Tanztheater Wuppertal Inmortal Pina
Como zarpa de animal hambriento de presa, así agarró el alma del espectador el baile de Iphigenie auf Tauris, la opera ballet que Pina Bausch creó en 1973. Una obra que ahora llega al Gran Teatro del Liceo sin la presencia física de la genial coreógrafa alemana. Digo física porque el espíritu de Bausch sigue latiendo entre sus bailarines. Prueba de ello es la forma en la que los componentes de la Tanztheater Wuppertal noquean, hipnotizan y dominan hasta la rendición al público con su interpretación del legado de Pina.
Hermosa y brutal, la ópera de Gluck se tiñe de una contemporaneidad inaudita en las manos de Bausch. Esta obra, la segunda coreografía de la creadora alemana, exhibe desde el principio el mundo obsesivo de angustia y crueldad que caracterizará su baile en el futuro. Toma los protagonistas de la tragedia de Eurípides -Ifigenia (Ruth Amarante), Orestes (el catalán Pablo Aran Gimeno) y Pílades (Fernando Suels Mendoza)- y los descuartiza para indagar en su interior y extirparles la angustia y el remordimiento que los corroe. El resultado es un baile desgarrado y de una gran expresividad, fecundo en ricas frases coreográficas que realzan el trabajo coral y, muy especialmente, los grupos escultóricos que forma con el elenco femenino. Estamos ante una Pina joven coreográficamente hablando que todavía estaba más pendiente del trabajo de grupo que de ensalzar la individualidad de sus intérpretes.
'IPHIGENIE AUF TAURIS'. TANZTHEATER WUPPERTAL
Dirección de escena y coreografía: Pina Bausch. Música: Christoph Willibald Gluck. Interpretación musical de la Orquesta Sinfónica Julià Carbonell de Lleida dirigida por Jan Michael Horstmann y Cor de Cambra del Palau de la Música.
Gran Teatro del Liceo.
Barcelona, 4 de septiembre
Entre el muy buen trabajo coral destaca Ruth Amarante en el papel de Ifigenia
Lo novedoso de esta obra fue que Pina situó a los cantantes y a la orquesta fuera del escenario para que el espectador fijará únicamente su mirada en lo que ocurría en la escena, es decir en el baile. Es más, en el Liceo la compañía alemana no ha querido que la traducción de los textos se proyectara para no distraer la atención del público.
Cada uno de los protagonistas del drama está doblado en escena por un bailarín. Sobrecoge escuchar el canto y ver como las palabras moldean el gesto de los bailarines. A lo largo de las dos horas y media que dura Iphigenie auf Tauris abundan los fragmentos brillantes. En uno de ellos, un grupo de sacerdotisas rodean a la protagonista creando un cuadro de una belleza que roza lo sublime. Parece como si Pina trasladara a las willis, esos seres sobrenaturales de los ballets clásicos, al siglo XX. Embelesa comprobar como el movimiento de las largas melenas de las bailarinas forma parte intrínseca del baile.
Minimalista, poético y, a la vez dramático, las hermosas imágenes finales que crea toda la Tanztheater Wuppertal hace que las emociones se deborden. Pese al buen trabajo coral, hay que reconocer que destaca entre ellos la bailarina Ruth Amarante en el papel de Ifigenia. Su baile pasional y elegante en el más puro estilo Bausch se llevó gran parte de los aplausos.
Una curiosidad. En la secuencia en que Orestes y Pílades son hechos prisioneros, Bausch se sirve reiteradamente de la segunda posición del ballet clásico y del trabajo en diagonal, algo que fue utilizado por otro icono de la danza contemporánea, Mats Ek, quien se inspiró directamente, incluso en el vestuario, en esta pieza de Pina para crear, en 1976, La casa de Bernarda Alba. La Tanztheater vuelve en enero al Mercat. Otra ocasión para comprobar si la herencia de Pina es inmortal.
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