Escuela para perros guía
La Fundación ONCE ha adiestrado a 1.000 canes para conducir a ciegos
Neox es un pastor alemán, espigado, grácil, de impoluta cabellera castaña. Ya no es un cachorro pero es aún muy joven, tiene poco más de un año. Hace solo un par de meses que la familia que lo adoptó al poco tiempo de nacer le devolvió a su hogar, que es también su escuela y su hospital: la Fundación ONCE del Perro Guía. Neox está empezando su formación. Le faltan unas clases pero dentro de cuatro meses ya estará preparado. Su trabajo consistirá en ser los ojos de un humano. La brújula de una persona ciega.
La Fundación ONCE lleva 20 años dedicándose a formar perros guía siguiendo el ejemplo de una institución norteamericana. Las instalaciones de 100.000 metros cuadrados que en Boadilla del Monte dedica a esta labor bien podrían considerarse un think tank del conductismo: sus 60 trabajadores tienen que hacer de los 200 animales que acogen sus perreras una maquinaria canina precisa, a prueba de errores. Mediante las respuestas positivas o negativas que el instructor suministra al animal, van modelando su comportamiento, extinguiendo su instinto natural. Los retriever mitigan su tozudez, los pastores alemanes olvidan su afán cazador.
El 20% de los animales no logra completar con éxito el adiestramiento
No con todos lo consiguen. Según los entrenadores, el 20% de los canes es descartado en el transcurso del aprendizaje. En 2009 lograron por primera vez que más de 100 finalizasen con éxito la fase de adiestramiento, cuyo coste es de unos 35.000 euros, asumidos por la Fundación. Pudieron así entregar 105 perros a otros tantos usuarios ciegos. Y ya son más de 1.000 los perros guía que circulan por las calles españolas.
El bloque de las perreras intenta simular la vida que les espera a los futuros perros guía. Neox tiene tres compañeros de habitación, dos labradores de crin negra como el tizón y un retriever color miel que acaba de llegar. Una puerta con el pomo redondo separa la celda de un patio techado, y otro pomo redondo da a un parterre de arena de 80 metros cuadrados. "Si los pomos fueran cuadrados al alzarse el perro a dos patas sobre la puerta podría asociar que si zarandea el pomo con la pata puede abrirla", explica Pedro Márquez, el instructor del grupo.
Todo está medido y tiene una función pedagógica en las perreras. Desde la selección de los progenitores (pedigrí, docilidad, examen veterinario completo) hasta la báscula en la que semanalmente se pesan los animales. La celda donde vive Neox, con dos alturas y calefacción en el subsuelo emula el calor hogareño, el patio pavimentado con baldosas de acera pretende ser la calle y el parterre un espacio de libertad y esparcimiento donde no caben correas ni arneses.
Lo primero es trabajar la obediencia. Pedro exclama un convincente "¡sentado!" mientras sujeta el pomo. Neox obedece, la puerta se abre y sale apresurado al patio. Al poco tiempo de nacer todos los cachorros son destinados durante un año a una familia adoptiva que se compromete por contrato a, entre otras cosas, no dejar solo al perro más de dos horas diarias y llevarle a la Fundación siempre que les sea requerido. Neox ha aprendido de ese primer contacto con humanos a ser dócil, cariñoso, obediente.
Ya en la calle, Pedro le coloca el arnés, el collar y la correa. Neox se enfrenta a una de sus primeras clases. Tiene que recorrer unos 200 metros en línea recta sorteando los obstáculos en forma de conos. Pedro se coloca un antifaz para simular al acompañante ciego y, agarrado al arnés y la correa, queda a merced de Neox. Comienza el recorrido. Si el perro acelera demasiado, Pedro da un brusco tirón de la correa junto a un enérgico "¡despacio!". "Está empezando, aún se despista y por momentos se olvida de que tiene a una persona a su cargo", apunta. El guía ha esquivado todos los conos, pero Pedro se ha pegado algún tropezón, sobreactuando la caída para mostrar a Neox las consecuencias de un giro mal dado. Aun así, Neox recibe la gratificación del instructor, palabras cariñosas y caricias en el lomo.
Lo más difícil es conseguir que el animal asimile que cuando gira tiene que dejar espacio suficiente para dos. "Al final los perros interiorizan de tal manera su función que cuando les pones el arnés cambian automáticamente el chip. Ponen el cuerpo en tensión, levantan la cabeza y entran en modo guía". Conductismo puro: con la repetición constante de las mismas pautas, el animal consigue asociar un objeto a una conducta. Arnés igual a guía.
La Fundación cuenta con una residencia con 16 habitaciones, comedor y sala de recreo. Los solicitantes que consiguen acceder al servicio de un perro guía -la espera media es de cuatro años- tienen que someterse a un curso de tres semanas, cuyo objetivo es la desvinculación del animal con el instructor y generar un vínculo afectivo y de respeto con la persona ciega. La convivencia entre ambos es durante ese curso de 24 horas. En el comedor, el solicitante se sienta ante la mesa acompañado por su perro que se tumba junto a la silla. A la hora de dormir, en cada habitación hay un habitáculo para el descanso canino, pero el animal suele preferir acostarse lo más cerca de su nuevo compañero. En la Fundación lo saben, y a los pies de las camas está colocada una esterilla.
La asignación del perro es el resultado de un escrupuloso análisis con entrevistas personales y cuestionario técnico. "No puedes darle el mismo tipo de perro a una persona mayor que a un joven", explica Pedro. Neox ya tiene compañero, uno de los 16 afortunados que ha obtenido una plaza para el nuevo curso.
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