (arrancó el sexto y terminó el segundo), esa agresividad y determinación a la hora de lanzarse al cuello de sus rivales le ha venido de perlas. Otras veces, ese atrevimiento le ha penalizado y le ha alejado de sus objetivos. En 2008, el año que se proclamó el campeón del mundo más precoz de la historia de la F-1, recibió hasta cinco sanciones, casi todas ellas por conducción temeraria. Esta temporada, durante el Gran Premio de Australia, fue detenido por la policía de Melbourne y acusado de ese mismo delito tras ser pillado in fraganti mientras se divertía haciendo unos donuts [derrapar en círculos]; hace tres años se quedó un mes sin carné y tuvo que pagar una multa de 600 euros por conducir a 200 kilómetros por hora por una autopista de Francia. Para lo bueno y para lo malo, así es Lewis Hamilton.
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