Nadal, a 200 por hora
El español impone su saque "a lo Wimbledon" ante Gabashvili
La raqueta tiene dos asideros. Ese mango tiene forma de y invertida. Rafael Nadal, solucionado ya su partido de primera ronda (7-6, 7-6 y 6-3 al ruso Gabashvili; aguarda ahora el uzbeko Istumin), lo observa con escepticismo tras la puerta azul del vestuario. "Demasiadas complicaciones tiene esto del tenis", piensa cuando se la enseñan; "como para añadírselas". Los problemas, demonios en forma de abrasador cemento y pelotas pinchadas, son conocidos. La solución, sin embargo, se encuentra en un lugar inesperado. Nadal, el número uno, la ha encontrado en su memoria, recorriendo los argumentos que apuntalaron sus grandes éxitos. Está el saque con el que conquistó Wimbledon, en 2008 y 2010. Está la victoria de los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008, cuando domó la pelota Wilson. Y está la derecha con la que se convirtió en el primer español que ganó el Abierto de Australia, en 2009. "Puedo hacerlo", dice.
"La pelota es muy blanda, por eso sirvo plano y más rápido", dice el número uno
"Mi servicio está funcionando muy bien aquí", explica Nadal; "porque estoy intentando sacar como en Wimbledon, ya que la pelota aquí es muy blanda". "No coge mucho el top spin (efecto curvado)", prosigue. "Intento jugar un poco más plano. Por esa razón, creo, estoy sacando más rápido". Esa es la explicación técnica. Estos, los efectos prácticos. En la pista hubo un hombre vestido de negro, subrayados los músculos por la tela, que lanzaba destellos verdes desde las zapatillas. Ese hombre llegó a sacar a 210 kilómetros por hora. Ese hombre promedió 190 kilómetros en su primer servicio. Y ese hombre, que quizás vea hoy jugar al suizo Roger Federer contra el alemán Beck, era Nadal aunque sacara como si fuera otro.
-"¡Ha sacado usted a más de 200 kilómetros!", le dicen.
-"¡Y espere!", contesta riéndose. "¡Espérese al siguiente partido! ¡Voy a intentar sacar a 217!". "Es difícil", añade luego; "llegar a la primera ronda y jugar como un loco, agresivo, como si estuvieras en la final. Necesitas confianza para jugar así. Los demás de arriba también van siempre de menos a más, porque es lo lógico".
La lógica preside el ejercicio del mallorquín en Nueva York. Lógico es, por ejemplo, que cuando Nadal conoce a un niño de 12 años, enfermo y miembro de la fundación Make a Wish (Concede un Deseo), se conmueva. Lógico es que Nadal, visto lo visto ante Gabashvili, al que solo pudo castigar con 2 de 10 bolas de break, se exija "calma". Lógico es que Nadal se hidrate obsesivamente, que observe el tráfico de botellas de Endurox, la bebida de moda para combatir el sol. Y lógico, por supuesto, es que el número uno repase sus grandes victorias y encuentre en ellas los pilares sobre los que construir su asalto al Abierto.
"Esta pelota [la Wilson] favorece a los jugadores de golpeo plano", insiste tras oír cómo atruena en el estadio la música de La Oreja de Van Gogh. "Es más fácil para ellos, pero yo he ganado los Juegos Olímpicos con esta pelota. Yo he ganado el torneo de Pekín con esta pelota. Puedo hacerlo". Demostrada su capacidad para adaptarse técnicamente al picado bajo, queda saber cómo herir a los rivales: "Es casi imposible que yo juegue con derechas planas. Lo que debo hacer es jugar con top spin, pero muy agresivo todo el tiempo, con muy alto ritmo". Igualito que en el Abierto de Australia.
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