Ciclo en gestos
De La bestia del corazón, de Herta Müller, extraigo esta réplica que encuentro estimulante porque invita a desplazar la mirada, a colocarla lejos de lo habitual o previsible. Dice uno de los personajes de la novela: "Lo de sobreinfinito pregúntaselo a la modista". Me interesa esa frase por lo que tiene de transgresión irónica, de ruptura de convencionalismos. Parecería que el sitio de lo sobreinfinito tendría que estar en alturas filosóficas o matemáticas, pero Herta Müller lo pone a pie de calle, al nivel de una interrogación cotidiana, invitándonos a buscar el sentido de y en los gestos de todos los días.
Se está hablando mucho, y es natural, acerca de si el último comunicado de ETA por un lado y, por otro, los dichos de la izquierda abertzale reúnen condiciones para inaugurar un nuevo ciclo social y político en Euskadi. En cuanto al comunicado, entiendo que si ETA hubiera querido decir algo realmente distinto, se habría esmerado en la escenografía y en el estilo de su declaración para que ésta no sonara como siempre o a lo de siempre, para que fuera recibida por la sociedad vasca como "lo nunca oído", porque eso es precisamente lo que los vascos estamos esperando, lo nunca hasta ahora oído. Y sin embargo el comunicado se ha quedado en las formas -y parece lógico deducir de ello que también en el fondo- muy lejos de esa radical novedad, en una especie de enésima versión de lo mismo que no invita precisamente a la confianza.
En cuanto al umbral hacia un nuevo ciclo que pueden suponer los movimientos en el seno de la izquierda abertzale y su entorno, yo me atengo al consejo de Herta Müller de observar la gestualidad de todos los días, de situar las interrogaciones no en la cima de los discursos (sobre infinitos) sino a pie de calle. Y creo que no podremos sentirnos a las puertas de un ciclo distinto, de una auténtica "normalidad" democrática hasta que se hagan visibles, del modo más cotidiano, gestos y actitudes que expresen la conciencia y la aceptación de lo que significa vivir en una sociedad plural como la nuestra; o si se prefiere, hasta que no desaparezcan de nuestras calles, es decir, de nuestra convivencia gestos y actitudes que demuestran poco o nulo respeto por el otro; poca o nula disposición a compartir el espacio común.
Hace unos días asistí a la tradicional celebración del 31 de agosto en la Parte Vieja donostiarra, y presencié básicamente lo de siempre, la habitual colonización -abrumadora, intimidatoria- del espacio público por medio de mensajes y carteles también "tradicionales", de los que convierten en héroes o "tutores" de la calle y la fiesta de todos a quienes están en la cárcel no precisamente por pertenecer a una ONG humanitaria. Creo que sólo estaremos en el umbral de un cambio de ciclo cuando la izquierda abertzale y sus bases se reconozcan, además de en la clásica lista de sus derechos, algún deber para con los demás, y lo expresen en gestos de uso diario y común.
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