Una muerte inevitable
Directivos y pilotos consideran una fatalidad el atropello sufrido por Tomizawa
Franco Uncini, hoy responsable de Seguridad de la Federación Internacional de Motociclismo, ayer piloto y campeón mundial de 500cc en 1982, cuenta cómo en 1983, en el circuito de Assen, fue embestido por la moto de Wayne Gardner. El accidente fue tan espectacular que Gardner le acompañó en el hospital y a punto estuvo de retirarse. Pero, por fortuna, no tuvo consecuencias fatales como el que el domingo, en el de Misano, en el Gran Premio de San Marino, le costó la vida a Shoya Tomizawa. Lamentablemente, 27 años después, siguen sin poderse controlar las consecuencias para un piloto tendido en la pista.
"Este deporte es muy peligroso. Intentamos minimizar los riesgos, pero la caída de Shoya fue un imponderable. Le golpearon a más de 200 kilómetros por hora y no se pudo hacer nada. Extrañamente, en vez de salirse del trazado, se quedó ante las ruedas de De Angelis y Redding", explica Carmelo Ezpeleta, el presidente de Dorna, la empresa organizadora; "fue una fatalidad". "Tras la muerte de Kato [2003], Dorna hizo un esfuerzo para mejorar la seguridad, pero no hay nada que hacer en un caso así. El circuito no tiene ninguna resposabilidad. Fue un error de Tomizawa. En vez de cortar gas, trató de recuperar el control de la moto dando más", advierte.
También cabe mejorar las protecciones de los pilotos, los materiales con que se cubren, o hacer obligatorio el airbag en los monos, pues solo lo llevan algunos, como Valentino Rossi y Jorge Lorenzo, aunque no siempre activado. "Fue un traumatismo abdominal. Habrá que proteger mejor esa zona del cuerpo", añade Uncini.
Lorenzo o Casey Stoner criticaron asimismo el césped artificial en torno al asfalto: es muy resbaladizo para los neumáticos. La gravilla, aunque no embellece, es más eficiente: ayuda a reducir la velocidad y evita que las gomas patinen.
¿Debió suspenderse la carrera? Los organizadores sostienen que no: se atendió con celeridad al herido, se limpió la pista y no había peligro alguno, según el director de la misma, Paul Butler. Ezpeleta recuerda que, aun conscientes de la gravedad de su estado, no se confirmó la muerte de Tomizawa hasta horas más tarde, cuando se encontraba en el hospital de Riccione.
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